Guillermo Marqués, más conocido como Mito, y Cristina López planifican un viaje cuando acaban de regresar de otro, así siempre están en marcha, en el momento de recorrer mundo y en esos meses previos de preparación e ilusión por el nuevo destino. No en vano una de las frases favoritas de Guillermo es «un viatge mai acaba, si abans de tornar, ja penses en es pròxim». Se reconocen «fanáticos» de los viajes, un gusto que este matrimonio transmite a sus hijos Adam (once años) y Noa (cuatro años) desde pequeños.
Conciben el viaje como una forma inmejorable de conocer otras culturas, otras realidades, y que esto sirva de aprendizaje a toda la familia. Sus grandes escapadas, la última a Camboya, son «una lección de vida», asegura Guillermo, y aunque han recorrido distintos continentes, a ambos les 'tira' Asia más que ningún otro. Prefieren ir con un guía local y no en un grupo amplio de turistas que condicione sus excursiones y actividades.
En la Navidad de 2016 -sus salidas son, por motivos laborales y escolares de sus hijos, casi siempre en las vacaciones de diciembre y enero-, visitaron junto con otra pareja de amigos, David y Chus, este reino del sudeste asiático, fronterizo con Laos, Vietnam y Thailandia y conocieron escenarios de película, como los templos de Angkor Wat. Allí, una de las heroínas de ficción más famosas de los videojuegos, Lara Croft, (encarnada por Angelina Jolie) dio el salto al cine e inmortalizó las espectaculares construcciones, apuntaladas por raíces gigantes, en el film «Tomb Raider».
Las referencias cinematográficas se mezclan con las culturales y las históricas. Algunas no son agradables y también han dejado su huella en el país, como la cruel dictadura comunista de los Jemeres Rojos y el genocidio que vivió Camboya hace 42 años.
«Hubo represión especialmente contra los profesores e intelectuales, bajo el gobierno de Pol Pot mataron a muchísima gente», y el testimonio de esas atrocidades sigue vivo, explica Guillermo. «En la capital Phnom Penh hay un colegio que se llama S21 y que usaron como sala de genocidio y tortura, ahora se puede visitar, es un modo de concienciar para que algo así no se repita». Tras esa etapa triste de su historia, Camboya es desde 1993 una monarquía constitucional y un lugar que estos menorquines recomiendan conocer.
Turismo al alza
Les costó llegar 18 horas de viaje: de Barcelona un vuelo a Qatar, de allí a Ho Chi Minh (antiguo Saigón, en Vietnam), y por último, conexión a la capital de Camboya, Phnom Penh.
«A nivel turístico es un país muy tranquilo, son cordiales, para cualquier cosa que puedas necesitar están y aceptan al turista con mucha amabilidad, es seguro para ir con los niños», comenta Cristina. Además, otra característica que les llamó la atención, es la actitud hacia los mayores, «lo bueno de los países asiáticos es que tratan a las personas como debe ser, con mucho, mucho respeto», afirman.
La zona más frecuentada por los turistas «se nota también en los precios, en Siem Reap entrar en los templos cuesta 40 euros y en los de otras zonas igual cuesta al cambio 1,5 euros», también en los restaurantes, que suben sus cuentas. «A nosotros nos gustaba ir a los restaurantes para la gente local, los mejores, sacan su hornillo, ponen cuatro sombrillas, y comes bien, con tu plato y cuchara de plástico, pero la comida está muy buena», cuentan.
La base es el arroz, que siempre acompaña en cada comida, por ello «puede ser un poco monótona». Salvo cuando sirven insectos, que también forma parte de la dieta camboyana (orugas, saltamontes, arañas, grillos...), asados y fritos constituyen un picoteo para el que no todos los paladares están preparados.
Y es que Siem Reap, un destino al alza y también llamada la gema de Camboya, reúne muchos atractivos: los templos de Angkor Wat, excursiones a la jungla o los arrozales y los pueblos flotantes en el lago Tonle Sap.
«En Kompong Luong está la aldea flotante, son casas que no son fijas, se mueven cuando crece el caudal, ves gente que pesca y al mismo tiempo, hacen sus necesidades y también van al agua, donde luego se lavan y asean, eso es cierto, hay suciedad, y todo lo tiran al suelo», señala el menorquín, «en un mercado puede haber alguien vendiendo bolsos y al lado otro que pela pescado». El olfato es el sentido que más se resiente con las visitas a estos mercados callejeros.
Aunque también ese aspecto menos agradable ha tenido su parte didáctica para los pequeños de la casa, a los que les han explicado in situ la necesidad de recuperar la basura. «Cuando entras en las aldeas típicas te das cuenta de que estás en la era del plástico y de que esto es un grave problema», apunta Cristina, «todo lo que ves en el suelo son bolsas, botellas, envases, y eso lo preguntaban los niños, no hay cultura del reciclaje ni papeleras, y les enseñábamos que sus botellas vacías había que guardarlas siempre y meterlas en la mochila».
La pareja recuerda que en la visita a una aldea de pescadores apenas podía verse el agua por la cantidad de residuos plásticos y otras basuras flotando. Un problema ecológico de primera magnitud y de escala planetaria, que se hace más evidente en países a los que ha llegado el plástico pero no la concienciación para reducirlo o recuperarlo.
El tren de bambú
«Battambang es conocido porque cuando el país era una colonia de los franceses éstos construyeron un tren de bambú», relatan los menorquines.
Camboya fue protectorado francés y junto a Laos y Vietnam formó parte de la Indochina francesa en el siglo XIX. Pero el tren que mencionan los viajeros consiste en cuatro ruedas, conectadas a un motor, y una plancha de bambú encima, un solo carril que debe ser abandonado cuando se cruzan de frente dos de estos 'vagones', siempre según la regla de que se baje el que menos carga tiene. Igual que los transbordadores para cruzar ríos, «una plataforma con un motor de motocicleta».
En el pequeño tren de bambú que recorre zonas rurales, convertido en todo un atractivo turístico y en la mejor diversión para los niños, recorrió la familia las aldeas, haciendo la ruta entre Battambang y Pursat; para los camboyanos esta tarima motorizada sigue siendo un medio de transporte válido tanto para pasajeros como mercancías, y también una vía de ingresos gracias a los visitantes extranjeros.
Guillermo y Cristina, ambos amantes de la fotografía -a la que además ella se dedica profesionalmente en su estudio de fotografía infantil-, guardan una impresionante colección de imágenes captadas en Camboya. Incluso Guillermo presentó algunas de las fotos a la VI edición del concurso internacional de fotografía Helie Memorial, dedicado a «La mujer y la agricultura».
Aunque no se clasificó como ganador, sí fueron seleccionadas para la exposición tres fotografías mostrando la labor de la mujer camboyana en el campo, en los arrozales y en la plataforma de las cañas de bambú. «Los viajes me duran mucho», bromea Guillermo, «no solo es comprar el billete, es prepararlo y después revelar las fotos y montar el álbum del viaje».
La familia pasó las festividades navideñas en Siem Reap «pero no estás muy ambientado, sino descubriendo un país», y en cuanto a la despedida del año, «tampoco lo celebraron mucho, aunque hacen la ofrenda de las luces que flotan». Es otro punto a favor de Camboya para la pareja, la convivencia pacífica de religiones. Los templos son hinduistas y budistas «son dos religiones que se fusionan y no se llevan mal». El año 2017 lo estrenaron en la costa camboyana, en Koh Rong, y este año ya preparan hacerlo en otro destino lejano, Costa Rica.
6 comentarios
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Hacen muy bien de viajar, pero esos niños no tienen por que hacer esos viajes interminables por mucho que digan para ellos es demasido pesado. Y se les alvida cuando son tan pequños pero bueno cada uno piensa como piensa. Buen viaje para el próximo.
Sempre que algú diu que a Espanya hi ha prou coses a veure i no fa falta anar fora pens que és segur que no han sortit mai. El primer pais que trobam, França, ja és molt millor que Espanya. Italia encara més. I ha moltíssims països millors que Espanya.
El sr. Juliá ya tiene una edad y sigue viajando por el mundo. No leo en ningún comentario nada que suene a envidia, pero a alguno le suena que sí, mejor no discutir nada con gente de erróneas suspicacias.
Es más fácil viajar al extranjero siendo joven que cuando uno envejece. Ya tendrán tiempo de viajar por España. Estos comentarios suenan a envidia.
Totalmente de acuerdo con “menorquinviajero” Hay tanto por ver en nuestro pais q no tiene nada q envidiar al resto del mundo, mezquita catedral de Córdoba, alambra de Granada, como hablan de templos? pero me parece muy bien cada uno viaja donde le apetece, tambien hay q tener en cuenta “la pasta”
Ankgor, Petra, Machupicshu, uno va donde quiere. pero nunca comprendí (no va con esta família) ese afán de visitar exotsimos externos sin conocer la monumentalidad de nuestro país.