Estética. La ambientación que gira en torno al negocio va más allá de la decoración y el atuendo de los trabajadores. En la imagen se puede comprobar la implicación de los clientes.    | BAD COMPANY 1920

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Donde algunos no hacen más que ver obstáculos, otros sin embargo descubren grandes oportunidades. Eso es lo que le ha sucedido al empresario menorquín Román Vilà, quien junto a sus dos socios ha conseguido situar su última aventura en el mundo de la hostelería entre las mejores   valoradas del país. Prueba de ello es que acaba de conseguir el premio a la ‘mejor apertura'    de 2021 en el marco de Fibar, el punto de encuentro y referencia del bartending nacional e internacional que cada año se celebra en Valladolid.

Una distinción conseguida gracias a la originalidad de su propuesta en el campo de la coctelería artesanal, el local Bad Company 1920, situado en pleno corazón de Madrid, en la plaza de Callao, junto el emblemático edificio Schweppes. Un negocio que lleva la coletilla de ‘Speakeasy' en referencia a aquellos históricos establecimientos que vendían de manera ilegal bebidas alcohólicas durante la época de la ‘ley seca' en Estados Unidos. Una estética clave en el modelo de negocio.

Y es que cuando se le pregunta sobre cuál es el secreto del éxito de este negocio, que también estuvo nominado al mejor menú de cócteles, Vilà responde que «el storytelling, el concepto». Y es que al Bad Company no le falta detalle. Está situado en un sótano de la calle Tudescos. En el número  4 de esa vía se puede encontrar uno con su puerta de madera y un cartel con el nombre que no permite identificar de qué tipo de negocio se trata. Quien quiera acceder tiene que llamar al timbre para que los encargados, ataviados con uniformes de la época, les informan de que allí no se vende alcohol.

«Es una propuesta temática con la que el público flipa», resume Vilà, quien explica que no solamente los trabajadores se meten en el papel, sino también los clientes. Como vender alcohol esta teóricamente prohibido, la bebida se sirve camuflada bajo la compra de otros objetos. Así, mientras uno se toma un cóctel, prácticamente hace un viaje en el tiempo.

Éxito y riesgo

La propuesta ha calado, «llenamos todos los días», presume el menorquín, quien sostiene que pese a lo convulso de los tiempos actuales por la pandemia, las cosas no han podido salir mejor. «En época de covid no es difícil emprender, yo diría que es más fácil, todo está ‘regalado', ya que podías escoger entre muchos locales».Eso sí, reconoce que tras la parte fácil, llega la complicada: «Lo difícil es mantenerse en el tiempo; pero nosotros preferíamos intentarlo, aunque fracasáramos, antes que no hacerlo».

Resulta curioso el detalle de que el número del año separa el 19 del 20 con un punto. Un guiño a la covid 19 y al año en el que el establecimiento abrió sus puertas. «Esperamos recordarlo de aquí a algunos años con cariño», apunta.

En la carta del negocio se puede decir que hay un cóctel estrella, y su nombre es ‘Peaky Blinder'. Otro guiño a la estética de la época, concretamente al grupo de irlandeses que en los años de la prohibición enviaban sus barriles de alcohol al otro lado del Atlántico. Una historia que a muchos les sonará familiar por la exitosa serie de televisión de la BBC protagonizada por Cillian Murphy.

Bad Company no es ni mucho menos la primera aventura empresarial de este joven de Alaior nacido en 1986. También regenta con éxito otro negocio    hostelero en Barcelona, Lilith & Sons, y tiene la vista puesta en poder montar algo con el tiempo en Menorca. Pero para ello, dice, hace falta encontrar el lugar adecuado, algo que por ahora no ha sucedido.

De momento cuenta con el importante impulso que le otorga Fibar, una feria en la que los premios tienen en consideración la opinión de 160 personas especializadas en el sector.