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En esta cueva ubicada en la Cala de Alcaufar, en la costa sur de nuestra isla, sus inquilinos, un grupo de amigos, han formado un club culinario que data de más de treinta años, cuyo único objetivo es la buena mesa como vulgarmente se dice y, por supuesto, privado.

Cada uno de sus miembros tiene un objetivo concreto: el jefe de compras, dos chefs, un ayudante de cocina, un pastelero y un maestro de ceremonias que suele organizar el número de comensales y abastecer de cigarros a los fumadores de habanos.

Al grupo habitual se le añaden esporádicamente invitados, normalmente pocos ya que el espacio, entre cocina y comedor, da para unos aproximadamente 12 metros cuadrados.El mochilero, cuando recibe una llamada al móvil del maestro de ceremonias, amigo personal de la infancia, es para comumicarme un aviso: invitación pertinente, menú previsto y fecha de la degustación. Así fue el último encuentro culinario.

Llegas a un paraje idílico, la Cala de Alcaufar; subes a la terraza de la cueva y lo primero que divisas son los cocineros en plena faena, con su inseparable ayudante, elaborando una paella de tordos y perdices. El aperitivo de bienvenida, una cerveza acompañada de queso Mahón y carn i xua; se van incorporando el resto de invitados, pasamos a manteles y a degustar el menú del día: mejillones al vapor, paella de tordos y perdices, acompañado de un caldo blanco o tinto - y de postre un suculento pudin; para terminar, café, copa y puro a la antigua usanza.

El encargado de las finanzas del club recauda a los comensales la cuota establecida, que son 10 euros por cabeza, IVA incluido.

El porqué recomiendo, apreciado lector, como mínimo una "estrella" de la Guía Michelin, básicamente por la relación calidad-precio, por el emplazamiento de la cueva y como diría un amigo ciutadellenc, un menjar de dalt de tot.

Vatuadell cent llamps, este relato es la realidad pura y dura, personalmente prefiero más degustar este tipo de platos, que están adornados de lo que vamos a comer, que un manjar perdido en el centro y muy bien decorado. Apreciado lector, entre tú y yo, ¿piensas que quizás me he pasado de pelota con la buena intención de que sigan contando conmigo?