Francesc Conesa dedicó el viernes el ‘Diàleg amb el Bisbe’ a la eutanasia | Josep Bagur Gomila

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«Desde el punto de vista moral, tanto la eutanasia como el suicidio asistido son un crimen contra la vida humana; la eutanasia es una forma de homicidio que ningún fin puede justificar, y el suicidio asistido añade la implicación de otras personas en este acto», afirma el obispo de Menorca, Francesc Conesa Ferrer.

Asevera que «ni la eutanasia ni el suicidio asistido son una ayuda al enfermo, siempre son un mal». El prelado de la diócesis menorquina dio a conocer estas reflexiones en la sesión de los «Diàlegs amb el Bisbe» celebrado en la tarde del viernes en Maó sobre el tema de la eutanasia.

Una cuestión que ha adquirido actualidad al tramitar el Congreso de los Diputados una proposición de ley para su regulación. «Se ha introducido sin suscitar apenas debate, como si fuera una propuesta progresista que respondiera a una gran demanda social». El obispo Conesa manifestó que «es preciso explicar porqué los cristianos consideramos que la aprobación de la eutanasia significará un gran retroceso y una derrota social». Defendió el derecho a morir con dignidad y serenidad, lo que implica evitar el ensañamiento terapéutico; facilitar los cuidados paliativos, y calificó de «lícita» la sedación para aliviar los dolores del enfermo. Pero señaló que «no debe ser practicada por sistema cuando se acerca la muerte, sino sólo en casos concretos, con indicación médica».

En su intervención, el pastor de la Iglesia de Menorca expuso que «morir con dignidad incluye los derechos a no sufrir inútilmente, a que se respete la libertad de conciencia, a que el enfermo conozca la verdad de la situación; mantener un diálogo con los médicos, familiares y amigos; y participar en las decisiones sobre medidas e intervenciones».

La «cultura del descarte»

Las leyes de la eutanasia y del suicidio asistido introducen la «cultura del descarte», que rechaza a los seres más frágiles, expuso el obispo, quien recordó que San Juan Pablo II ya se refería a la difusión de una «cultura de la muerte».

«Abordar el sufrimiento humano pretendiendo eliminar a las personas que lo padecen es un fracaso del sistema asistencial y de toda la sociedad que se desentiende de los más débiles», señaló Conesa. Y añadió que «una sociedad es más avanzada cuando se protege a los más débiles y desfavorecidos y se les permite vivir y morir en las mejores condiciones».