Algunos exiliados ucranianos se reunieron este lunes, cuando se cumplieron tres años de la invasión rusa, en la localidad de Es Castell | Gemma Andreu

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Los refugiados ucranianos en Menorca asisten atónitos, como muchos dirigentes europeos, al giro de guión en el conflicto de su país con Rusia, que comenzó con la invasión ordenada por Vladimir Putin el 24 de febrero de 2022. El cambio radical de postura de Estados Unidos, su negociación con Rusia, y las declaraciones de Donald Trump culpando a Ucrania de la guerra, o llamando «dictador» a Zelenski, se ven con máxima preocupación.

«Desde que comenzó la guerra intenté explicar a todo el que me preguntaba mi opinión, que esto no es algo local, si negocian la paz no hablarán de Ucrania sino de cómo gobernar el mundo, cómo se lo reparten, antes teníamos un loco, ahora tenemos dos», asegura Daria Iegorova, muy activa en la acogida de sus compatriotas en Menorca, donde reside desde 2017.

Ella no llegó como refugiada sino por circunstancias personales, es empresaria, teletrabaja y mantiene así abierto su negocio y los empleos en Kiev, donde la gente intenta salir adelante pese a los ataques rusos con misiles balísticos y drones. «Son ya tres años, no queda otra que intentar seguir», buscar la ‘normalidad’ cotidiana pese a los ataques y la destrucción de parte del territorio ucraniano que ha forzado a la población a huir. Muchos llegan a Kiev procedentes de otras provincias y de las zonas ocupadas.

Para esta ucraniana la situación se está tornando «muy peligrosa para todos, Trump está repitiendo las palabras de Putin sobre el inicio de la guerra, los países vecinos de Ucrania y Rusia tienen miedo, los que formaban parte de la Unión Soviética como Estonia,Lituania y Letonia, también. No va a parar». Y las palabras que algunos refugiados musitan con miedo es «si sigue así llegaremos a la tercera guerra mundial».

Lola, de 16 años y procedente de Kiev, llegó a Maó como refugiada con su madre y sigue en la Isla | Gemma Andreu
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Planes de futuro

«Putin no se conformará, no va a parar, como ya pasó con Crimea y luego con Donetsk y Lugansk, seguirá avanzando», se muestra también convencida Lola, una adolescente de 16 años procedente de Kiev. Allí viven todavía su padre, una hermana y sus abuelos. Ella llegó a Maó como refugiada con su madre y sigue en la isla, «planifico mis estudios en España porque no sé qué pasará en Ucrania» y porque, aunque llegue la paz, «tardará tiempo en reconstruirse todo, también la economía», asegura.

Esta joven no quiere ni oir hablar de más concesiones territoriales a Rusia, «no podemos dar parte de nuestro país con nuestra gente». Desde una postura más pragmática, Daria Iegorova, ve difícil recuperar las zonas ocupadas. «Hay una parte de Ucrania que lleva ya 10 años ocupada, hay zonas totalmente destruidas, sin vida, los idealistas hablan de recuperarlo todo pero si eres realista te preguntas ¿cómo? Lo veo muy complicado», se lamenta.

Rusia se ha hecho desde 2014 con el control de alrededor del 18 por ciento del territorio de Ucrania.

Por otra parte, los ucranianos, que desde el primer momento llamaron a la implicación de Europa para frenar las ansias expansionistas de Putin, ven cómo ahora se cumplen sus peores presagios. «Es hora de que Europa entienda qué está pasando, la OTAN solo son siglas, no ha funcionado, y la seguridad de los europeos no puede depender de Estados Unidos porque no están a salvo», asegura Iegorova, y menos tras las palabras de Trump.

Las elecciones se ven «imposibles» bajo los misiles y con miles de desplazados

Las últimas elecciones en Ucrania se celebraron en 2019 y el mandato del presidente Zelenski concluyó en 2024. Sigue en el cargo porque la ley marcial impide hacer elecciones, con el consenso de la oposición, y tiene el apoyo del 57 por ciento de la población, no el 4 por ciento como afirmó Trump. Desde Menorca, una convocatoria de elecciones bajo los misiles, con miles de desplazados y movilizados por la guerra, en zonas en las que no se puede ni asegurar el derecho al voto se ven «imposibles». Creen que unas elecciones legítimas deberían realizarse cuando la guerra acabe.

El apunte

Una colonia estable e integrada de una veintena de exiliados

Aunque en junio de 2022 los exiliados por la guerra de Ucrania llegaron al centenar en Menorca, la cifra descendió de forma gradual hasta llegar a los 24 actuales. Un recuento que no es una foto fija, algunos ciudadanos ucranianos partieron hacia otras comunidades autónomas pero la gran mayoría, han echado raíces aquí. Sus hijos se han escolarizado, poco a poco han encontrado trabajos, la mayoría de temporada pero algunos también todo el año, hay quien ha hallado pareja en la isla y ha rehecho la vida que truncó la guerra, incluso ya hay un bebé menorquín nacido de una madre ucraniana, procedente del Donbass.

«Durante los dos primeros años prestamos mucha ayuda a las familias que llegaban para ayudarlas en su integración, pero ahora ya son muy independientes», comenta Andrea, una voluntaria que presta apoyo a los refugiados ucranianos, principalmente en la búsqueda de vivienda y empleo. Algunos fueron acogidos en familias menorquinas y han logrado en este tiempo independizarse

Aquellos exiliados que han podido han reunido en Menorca a sus allegados, la mayoría de quienes llegaron en los primeros compases del conflicto fueron mujeres con hijos, ya que a los hombres, si estaban en Ucrania y tenían edad militar, se les destinaba al frente. Aún así, hay familias, padre, madre e hijos, que han logrado reunirse y viven en Menorca alejados de las bombas pero con su corazón y pensamientos puestos en Ucrania.

Los ciudadanos ucranianos que llegaron a la Isla se reúnen en ocasiones, pero están repartidos en diferentes municipios, sobre todo en Maó yEs Castell, una familia en Es Mercadal y otras dos en Ciutadella.