La jefa del Servicio de Sanidad Forestal, Sandra Closa, durante la jornada informativa del lunes | Josep Bagur Gomila

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Nunca llueve a gusto de todos. Y tampoco lo hará el tratamiento aéreo que estos días procederá a esparcir la Conselleria de Medio Ambiente y Territorio sobre 1.650 hectáreas para reducir la incidencia de la procesionaria sobre los bosques de pinar de la Isla. Algunos lo valoran muy positivamente, pero les sabe a poco. A otros no les gusta nada la medida. La ven una inversión injustificada por los efectos que tendrá. Y hay quien teme por la afectación que puede tener la fumigación sobre su actividad.

La Asociación de Empresarios Forestales de Menorca (Asefome) aplaude la actuación, pero la consideran demasiado reducida, se queda corta. «1.650 hectáreas no son nada, los pinos están muy afectados». Y reflexiona que una actuación puntual de un solo ejercicio no va a solucionar el problema, bajaremos el nivel pero si nos paramos, se avivará de nuevo». Por eso, cree que hay que apostar por una continuidad en el tiempo para conseguir bajar la afectación.

Diferente es la postura del GOB. El coordinador insular, Cristòfol Mascaró, valora en positivo, por un lado, el cambio de enfoque que ha realizado la Conselleria con respecto a las fumigaciones pasadas, en 2014. No obstante, «creemos que aún hay que dar otro paso», otra vuelta al asunto, apunta Mascaró. Entiende y considera «muy lógico» que en parques urbanos exista un control estricto de la procesionaria para que no cree problemas. Pero en espacios naturales, en los bosques, «las fumigaciones a gran escala no deberían realizarse». Apunta, como una vía para reducir la incidencia de esta plaga silenciosa, potenciar los enemigos naturales que tiene. Existen depredadores que, aumentando sus poblaciones, reduciría la presencia de procesionaria. Además, apunta que el gasto «no vale la pena, la inversión por lo que se obtiene, no está justificada», ya que la procesionaria no se erradicará nunca. «Habría que repensar la inversión», concluye.

Por otra parte, a los apicultores tampoco les agrada la medida. Les genera inquietud y dudas. No muestran una negativa inamovible a la fumigación, porque no tienen datos que corroboren efectos adversos sobre las abejas, pero «no somos favorables, preferiríamos que no se hiciese», asegura el vocal de la Asociación Menorquina de Apicultores, Sebastià Pons. Este tratamiento matará a las orugas y puede que también a otras especies que no dañan el bosque. Explica que en la anterior campaña, se aprobó que no fumigarían a 500 metros de las casetas de abejas, no obstante, estos antófilos se mueven en un radio de 2 kilómetros. Y agrega que en algunas zonas no se cumplió esta barrera fijada.