La joven Clara Villalonga (Sant Climent, 2002) vivió una de sus noches más especiales como artista al inaugurar su primera gran exposición en la sala del Convent de Sant Diego de Alaior.
Mientras acababa de ultimar los detalles y solucionaba «algún que otro problema con la iluminación» esa misma mañana, Clara reconocía que no se lo acababa de creer. «Ya tenía un poco de nervios al principio, pero hoy tengo aún más. Además, se me vienen un montón de emociones a la cabeza», expresaba. «He experimentado ese primer momento en el que empiezas a hacer algo que te gusta, en el cual estás trabajando muchísimo en él», comenta emocionada tras haber pasado por restaurantes y demás espacios similares.
Superación personal
Clara, que tiene TDAH y padece una discapacidad del 75 por ciento, está comenzando a recoger los frutos de todos estos años cultivando un talento que ya ha florecido. Una colección de 26 obras de su propia creación inundan las dos salas del Convent de Sant Diego destinadas a este tipo de eventos. No son cuadros elegidos al azar, sino que han sido seleccionados por la autora para que el visitante pueda apreciar el claro proceso de evolución desde sus inicios en la pintura hasta sus últimas creaciones.
Esta aventura se inició cuando Clara tenía siete años. Su abuela Mila la introdujo en el arte y poco después empezaría a acompañar a su hermana Andrea a sus clases de pintura. «Al principio era solo mi hermana, pero después me sumé yo. Me di cuenta de que me gustaba muchísimo», indica. De esta forma, la joven artista tenía claro que quería continuar su formación académica en la rama de las artes. Sin embargo, a los 16 años se vio obligada a «apañarse como pudiera». «Acudía a la escuela de arte Creae, que está cerrada desde el año pasado, y me ofrecieron apuntarme en Ciutadella, pero no me daba abasto para llegar a la otra punta de la Isla, así que tuve que formarme en casa», asegura Clara, quien estuvo practicando por su cuenta a través de tutoriales de Youtube para «no perder el ritmo que llevaba».
Mensaje
La pintora fue perfeccionando poco a poco su técnica hasta encontrar su estilo, el cual estuvo buscando entre el óleo y las acuarelas, pero acabó apostando por un colorido acrílico. «Cuando iba a clases de pintura me hacían copiar algunos dibujos de otros artistas. En un momento dado ya me cansé de ello porque sentía que no era mío. Mi manera de pintar es incumplir las normas que me decían algunos», explica sobre una forma de trabajar en la cual juega con la paleta a su gusto.
El reputado pintor menorquín Josep Bagur Corominas ha llegado a expresar su sorpresa por la capacidad de Clara de «partir de un realismo total, pasar a un expresionismo y concluir en un fovismo totalmente atrevido». «La mezcla de colores es realmente impactante y, con lo sutil y delicada que es, impresiona lo que saca de dentro», afirmaba en su momento.
Su madre, Reme Huerta, recordaba en la inauguración el momento por el que Clara pasó por una depresión al quedarse sin opciones de formación y que la hizo dejar de pintar por un tiempo. «Vais a descubrir no solo el talento, sino el mundo de las emociones en cada obra, y que con esfuerzo y voluntad sí se puede», sentenciaba.
El apunte
La inadaptación curricular impidió su acceso a la Escola d’Art
En la actualidad, Clara acude a clases de arte en el Ateneu, pero no puede formarse en la Escola d’Art. «Cuando terminé la secundaria, me prometieron ayudas para continuar formándome, pero a la hora de la verdad no fue así», relata la protagonista.
Según Clara, le ofrecieron acceder al centro sometiéndose a las mismas pruebas de nivel que el resto de alumnos. Sin embargo, este baremo era inalcanzable para las capacidades que adquirió durante la ESO.
2 comentarios
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Felicitaciones por la obra y por sobreponerte a las dificultades.
... no sabía que el arte tuviese impuesto ningún tipo de límite... primera noticia...