En la segunda jornada del juicio por asesinato en el que se acusa al marido, Eduardo Enrique E.R., este martes la hermana menor de la víctima refirió el control que él tenía sobre ella, dijo que la obligaba a drogarse. Explicó que fue la amiga de su hermana la que la informó de la muerte, por mensajes a los que ha tenido acceso este diario. La amiga, testigo directo que no declarará en el juicio, le escribió aquella mañana «no vengas, a tu hermana la asesinó Eduardo, tienes que regresar a Venezuela. Te recomiendo que no vengas, aquí corres riesgos, te estoy poniendo sobre aviso. Por eso mismo no vino mi prima, porque aquí Eduardo me drogó y quiere hacer lo mismo con mi prima y contigo. No vengas, llama a la Policía de Menorca», le indicó por escrito.
La joven lo que hizo fue recurrir a la Policía del Aeropuerto de Madrid, y enseñarle estos mensajes. Cuando ya estaba junto a un inspector, que este martes declaró en el juicio, sonó el teléfono. Era Eduardo, pero F.P.M. no se atrevió a cogerlo. Lo hizo el policía haciéndose pasar por un amigo que había ido a recogerla. Cuando el agente le pidió que se pusiera su hermana -Elisabeth-, muy tranquilo, el acusado le respondió que no se encontraba bien y no podía ponerse, ocultándole que había fallecido. El inspector llamó a sus compañeros de Menorca para ofrecerse a tomar declaración a la hermana «pero me dijeron que no hacía falta, que para ellos estaba claro», dijo el agente.
La del inspector de Madrid y la hermana de la víctima fueron dos de las testificales del juicio por el crimen del jacuzzi que este martes vivió su segunda jornada en la Audiencia de Palma. Eduardo Enrique E.R. escuchó impasible el testimonio de policías, conocidos, familiares de su mujer, vecinas y la responsable de la casa de acogida donde Elisabeth tuvo que pasar dos meses tras denunciarle por haberle dado una paliza en 2013. Prácticamente todas las declaraciones entran en contradicción con el relato y la imagen que trató de ofrecer el acusado de asesinato en la primera jornada.
Los policías locales declararon que el hombre estaba sobrio cuando llegaron, que se mostró apático, poco colaborador y que solo reclamaba que le devolvieran un móvil de su esposa que un agente cogió cuando lo vio en una estantería. El vaciado de ese teléfono con una grabación de 8 horas fue la razón por la que la Policía Nacional dejara de considerar la muerte como accidental y acabara acusando al marido de haberla asesinado.
La amiga de la pareja esperaba a los policías en la puerta. Encontraron al fondo de la nave al hombre con la mujer medio doblada, una pierna en al jacuzzi y el resto del cuerpo fuera, seco, salvo la cabeza mojada mientras él parecía que intentaba hacerle un masaje para reanimarla. El jacuzzi estaba parcialmente tapado por una lona y con no más de 40 centímetros de agua, en contra de lo que dijo el acusado. No había vasos ni bebidas ni toallas en la habitación, pese a que él había declarado que ambos estaban muy borrachos y colocados porque se lo habían bebido todo. Aseguró que ambos habían acabado en el jacuzzi, y cuando despertó encontró a su mujer ya desvanecida y no pudo hacer más para sacarla porque no tenía fuerzas por los efectos de las drogas.
Los agentes empezaron a retirar las barcas de la parte de la delantera de la nave para que los técnicos sanitarios pudieran actuar, pero el marido no colaboraba. «Incluso me puse nervioso y le dije que nos ayudara. ¿Por qué?, me preguntó, y le respondí: porque tu mujer se está muriendo», relató un agente local. La amiga aguardaba en la puerta, «estaba aterrorizada, nos pedía que no la dejáramos sola con él y al hombre le pedía que ni se acercara, han pasado cosas muy serias, decía ella, y estaba temblorosa». En ningún momento el acusado preguntó por el estado de su mujer cuando los compañeros estaban tratando de reanimarla, dijeron los agentes.
La declaración de una de las policías nacionales que escuchó la grabación del móvil registrada el mismo día de la muerte aportó más contenido al juicio. «Se oyen muchos vómitos, arcadas, e incluso se la oye decir a ella ‘me muero' y a él ‘déjala que se muera'. La Policía estima que si la mujer estaba en ese estado difícilmente se habría metido en un jacuzzi por su propia voluntad. La agente nacional declaró que tanto el acusado como la amiga que estaba con ellos «nos ocultaron que Elisabeth estuviera mal, como se escucha en la grabación».
En otro documento aparecido en el teléfono de Elisabeth, ella conversa con su abogado en febrero y le dice que su marido quería un poder para el control de la empresa en caso de enfermedad, accidente o muerte. La empresa, con muchas deudas, que él cifró en 110.000 euros, estaba a nombre de la víctima.
El apunte
La testigo principal, que no declarará, estaba atemorizada y ahora en paradero desconocido
1 comentario
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I com sempre, identitar de la víctima amb lletres ben grosses i la del presunte assessí només inicials. Crec que hauría de ser ben a l.enrevès!!