El futuro del campo es incierto, condicionado desde siempre por las inclemencias del tiempo, por la política y por factores sobrevenidos de crisis y pandemias como la presente covid-19. El trayecto no asusta, sin embargo, a las cooperativas agroalimentarias, «vamos bien equipadas, sabemos lo que queremos y conocemos la ruta», declara en tono seguro Jerónima Bonafé, presidenta de Cooperativas Agroalimentarias de Balears.
Durante su intervención, tema central del Foro Agro Santander, que organiza «Es Diari»y patrocina el Banco Santander, desgranó los factores de incertidumbre que amenazan la actividad agroalimentaria y las fortalezas para su supervivencia. La unión en cooperativas es una de ellas porque sus objetivos se trabajan en compañía y criterios solidarios.
Esa organización les permite presencia en casi todos los segmentos agroalimentarios de las Islas y tener una voz única a la hora de tratar no solo del mundo agroalimentario, «también social, económico, paisajístico, hidrológico y todo aquello que tiene que ver con el entorno donde vivimos y las personas que lo habitan», explica Bonafé, con 20 años de experiencia en la presidencia de cooperativas de las Islas. Su labor como interlocutora es bien conocida, además de su política asociativa en el plano local, nacional y europeo.
La actividad agroalimentaria es la primera interesada en el respeto del medio y la lucha contra el cambio climático, «por eso queremos ser lo menos agresivos posible con el medio y por eso hemos propuesto a la Administración medidas para el impulso de las políticas de ahorro, de eficiencia energética y de promoción de energía renovable», añade la directiva cooperativista.
El futuro del campo pasa por el cooperativismo, «por la comercialización en común, por apostar por productos diferenciados y por organizar la producción», apunta como rasgos identificativos de las cooperativas. «Lo estamos haciendo y ello nos permite introducir la innovación y la tecnología en nuestra labor, individualmente es muy difícil de implantar», argumenta.
Ello requiere mantener la producción agraria, que es de vital importancia, por supervivencia y «por lo que el trabajo en el medio rural representa a nivel social, cultural, patrimonial y medioambiental. Somos instrumento eficaz de deslocalización y con voz única representamos los intereses de miles de payeses», relata.
Bonafé cita el ejemplo de Coinga por su capacidad aglutinadora, trayectoria y ejemplo de soluciones para el campo menorquín a través de la cooperación y porque «ha resuelto muchos problemas comerciales de pequeñas explotaciones», comenta.
Otro ejemplo de comercialización en común «lo encontramos en Farmers & Co, una iniciativa que arrancó de la experiencia y el proyecto de Sa Cooperativa del Camp de Menorca en 2016 y que hoy engloba a 11 cooperativas de todas las islas unidas en el proyecto común de comercializar sus productos con un sello de calidad» y que ya tiene 16 tiendas en Balears y una en Barcelona.
Turismo
El entendimiento son el sector hotelero y turístico en general sigue siendo una asignatura pendiente. «Unas islas eminentemente turísticas pero con un pasado agrícola reciente, estamos condenados a entendernos, debemos entendernos», asegura Bonafé para aprovechar sinergias.
La actividad agroalimentaria es garantía, por otra parte, de una cualidad cada vez más valorada entre los consumidores porque ofrece producto local, kilómetro cero, frescos, de calidad garantizada y de temporada. Era un mensaje final dirigido al público en general, «estamos muy cerca de ti, somos tu casa», concluyó su intervención.
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