Mónica Juanatey cumple la condena en la cárcel de Palma.

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Esta semana se han cumplido los 10 años desde que los hermanos de Sant Lluís Nando y Miquel Torres encontraran la maleta con el cadáver de César, el niño de 9 años al que su madre, Mónica Juanatey, había asesinado dos años antes ahogándolo en la bañera de su casa, en Maó, para que no entorpeciera en la relación con su pareja. Después lo introdujo en la maleta con algunos objetos personales y lo arrojó desde la carretera hacia el bosque en la finca de Binidalí de Ses Vilotges.

Mónica Juanatey, de Noia (A Coruña) cumple la condena de 20 años por asesinato con agravantes de alevosía y parentesco en la cárcel de Palma, donde fue trasladada poco después de su detención el 26 de noviembre, solo tres días más tarde de que apareciera el cuerpo de su hijo en la maleta que ella había arrojado desde la carretera posiblemente en julio de 2008, fecha en la que lo asesinó, aunque hizo creer a su familia durante estos años que el niño seguía vivo. Ha cumplido ya la mitad de la condena pero no ha disfrutado de ningún permiso. Técnicamente, podía haberlo hecho a partir del cuarto de condena. O bien no ha solicitado permisos o bien no le han sido concedidos. No ha tenido problemas en prisión.

«La maleta estaba de pie, con la cremallera abierta, alguien la había descubierto antes, esa es la sensación que tuve», afirma Nando Torres quien fue descubrió la maleta. Estaba con su hermano cortando leña en la finca de su madre aquella tarde del 23 de noviembre de 2010 cuando él se distanció unos metros para ver el estado del paso de un pequeño barranco que la atraviesa.

«Ya anochecía, y cuando estaba llegando vi esa maleta, estaba de pie, lo cual ya me extrañó -pensó más tarde- porque la arrojaron desde la carretera, a unos 8 metros, y es casi imposible que se quede derecha». Por eso Nando cree que «alguien la había visto antes, posiblemente cazadores con sus perros, pero no dijeron nada». Añade que «otra cosa que me hace pensar en esta hipótesis es que la maleta tenía tres cortes que le habían hecho como para comprobar si había algo en el doble fondo».

Con la cremallera algo abierta, «solo tuve que separar un poco las dos partes y en seguida vi la cabeza que sobresalía», relata». Admite que «ni se me pasó por la cabeza que fuera alguien asesinado». De inmediato llamó a su hermano, «le dije que viniera porque había algo realmente importante». Miquel, con conocimientos en excavaciones arqueológicas, concluyó que era el cráneo de un niño. «Tenía pelos y lo demás que vimos eran huesos y papeles».

Ambos dejaron la maleta en el mismo luegar y acudieron al cuartel de la Guardia Civil, en la carretera de Sant Lluís. «Regresamos con cuatro agentes, yo por delante, a oscuras, y ellos me alumbraban por detrás». Un guardia civil, sin usar guantes, comenzó a manipular la maleta y al comprobar la veracidad del hallazgo se puso en marcha la maquinaria policial y judicial, ya que Binidalí pertenece a Maó y es competencia de la Policía Nacional.

Los hermanos Torres fueron a declarar a Comisaría unos días después. Lo hicieron por separado, «cuando el crimen ya estaba resuelto, por eso no nos llamaron antes». En el juicio, celebrado en octubre de 2012, volvieron a declarar por videoconferencia. Ambos dieron los nombres de los cazadores que acuden al coto, pero la Policía no llegó a contactar con ellos porque Mónica Juanatey acabaría confesando el crimen en las dependencias policiales. Las iniciales del niño en el estuche que también fue hallado en la maleta permitieron descubrir su identidad y resolver el caso.