Joshua Tree. Kai en su viaje por Estados Unidos | K.S.

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Lugar y año de nacimiento

— Madrid, 1979, aunque con 4 años se establece con su familia en Menorca

Formación académica

— Estudió Artes y Oficios; Conducción de Actividades Físicas en el Medio Natural; tiene el Grado Superior de Patrón de Altura de la Marina Mercante y es monitor de vela y crucero. Es músico en activo en la banda de punk-rock Skombro.

Vive en...

— El campo, en Alaior

Viaja para...

— Conocer cosas nuevas, enriquecerme

Países que ha visitado

— La lista es larga. La mayoría de los destinos europeos, también del Mediterráneo por su tiempo navegando. Estados Unidos, Tailandia, Emiratos Árabes, Argelia, Marruecos y Portugal están entre los países que conoce. Sudamérica está en sus asuntos pendientes.

Es persona de campo y de echarse rápidamente la mochila al hombro y recorrer mundo. Habilidades para sobrevivir no le faltan, «oficios he tenido miles», afirma, y prueba de ello es que tanto se ha ganado la vida cuidando caballos –y corriendo carreras con ellos–, en Knoxville, en el sureño estado de Tennesse (Estados Unidos), como tocando rumba española con su guitarra en el Global Village de Dubai. De lo agreste y rural, a poco más de dos horas de coche de la cuna de la música country, Nashville, al lujo árabe del parque multicultural de la urbe emiratí.

Kaitka Sunyer, Kai para sus amigos, es polifacético, ha realizado trabajos de carpintería, se ha ganado la vida como monitor de tiempo libre y socorrista, también en la hostelería, durante años se embarcó por periodos de seis meses en yates privados..., su trayectoria laboral es tan variada como sus experiencias vitales.

«Con 21 años empecé a viajar por España, trabajaba para una empresa de Bilbao que hacía estructuras como la escalera que baja a la playa de Cavalleria, los conocí aquí en Menorca, y recorríamos la Península, zonas de costa, construyendo las escaleras, también por Canarias», recuerda. Aunque ha recorrido distintos continentes, Kai reconoce que sus viajes por España le gustaron. «Da para mucho, es variada, me parece interesante conocer Andalucía, Euskadi o Castilla-León, son zonas bonitas, con mucha cultura, heterogéneas, no son parecidas entre sí, conocerlo todo es imposible pero diría que he estado en todas las comunidades», reflexiona, alegando que tampoco es necesario irse a lugares lejanos para disfrutar. «Hacer el Camino de Santiago en bici por ejemplo es una experiencia que recomiendo».

Aunque a él su particular peregrinaje le ha llevado por muchos países: seis meses en Dubai donde reside una hermana suya; mes y medio en Tailandia; Portugal, Marruecos, Argelia, Francia, Italia, Suiza, Holanda, Alemania y Reino Unido; ha estado de paso por Omán, Qatar, India; y guarda en su memoria uno de esos viajes largos que le trae buenos recuerdos y que realizó cuando era más joven, un mes y medio rodando por Estados Unidos, país que ha visitado en tres ocasiones, la primera con 14 años y en el punto de entrada casi obligado, Nueva York.

«Ese fue un viaje que me marcó muchísimo», señala Kai, y durante el cual también aprovechó para entrar en México, en la ciudad fronteriza de Tijuana. Corría 2001 y durante un mes y medio viajó por California, estudió inglés, y después se montó en uno de esos autobuses ‘Greyhound' para llegar a Knoxville, Tennesse. «Me pasé a cinco días viajando en autobús» y allí «me dediqué a hacer carreras de caballos, raids de 50 millas», comenta con naturalidad.

¿Cómo pasó de las clases de inglés a competir con caballos? «Pues trabajé en una casa de campo, pintaba, pasaba el tractor, les ayudaba a recoger paja..., y llegué allí pues por amigos de amigos, preguntando..., y fueron cinco días cambiando de autobús cada cinco horas, tenía allí comida y casa gratis a cambio de trabajar».

Atravesó Arizona, Nuevo México y Arkansas en su viaje desde California a Tennessee. «Esta distancia me costaba 900 dólares en avión, 400 en tren y 90 en bus, así que efectivamente me fui en bus, porque no iba sobrado, más bien no tenía un duro».

Las 50 millas campo a través con caballos árabes, resistentes, eran carreras de ocho horas. «A media carrera había un control médico pero», matiza, «para el caballo». Aquello fue una experiencia inigualable.

«A mí este viaje me sirvió mucho, porque siempre había sido un poco vergonzoso, y al tener que cambiar tanto de autobús conocí a mucha gente».

Al volante por 12 dólares

Como no había obtenido el permiso de conducir en Menorca, aprovechó para hacerlo en Tennessee. «Me saqué el carné por 12 dólares, fui a pedir información y me regalaron los libros», relata. Cuando te lo sepas ven, cuenta que le dijeron en la oficina, y así lo hizo. Pasó el test y para su sorpresa la siguiente pregunta fue ¿has traído el coche? «No lo entendía, si no tenía carné como iba a llevar un coche, bueno unos colegas me dejaron uno, hice un circuito, aprobé, me hicieron una foto y ese mismo día tenía el permiso», comenta divertido. Alquiló un coche para estrenarse al volante y llegar de Knoxville a Saint Louis, en Missouri, donde reside una tía suya, «mil kilómetros y me presenté en la puerta, sin GPS, con miles de post-it pegados y según pasaba por una ciudad, los iba quitando». La aventura continuó con su regreso a Knoxville, un tiempo más de trabajo, y de nuevo a la carretera, para conocer Washington y por último Nueva York, desde donde emprendió el regreso a Europa.

Regresó a Saint Louis años después, para pasar la fiesta de Halloween, y «me gustaría volver para conocer la costa oeste norte, me encantaría también ir hasta Canadá», aunque como buen viajero está abierto a todas las posibilidades. «Primero hay que conocer para luego decir si un sitio no te gusta», concluye, «porque si te fías de lo que oyes no te moverías de casa».

Rumbas en Dubai

Conoció Dubai, la capital del emirato árabe del mismo nombre, gracias a la invitación de su hermana que reside allí. Fue en el invierno de 2015 y la música le abrió la puerta del gran parque temático en el desierto, el Global Village, que reúne atracciones y gastronomía, arquitectura y cultura de diferentes continentes y países. «Me fue fantástico porque allí pasé el invierno y en verano navegué», asegura. El menorquín se dedicó allí a tocar música española. «Sería mentir decir que tocaba flamenco, porque el puro y duro es muy difícil, pero rumba sí». Cada pabellón dedicado a un país tiene una temática, y aquel año el de España se dedicaba a «El viaje de Colón».

Volvería a Dubai, aunque es «muy ostentoso para mi gusto, la policía va en Lamborghini, yo soy más de campo, me gusta el verde y la montaña», bromea, «ganas dinero pero todo es caro». «Como me gusta probar, si me dicen ven a Dubai digo, pues claro, pero también si me dicen Sri Lanka o Bielorrusia».

«Lo que me motiva para viajar es salir, tener que empezar, buscarme la vida en un sitio nuevo, espabilarme, y si voy solo mejor», asegura. Y no es que huya de la buena compañía. «Me gusta viajar con gente pero como más aprendo de los viajes es yendo solo, no te queda más remedio que acabar conectando con la gente de cada sitio, si vas en grupo hablas con tus amigos».

De hecho, su recomendación para los amantes de los viajes es que al menos una vez en su vida realicen un viaje solos. «Y el que haga un viaje solo va a hacer más, eso lo aseguro, a no ser que tenga algo que le impida repetir», sentencia.

En el futuro le gustaría conocer Sudamérica. También, como patrón y conocedor del mar, tiene inquietud por participar como voluntario en el rescate de refugiados. Planes no le faltan. «Viajando amplías la mente, aprendes a valorar las cosas, en definitiva, te enriquece personalmente».