Imagen aérea de la Illa d’en Colom, en Es Grau, captada en el verano de 2021. | JAUME CARBONELL

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El estudio sobre el uso público de las playas en 2023, realizado por la Agencia Menorca Reserva de Biosfera, constata que el verano pasado apenas hubo variaciones en la cifra máxima de embarcaciones fondeadas en las 54 calas que forman parte de este trabajo. Se contabilizaron 1.854 barcos, lo que supone un incremento de veinte en relación a 2022 y un centenar menos que en 2021, cuando se alcanzó la cantidad más elevada.

Pese a ello, se produjeron incrementos sensibles en playas populares como son Es Grau, en pleno Parque Natural de S’Albuera des Grau, o La Vall. En la cala mahonesa se llegaron a contalizar 191 barcos fondeados al mismo tiempo, cuando el año pasado la cifra máxima se quedó en 175 (128 en 2021). Fue el 5 de agosto. En este punto también se han llegado a contar 23 kayacs.

En La Vall el máximo de barcos fondeados fue de 142, casi el doble de los 73 del verano pasado. Fue el 15 de agosto. La cifra, no obstante, es bastante similar a 2021.

Los autores del informe advierten que el conteo de buques depende mucho de las condiciones meteorológicas del día en que se realiza. Macarella y Macarelleta con 77 y Santandria con 74 les siguen en la lista de playas más visitadas por los aficionados a la náutica. El estudio indica que en un 26 por ciento de las 54 playas analizadas se han llegado a contar más de cuarenta embarcaciones, en un 33 por ciento de veinte a cuarenta, en un 15 por ciento de diez a veinte, y con menos de diez, el 26 por ciento.

En el apartado de observaciones playa a playa, los autores del estudio destacan que la contaminación acústica que procede de estos barcos es uno de los problemas que atañen a varias calas de la Isla. Esta contaminación acústica se produce también por las personas que se lanzan de las rocas, los altavoces o los vendedores ambulantes en varios arenales. Otras incidencias son los residuos en el entorno más próximo de las playas, barcas que no respetan la zona de baño, la invasión de zonas dunares o, en el caso de Binimel·là, turistas alimentando a tortugas marinas.