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El agravio comparativo entre la Isla mayor y las menores supera pronunciamientos demagógicos por su obviedad. Mallorca, y en concreto, Palma, capital balear, recibe dotaciones presupuestarias del erario público que marcan un desequilibrio proporcional gigantesco respecto a Menorca, Eivissa y Formentera. En Palma, con una densidad demográfica y territorial que multiplica las de los otros rincones del archipiélago, se encuentran las mayores infraestructuras que absorven la mayor parte del presupuesto causando un perjuicio al resto porque no hay recursos para todos. Más discutible es la necesidad y el beneficio de ellas para toda la comunidad balear.

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Es difícil rebatir esta sentencia porque los datos no abren excesivos debates. No es tan habitual, sin embargo, que un político estando aún en el ejercicio de su cargo, lo diga públicamente. Quizás ese reconocimiento ha sido de lo mejor que ha hecho Javier Morente, director general de Deportes, por Menorca, una Isla en la que no se le tiene en buena consideración porque apenas se le conoce y su mandato ha coincidido con el desplome del deporte de élite del que disfrutaba hace tres años.

Que el joven abogado penalista admitiera en Es diari esta desigualdad es un ejercicio de sinceridad plausible, como evidente es decir que si el Govern continúa subvencionando los desplazamientos interislas de nuestros deportistas es para las Islas menores, fundamentalmente. Solo faltaría que éstas estuvieran discriminadas también en las competiciones baleares y no pudieran disputarlas. Referirse a estos agravios es loable, sí, pero se trata, en todo caso, de activar todos los recursos a su alcance para que disminuyan o desaparezcan. De otro modo se tratará de otra firma sobre agua.