El aparato de Tomografía Axial Computerizada (TAC) que el hospital estrenó a comienzos de año.  | Gemma Andreu

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Su familia ha contado exactamente los días transcurridos desde que la oncóloga que trataba a Paqui Miró solicitó un TAC para saber cómo evolucionaba su enfermedad y el momento en el que se le realizó la prueba, ya ingresada en planta del Hospital Mateu Orfila: fueron 85 en total. La petición de la tomografía se presentó en el mostrador de citaciones el pasado 7 de mayo y finalmente se practicó el viernes 30 de julio; solo cinco días después la paciente falleció.

El tumor que tenía en el pulmón derecho había remitido gracias a las sesiones de radioterapia a las que se sometió en abril    pero se había extendido al hígado y en el tiempo de espera el cáncer no se detuvo.

85 días es una cifra que su viudo e hijos no pueden sacudirse de la cabeza, un número que, como las estadísticas de las demoras en la asistencia sanitaria, tiene historias personales detrás, vidas de seres queridos que tal vez habrían tenido una posibilidad de supervivencia si la prueba diagnóstica, solicitada por una oncóloga que reiteró su petición dos veces más, en junio y julio, y que llevaba el sello de preferente, hubiera llegado a tiempo.

«A mis hijos y a mí nos cuesta entender que en el siglo XXI en Menorca se tarden 85 días para una prueba que pide la especialista», relata apenado y todavía asumiendo la pérdida de su esposa el periodista Sebastià Rotger. «No queremos achacar culpas a nadie, pero sí denunciar que el Servicio de Atención al Paciente no funciona», además de estar dolidos por «la descortesía del director-gerente que ni siquiera responde una carta angustiosa de una persona que veía que la vida se le acababa y que pedía un TAC», explica.

Y es que antes del ingreso hospitalario su mujer y él mismo habían reclamado la prueba diagnóstica a través de los canales de comunicación que ofrece el IB-Salut. «El 8 de julio, dos meses después de solicitar la prueba y al ver que no la llamaban, fuimos a poner una queja al Servicio del Paciente, pero aún no han contestado y ella ya ha fallecido», señala Rotger. El 15 de julio fue la última vez que acompañó a su esposa a la consulta de oncología, allí la doctora, al no tener todavía la prueba, les volvió a citar para el 16 de agosto, con la esperanza de tener entonces un resultado diagnóstico y establecer el tratamiento adecuado. De nuevo, tarde.

Diez días antes de morir, el 26 de julio, el estado de salud de Paqui empeora, su marido le ayuda a redactar una carta desesperada y personal al gerente del hospital, Romà Julià, en la que solicita su mediación para lograr el TAC porque «ella sabía que su enfermedad era grave».En la misiva, que nunca obtuvo respuesta y se entregó por duplicado (en la recepción del hospital y en el servicio de oncología), la paciente manifestaba su angustia por la espera. Solo dos días después y ante su empeoramiento, el 28 de julio acude a Urgencias y es ingresada. El 30 de julio le realizan el TAC esperado desde mayo, un viernes; aún habría de pasar el fin de semana para que el lunes 2 de agosto el médico les anunciara la fatal noticia de que el cáncer había avanzado. El día 5 acabó su lucha. «No han hecho ni caso a la especialista», acusa su viudo, y reflexiona «quizás los médicos se endurezcan, estén más acostumbrados, pero deben entender que el resto de la gente no lo está, a la familia le cuesta entender, y yo me siento muy mal».