Apasionado del cerebro y de la música, Jesús Martín-Fernández trabaja ahora mismo con su mentor, el profesor Hugues Duffau, un referente mundial en cirugía despierta. En el hospital Gui de Chauliac de Montpellier se practican entre tres y cuatro cirugías de este tipo a la semana y el objetivo es preservar las emociones del paciente. El joven doctor canario ofrece este jueves una charla abierta (18.30 horas), en el teatro del Orfeó Maonès, invitado por el Área de Salud de Menorca.
En febrero hizo historia con una intervención en la que utilizó Inteligencia Artificial ¿cómo la aplicó exactamente?
—El término IA está adquiriendo gran cantidad de connotaciones, nosotros no metimos ningún soporte digital dentro del cerebro. Lo que hicimos es construir un test a base de IA, que ahora está en fase de validación, donde actores profesionales representan emociones, los capturamos e hicimos un avatar metahumano, basado en ellos, adaptándolo a las restricciones que tiene la cirugía, por ejemplo las tareas tienen que durar 4-5 segundos. La emoción en vivo del avatar que le ponemos inspirado en un actor tiene que durar esos segundos, porque es el tiempo que podemos estar estimulando el cerebro para saber si esa zona es crítica o no para una función que, en nuestro caso, es la percepción de las emociones.
El objetivo es extirpar un tumor sin dañar la capacidad de percibir emociones ¿cierto?
—Hasta ahora en la cirugía despierta de tumores lo que más se hace en casi todo el mundo es evaluar que no se dañen el lenguaje y el movimiento, nosotros intentamos ir más allá, porque sabemos que hay un alto porcentaje de pacientes que, después de la cirugía, tienen trastorno de comportamiento, de percepción de las emociones o de la conducta sexual. Creemos que hay que indagar o al menos intentarlo. En vivo vemos cómo el paciente cuando le aplicamos el estímulo eléctrico deja de reconocer la emoción que antes podía reconocer. Intentamos que al operar no se vean afectadas aquellas regiones involucradas en reconocer las emociones en los demás.
¿Cómo funciona el test?
—El día anterior comprobamos que el paciente ve las emociones bien o cuáles no ve, y luego en quirófano se le pone las que ha conseguido diferenciar bien para que, si falla dentro del quirófano, sepamos que es porque le estamos aplicando estímulo eléctrico a su cerebro. Si el paciente se equivoca o no es capaz de reconocer una emoción, sabes que esa zona estimulada es crítica y por tanto no la extirpas junto al tumor sino que la respetas.
¿Siempre en el hemisferio derecho?
—El cerebro es un conjunto, la división es un poco conceptual, pero es cierto que hacia la derecha está todo lo que es el procesamiento conductual y emocional, y lo estamos aplicando más en el hemisferio derecho, pero estamos empezando a usar esta técnica también en el izquierdo, donde predomina el lenguaje. Al final tienes que quitar un tumor, de acuerdo con lo que se pueda y con la preferencia del paciente. Habrá una persona que diga «para mí es demasiado importante perder el control de las manos porque soy pianista», y otro querrá que le quites el tumor entero independientemente de lo que pase. Por eso hablamos de cirugía despierta a la carta, siempre entendiendo los riesgos que hay, no lo sabemos todo sobre el cerebro.
¿Será posible llegar a ese nivel?
—Respetando las limitaciones que tiene el cerebro, por supuesto. Queremos llegar a un punto en el que se unan la extirpación de la mayor parte del tumor posible y el respeto por las funciones que para el paciente son importantes. La persona, aparte de moverse y caminar, querrá tener una vida familiar y emocional normal, y volver a su trabajo después de la cirugía.
¿Por qué une neurocirugía y la canción «Al otro lado del río»?
—Es un lema de vida y está parafraseado de mi amigo Jorge Drexler. Para mi implica que luchemos por ir más allá de lo establecido, aunque ello implique muchas veces tener a la gente en contra hasta que lo terminas demostrando. A veces se puede dejar un pequeño porcentaje de tumor si es una zona crítica para el reconocimiento de las emociones, pero ahora mismo suena extraño, te sientes presionado por los protocolos. Eso es ir al otro lado del río. La razón por la que sé que no me estoy equivocando es porque tengo la suerte de ver al mejor del mundo, Hugues Duffau, y puedo decir que es posible ir más allá. Creo que mi obligación cuando deje Montpellier es seguir yendo al otro lado del río, desarrollando nuevas tareas, nuevos tests e intentando que el paciente sea partícipe de su resultado después de la cirugía de un tumor.
Acaba de realizarse un trasplante de pulmón robotizado. ¿En un futuro será posible realizar operaciones cerebrales automatizadas?
—Hay una diferencia fundamental, el cerebro es un sistema complejo donde están todos nuestros procesos mentales y, conceptualmente, no es ‘ancho, alto y profundidad', es eso y luego las funciones van cambiando de lugar a lo largo del tiempo, por la plasticidad y la gran interindividualidad que hay entre personas. Una función en tu cerebro estará en un sitio y en el mío, en otro. Las funciones superiores (cognitivo, emocional, conducta, personalidad) no se pueden ver en una resonancia, son como un castillo de naipes, tú podrás ver las cartas que lo soportan y tratas de identificarlas, defenderlas y preservarlas, es lo que intentamos. Por eso me cuesta pensar que se automatice todo o que la IA lo llegue a saber todo, y lo digo como usuario de IA. Creo que estamos subestimando un poco el cerebro.
Su otra pasión es la música, dirige y compone. ¿Jugó un papel en la elección de su especialidad médica?
—Sin lugar a dudas. Como músico he aprendido la importancia de generar emociones en los demás, y como neurocirujano he entendido la emergencia que significa que vayamos al otro lado del río para intentar averiguar cómo conservarlas. Una cosa alimenta la otra, sigo escribiendo música e intento llevarlo todo siguiendo mis sueños.
1 comentario
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Gracias al podcast de The Wild Project de Jordi Wild descubrí quien era Jesús Martín-Fernández. ¡Una entrevista super interesante que te deja con ganas de saber más! La recomiendo.