Julia Muñoz en el interior del vehículo camperizado que se ha convertido en su vivienda. | A. V. R.

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Julia Muñoz trabaja en el sector de la restauración de mayo a noviembre, y vive en una furgoneta camperizada desde hace dos años. Su caso es un ejemplo paradigmático de hasta qué punto la crisis de la vivienda está repercutiendo en el proyecto de vida de muchas personas, que a pesar de tener una nómina no pueden hacer frente a los elevados precios del mercado residencial de Menorca.

Doce cambios de casa

Como en la mayoría de casos, Julia se cansó de los alquileres imposibles y de vivir sometida a los vaivenes de la oferta de alquiler de la Isla, y decidió pedir un préstamo al banco para comprarse una furgoneta, que le costó 17.500 euros y que espera acabar de pagar en dos años. En su caso, dispone de placas solares, que le permiten tener agua caliente, ducha, cocina y calefacción, y de vez en cuando se queda a dormir en casa de sus amigas.

Julia recuerda que antes de comprar la furgoneta, llegó a cambiar de casa hasta doce veces en ocho años, lo cual «era una auténtica locura», y en muchas ocasiones los propietarios no aceptaban su nómina de trabajadora fija discontinua. «Estaba cansada de que me mandaran para todos lados, de mudanzas y de no saber dónde iba a vivir el mes que viene», lamenta. Ahora, asegura que se ha sacado de encima la presión del mercado inmobiliario. «Hace dos años que estoy viviendo así, y ya no sé ni a qué precio están los alquileres», refiere con alivio.

A pesar de su situación, Julia cuenta su historia con energía y buen humor, y explica que es graduada en Magisterio y que ahora está estudiando para sacarse el nivel C1 de catalán para poder ejercer de lo que ha estudiado. «Seguiré en la hostelería hasta que me lo saque y pueda trabajar de lo mío», asegura con ilusión.