Piedad en el despacho de sus hijos en Es Mercadal  | Josep Bagur Gomila

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Desde su casa en Ses Salines de Fornells Piedad Fernández disfruta de una bella vista del mar y hay días que  el reflejo plateado del sol le recuerda al manto de olivos de Jaén y al verde plata del reverso de sus hojas mecidas por el viento. La Andaluza del año 2023 por la Casa de Andalucía de Menorca participará el martes 28 de febrero en la Gala del Día de Andalucía en el Teatre Principal a las 20 horas.

¡Enhorabuena Piedad! ¿Qué siente al ser Andaluza del año 2023?

—Me he quedado muy sorprendida. Pensaba que se daba a personas con una vida más relevante, pero bueno, agradezco mucho que pensaran en mí y me enorgullece. Además que toda la Junta estuviera de acuerdo y aplaudieran la decisión... Me hace llorar, me siento halagada y procuraré hace honor al galardón.

Desde la Casa de Andalucía destacan su implicación social. ¿Cómo participa en la sociedad menorquina?

—Para nosotros siempre ha sido muy importante la cultura. Cuando mi hijo empezó en la guardería lo primero que hice fue apuntarme a la asociación de padres y hasta que no se fue el pequeño a la universidad estuvimos pendientes de las asociaciones. Hay mucho trabajo que no se ve, pero estando ahí aportas tu granito de arena. He dado mucho de mí, muchas horas de dedicación y estoy muy agradecida de haber podido participar. Mi marido, que falleció hace 5 años,  me decía: «¡Siempre estás ahí!» Y yo le decía «es que o soy la presidenta o soy la vocal, pero tengo que estar porque quiero saber cómo van las cosas».

¿En qué otras entidades ha participado?

—He sido muchos años catequista de la parroquia de Sant Martí en Mercadal, he estado muchos años y he ayudado en lo que he podido, con los distintos padres que han habido. También he estado apuntada unos años en el Ateneu de Maó.

¿Qué relación tiene con la Casa de Andalucía?

—Hace como 8 años, decidí comprarme un traje de flamenca, porque nunca había tenido uno, que los de Jaén somos medio andaluces, y al final decidimos ir a la Feria de Sevilla con una amiga menorquina y allí me di cuenta de que no sabía bailar sevillanas y, total, que me fui a la Casa de Andalucía que nunca había ido y me sentí tan acogida y hay gente tan maja que allí continúo. Hay profesoras de baile increíbles como Laia y gente variada, de toda condición, edad...

¿Suele ir a Andalucía?

—Cada año me gusta ir a mi pueblo, Cabra del Santo Cristo, en la Sierra de Mágina,  y además me llevo fenomenal con mis hermanos, pero a la que pasa una semana ya estoy pensando «¡Buf! Ya me iría». En estos momentos estoy más vinculada a Menorca. Valoro muchísimo Menorca. Aquí pasaré el resto de mis días si Dios quiere.

¿Cómo llegó a Menorca?

—Primero llegué a Barcelona en 1974. Ya había estudiado delineación y secretariado y me puse a trabajar en la Maquinista Terrestre y Marítima y también estudié maestría industrial. Conocimos a un grupo de arquitectos y bueno, estuve un tiempo de novios con mi marido que era menorquín, Tolo Martí,  y una vez casados en 1982 ya nos vinimos aquí. Aquí nos construimos la casa y hemos tenido una vida plena, me siento una privilegiada. Y Menorca, para ser una isla tan pequeña, además de su belleza tiene el interés cultural, la Ópera...