Ángeles Durán, periodista y doctora en Comunicación, en la rotativa del «Menorca» junto a la tirada del diario. | Gemma Andreu

TW
14

Ángeles Durán Mañes, periodista, doctora en Comunicación Empresarial e Institucional y presidenta de la Associació de Periodistes de Balears (APIB), participó en el encuentro del Cercle d’Economia en el Ateneu, dedicado a los nuevos desafíos de la profesión en la era de la posverdad. Durán, profesora y coordinadora del Grado de Periodismo en el Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez-Universidad Pontificia de Comillas, afirma que estamos inmersos «diría que incluso en la era de la mentira» y que «nos enfrentamos a una situación muy delicada» con la Inteligencia Artificial (IA).

¿Qué es lo más inquietante de esa nueva tecnología?

—Supone una oportunidad para muchos sectores, también para el periodismo como herramienta, pero al mismo tiempo es un peligro enorme. Hemos visto que permite manipular imágenes de vídeo, que ya no sabes que son falsas, e incluso puede reproducir la voz de cualquier persona, llegará un momento en que no sabremos distinguir lo que es verdad de lo que es mentira. La APIB está en un grupo de trabajo    sobre IA de la Federación de Asociaciones de Prensa, y una propuesta es indicar, en las informaciones que se publican, si han sido elaboradas con IA.

¿A qué se enfrenta el periodismo con la irrupción de la IA?

—Nos enfrentamos a una responsabilidad tan grande que nos puede sobrepasar, para mí los periodistas serán los autorizados para filtrar la verdad y lo que debe llegar a la audiencia como información veraz. Eso puede suponer un trabajo tan arduo y un desgaste tan grande que resulte inabarcable. El periodista tiene una serie de horas al día para producir contenidos y esa urgencia, que prima muchas veces sobre la calidad para dar informaciones cuanto antes, es enemiga de la rigurosidad. Su papel es fundamental, por eso se deben mejorar las condiciones laborales para que pueda asumir ese papel dentro de su jornada, sin renunciar a otra vida.

¿Cómo desacelerar, en medio de la vorágine digital, para ofrecer el rigor necesario?

—Yo creo que justamente la prensa local, la de proximidad, tiene mucho futuro, porque puede contrarrestar la mentira. Adquiere importancia porque es más fácil de señalar si no ha contrastado, no ha respetado la veracidad o incluso si ha fallado, puede estar en el punto de mira así que al mismo tiempo, es más fiable. Estoy convencida, la prensa local cada vez va a ser más fuerte, me parece una oportunidad tanto para el periodista como para la audiencia.

¿Quién elegirá a los que dicen la verdad o decidirá los que son pseudo-medios?

—Para mi quien autoriza es la audiencia. Y sobre los pseudo-medios, creo que de alguna manera podrían estar regulados. La Federación de Asociaciones de Periodistas de España (FAPE) propone que se incorpore al plan de regeneración democrática la exclusión del reparto de publicidad institucional a los medios que han sido condenados por falsear la información, cuando haya una sentencia firme.

¿Es un plan de regeneración o de control de la información?

—En realidad recoge lo que dice el reglamento europeo de libertad de medios, que es de obligado cumplimiento y no necesita trasponerse mediante una norma nacional, entrará en vigor en todos los estados miembros en agosto de 2025. Pero es muy importante vigilar que las leyes nacionales no introduzcan elementos de control que sobrepasen lo que dice Europa, y en España, tener mucho cuidado para que no se establezcan criterios partidistas e interesados.

¿Qué aspectos positivos tiene dicha regulación?

—Estoy a favor de los dos grandes elementos que marca el reglamento. El primero, conocer la propiedad de los medios, porque eso da pistas a la audiencia para hacer un consumo crítico, es lo que se llama educación mediática, saber por qué se trata un tema con determinado enfoque, se le da un espacio o, incluso, no se trata. La otra gran pata es conocer la publicidad institucional, en qué medios se pone y qué cantidad, es importante porque si no, pueden ser subvenciones encubiertas.

¿Se fijan límites a la concentración de medios o a la publicidad institucional?

—De momento en ninguno de los casos la Unión Europea pone esos límites. Yo creo que la publicidad institucional tiene que responder a criterios objetivos y objetivables, como la difusión, la audiencia, o por ejemplo si se invierte en digitalización.

¿Cómo diferenciar los pseudo-medios?

—Europa también está marcando pautas sobre qué se considera un medio y qué no lo es. Por ejemplo, la propiedad no puede ser de partidos políticos ni siquiera puede pertenecer a terceros países, incluso hay una medida muy interesante: no se considerará medio si ha sido generado con IA y no ha sido revisado por personas. El concepto de pseudo-medio no me desagrada, me cuesta llamar medios a aquellos que no están profesionalizados, que hacen un trabajo de poca o nula calidad o –un criterio para mí determinante–, que no sigan unos códigos deontológicos.

¿Qué ha hecho mal la profesión para que tantos ciudadanos se fíen más de esos canales y de las redes, frente a los medios tradicionales?

—Una de las causas es sin duda la politización de algunos periodistas y el servilismo a ideologías, tanto de medios como de profesionales, buscando favores, eso nos ha desprestigiado mucho. Luego, el propio sector político, por intereses, ha intentado desprestigiar; si un periodista dice algo que no les conviene pues le desprestigian, eso lo hemos vivido. En ocasiones se ha atacado a compañeros de medios consolidados y fiables que han hecho un buen trabajo. Yo creo que se puede hacer crítica sobre el medio pero menos sobre el periodista, debemos garantizar que no reciba presiones ni de fuera ni de dentro, la independencia.

Como profesora ¿ve en sus estudiantes, futuros periodistas, empuje y vocación?

—Echo en falta más convicción hacia el periodismo puro, el periodismo idealista y comprometido, la verdad. Esa parte de vocación extraordinaria para cambiar el mundo la veo menguada, tengo muy pocos alumnos que quieran irse fuera o ser corresponsales de guerra; hay muchos que quieren dedicarse al periodismo deportivo, y bastantes que entran en la carrera queriendo dedicarse a los medios y    acaban pasándose a gabinetes de comunicación. Creo que las nuevas generaciones, y ahora no hablo de mis alumnos sino de los jóvenes en general, tienen mucho que aportar y el potencial para hacerlo, pero el contexto no les ayuda. Son nativos digitales y ese ecosistema les está haciendo daño en su salud mental.