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«Las necesidades de financiación de la Primera Guerra Mundial produjeron la quiebra del sistema económico regulado por el patrón oro. Fue el primer acto de la tragedia que iba a continuar en los años sucesivos. Las reclamaciones de indemnización a Alemania, el endeudamiento de los países contenientes y la inflación desbordada crearon las condiciones de la nueva tormenta. Los bancos centrales intentaron mantener su papel como estabilizadores de la economía de sus países. Cuando la situación mundial se agravó se produjo una crisis mayor que terminó con el estallido de la Segunda Guerra Mundial». (Profesor Martínez Paricio).

Los efectos perturbadores de la tormenta financiera desencadenada en 2007 también están llegando a muchos países –entre ellos España– provocando la misma confusión que se creó en 1929. De ahí el temor de que vuelvan a repetirse las mismas consecuencias que llevaron a la quiebra y destrucción de las democracias, a la aparición de regímenes totalitarios y a la consecuente nueva Guerra Mundial.

El Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN) lleva décadas trabajando, no sólo impartiendo cursos y seminarios, sino estimulando el estudio e investigación en temas relacionados con este mundo tan complejo, como es el de la defensa. En este sentido son de valorar las recientes declaraciones del almirante García Sánchez, Jefe de Estado Mayor de la Defensa, número dos del Ministerio, decidido a impulsar la necesaria «conciencia» en el seno de nuestra sociedad.

Bajo el epígrafe general de «Valores y Conflictos» un equipo multidisciplinar formado por profesores universitarios (Amando de Miguel, Martínez Paricio y Benjamín García Sanz) y tres oficiales en activo (Andrés González Martin y Vicente Hueso de los Ejércitos de Tierra y Aire y Federico Aznar de la Armada) llevan dos años trabajando sobre el tema, relacionando la crisis con la pérdida de valores en nuestra sociedad. La primera parte de sus reflexiones fue publicada en marzo de este año (Monografias del CESEDEN nº 129) centrada en las «claves culturales» que definían el momento actual. Está próxima a publicarse la segunda parte, referida –siempre relacionando conflicto con crisis de valores– con la construcción de la paz.

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Este grupo , que en principio podía representar una mezcla explosiva, se convirtió en dos años en campo de trasvase de experiencias, análisis e ideas, dirigidas claramente a orientar a nuestra sociedad en tiempos de incertidumbre y escasez. Porque realmente, ante la crisis de liderazgo, ante la dramática serie de errores cometidos por políticos y financieros, ante la progresiva pérdida de valores como el esfuerzo, el sacrificio o la honestidad, muchos nos preguntamos si la deriva actual nos llevaría indefectiblemente a una catástrofe como la que concluyó la crisis del 29.

Poco imaginábamos al hablar de conflictos, que a finales de 2012 se declarase unilateralmente uno en Cataluña, buscando el cobijo de su «internacionalización». No es el primer intento en la España constitucional nacida en 1978. Este internacionalizar un conflicto ha sido y es el objetivo de cualquier movimiento rompedor imbricado en un país. Fue el sueño del ELN y de las FARC colombianas, el del FMLN salvadoreño, de la URNG guatemalteca y de un sinfín de levantamientos más o menos populares.

La crisis actual ha desarrollado un modelo de protesta semejante al del 29. No queremos asumir que estamos ante un cambio de era en el que las conquistas sociales conseguidas en años de expansión, difícilmente pueden sostenerse en tiempos de recesión y estancamiento. Entramos en una «nueva Edad Media» en frase de Amando de Miguel, en que no sólo se estancará la economía, sino también la demografía y muchos aspectos de nuestra vida social. Y esto conlleva riesgos y amenazas. También alguien ha dicho en plena campaña electoral que «cada día el Estado está mas débil; vamos a por él», en un nuevo intento de socavar, de romper, de escindir. En resumen, mientras nos llenamos la boca construyendo Europa a golpe de cumbres, se producen unos movimientos centrípetos y excluyentes que pueden minarla. Porque esta labor de zapa, no es exclusiva de España. En cuanto la crisis no de respuesta a derechos – por supuesto, no a obligaciones– de regiones y minorías, saltarán en el Reino Unido, en Francia, en Bélgica, en Italia o en Grecia. Y se producirán movimientos de masas como las que se amontonaron en plazas alemanas, rusas o italianas en el período entreguerras. Y dentro de un sistema de garantías constitucionales en el que se respeta la libertad de reunión y manifestación y el derecho de huelga, el poder vuelve a la calle, muchas veces con tintes de violencia que creíamos superados. Se busca –aun admitiendo razones– la confrontación, la ruptura, la quiebra del sistema.

En tiempos más de diagnósticos que de remedios –como en el 29– , no es malo reflexionar sobre el tema, como nos invita a hacer el CESEDEN.

Publicado en "La Razón" el 18 de octubre de 2012