«Siento que aquí está la Iglesia de Menorca. Aquí están sus sacerdotes, los diáconos, nuestros seminaristas; están también los religiosos y, muy especialmente, estáis todos vosotros, fieles laicos, miembros del pueblo de Dios que camina en Menorca», manifestó el prelado. Destacó el significado especial de esta Eucaristía, con la renovación de las promesas sacerdotales que realizaron el día de su ordenación.
Tras señalar que «cuando nos sentimos deshonrados y desacreditados por la conducta vergonzosa de algunos hermanos nuestros», Conesa se unió a las palabra del Papa Francisco para agradecer «en nombre de la Iglesia la fidelidad de los presbíteros menorquines al celibato, y también la entregada generosa y el desgaste en un ministerio que hoy es más difícil por el escándalo de unos pocos -aunque siempre demasiados- hermanos nuestros».
«No temas, rema mar adentro»
El pastor de la Iglesia menorquina profundizó en su reflexión: «tenemos que remar contracorriente porque los vientos que soplan en esta sociedad nos son contrarios», aseveró. Y a continuación añadió que «tenemos que navegar en medio de un mar de indiferencia, vemos con dolor que muchas personas abandonan la fe, sentimos que muchos niños y jóvenes están creciendo sin haber oído hablar de Dios ni saber siquiera quién es Jesucristo. Pero en estos momentos sentimos de nuevo la voz del Maestro que nos dice: no temas, rema mar adentro. No tengas miedo, sal por plazas y caminos. No te canses de proclamar mi nombre».
El mensaje central de esta homilía, dirigida a los presbíteros de Menorca, consistió en «recibimos el Espíritu para evangelizar y nuestra vida sólo tiene sentido cuando ponemos todo nuestro ser al servicio del Evangelio». Proclamó el obispo que «nos esperan muchos hombres y mujeres de Menorca. Esperan nuestra palabra y el testimonio de nueva vida. No podemos quedarnos en la orilla, sino que hemos de lanzarnos al mar, sin temor a arriesgarnos para difundir un mensaje de esperanza en Dios».
El valor de la sinodalidad
Conesa interpeló a los sacerdotes cuando les dijo que «estamos juntos en esta tarea; navegamos en la misma barca, trabajamos en la misma viña, una viña que no es nuestra, sino de Dios. Exige dejar de lado las diferencias entre nosotros y laborar conjuntamente, porque la tarea es muy amplia y los obreros, pocos». Pidió «favorecer todo lo que facilite la comunión entre nosotros, aprendiendo a trabajar unos con otros». Advirtió el peligro de «separarnos del pueblo; una mentalidad clerical que ha dañado y daña a la Iglesia al aislar al sacerdote». Frente al clericalismo propugnó el valor de la sinodalidad, de caminar juntos.
2 comentarios
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A Ullastre: ¿Asististe y participaste ayer tarde en la Misa Crismal celebrada en la Catedral?, ¿observaste la amplia asistencia de menorquines de distintos municipios?, ¿escuchaste con atención la homilía del Sr. Obispo? Lástima que critiques de oidas en lugar de demostrar una actitud más positiva y participativa.
Si la Iglesia hubiese permanecido fiel al rito y a lo esencial que es la experiencia del amor de Dios, tal vez las cosas serían otras. En mi lejana infancia recuerdo la enorme ilusión con la que vivíamos el Misterio, el mes de María u otras celebraciones, sin que nadie nos exigiese una insoportable catequesis convertida en un rodillo burocrático como sucede ahora. Además hoy en día la Iglesia parece más una organización social laica, muy meritoria eso sí, que se dirige más a las necesidades materiales que al alma. Dios es amor, así de sencillo, y no necesita que se explique en interminables y soporíferas catequesis, sino que se experimente en la vivencia del Misterio.