Una cerda amamanta a sus crías.

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Defienden los impulsores de la recuperación del cerdo negro de Menorca, que ha sido una especie «fundamental» para la economía agrícola de la Isla, «integrándose plenamente en las prácticas de ganadería extensiva y convirtiéndose en elemento esencial en la gastronomía local».

En un contexto de demanda de productos agroalimentarios autóctonos y de calidad, la carne de cerdo de Menorca encaja por «su sabor único y sus cualidades nutricionales, tiene un gran potencial para convertirse en producto gourmet». Por eso, «la denominación de origen o su certificación como raza autóctona podría incrementar su valor en el mercado, beneficiando a los productores locales y contribuyendo a la economía rural», exponen los impulsores.

Asociación

Para Xavier Surinyach es primordial «crear una asociación para el cerdo negro, que una a varios ganaderos y que dé garantías para determinar si los ejemplares son, o no, cerdos negros de Menorca». Esto ayudaría a «garantizar la preservación de la raza», con el compromiso de los payeses y, por otro lado, el apoyo institucional. Porque, considera el promotor del proyecto de estudio, «ahora es el momento en que hace falta el apoyo de las administraciones, han sido tres años de mucho esfuerzo y dinero» para asegurar la conservación de este animal.

Este respaldo debería traducirse, reclaman, en proteger la raza menorquina a través de su catalogación como modalidad autóctona diferenciada de la mallorquina.Esto le abriría la puerta a subvenciones y ayudas, y a impulsar la investigación e innovación en genética, gestión y sanidad animal.

En cuanto al valor gastronómico, su carne se caracteriza por una baja infiltración de grasa en los músculos. Esto hace, según Xavier Surinyach, que el cerdo menorquín sea «perfecto para embutidos como la carn-i-xulla, que en Mallorca no pueden elaborar, precisamente, porque su cerdo tiene demasiada grasa». La sobrasada, el butifarró negro y blanco o el cuixot son otros productos que se elaboran a partir del cerdo.

El documento elaborado se trasladará a las instituciones públicas y los organismos dedicados a la conservación de especies, con el objetivo de recabar su apoyo.

El apunte

Con el fundador de la Unidad de Biología Evolutiva (CISC-UPF) al frente

El estudio ha contado con la supervisión de Jaume Bertranpetit, discípulo de Luca L. Cavalli en la Universidad de Stanford (California) y catedrático emérito de Biología y fundador de la Unidad de Biología Evolutiva de la misma institución y del Centro de Investigaciones Científicas (CSIC-UPF).   

Otros investigadores que han intervenido son la bióloga evolutiva de la UPF, Simone A. Biagini, o Anna Mercadé, del Servei Veterinari de Genètica Molecular de la Universitat Autònoma de Barcelona, que se ha encargado de las extracciones de ADN de las muestras. Anna Castelló, del Centre de Recerca en Agrigenòmica (CRAG), ha trabajado con los genotipos y el análisis de genomas. También del CRAG, Miguel Pérez-Enciso, y Raquel Quintanilla, del Institut de Recerca en Tecnologia Agroalimentàries (IRTA) han hecho aportaciones al proyecto.

Para recabar datos sobre la genética y la morfología de otras razas, como el cerdo negro de Mallorca, «no ha sido posible obtenerlos directamente» desde la isla vecina, «no deben querer competencia», lamenta Xavier Surinyach. Así, se ha podido recurrir a la investigadora del INIA-CSIC, Cristina Óvilo, para acceder a la información disponible, para cotejarla con la del cerdo menorquín. Las investigaciones, mediante arrays (sondas de ADN) de SNP, han demostrado, aseguran, la singularidad del perfil genético del cerdo de Menorca: presenta una menor hibridación con otras razas, lo que garantiza su pureza genética y «justifica la necesidad» de preservarla, concluyen.