Canadá es uno de esos grandes viajes, de los que quedan registrados en la memoria, por la grandiosidad de sus paisajes, por una naturaleza que desborda. Precisamente contemplar sus bosques, sus glaciares y sus parques naturales era el objetivo de esta familia viajera de Maó, formada por Anselm Serra, Laia Brugués y sus tres hijos, Lluna, Nur y Mar, que partieron al gran país del norte americano el último verano.
Seis años de paciencia y ahorro, de fer vidriola con los más pequeños, y ocho meses de planificación dieron su fruto el pasado julio: los cinco recorrieron durante tres semanas en una autocaravana algunos de los parques nacionales más espectaculares del estado de Alberta, las Montañas Rocosas y también conocieron Vancouver, punto de partida de la ruta, en la Columbia Británica.
«Canadá era un lugar que me hacía mucha ilusión, algo pendiente», explica Anselm, y el sueño se hizo realidad a principios de julio cuando volaron de Menorca a Barcelona y de ahí a Montreal, una escala para llegar a Vancouver, en la costa pacífica.
Una guía 'Lonely Planet' fue la base para trazar el recorrido, en total 2.500 kilómetros realizados en trayectos de una media de 100 o 150 kilómetros diarios. «Teníamos claro que queríamos ir a ver naturaleza, y un viaje así con niños nos llevaba hacia las Rocosas».
«Es un buen país para viajar con niños, seguro, tranquilo, no hay aglomeraciones de gente y está todo muy preparado para ellos», puntualiza Laia, la madre. En Vancouver alquilaron la autocaravana e iniciaron su viaje por carretera con Calgary como destino final. Desde esa ciudad, primera del país que albergó unos Juegos Olímpicos de Invierno en 1988, debían retornar a Europa, pero aún faltaban millas para el regreso.
Un «hito del viaje» era poder contemplar orcas y osos en libertad, un deseo que pudieron cumplir realizando una excursión en barca desde la isla de Vancouver. Allí en aguas del Océano Pacífico vieron una familia de estos cetáceos, depredadores, conocidos como 'ballenas asesinas' aunque son de la familia de los delfines. «¡No tuvimos miedo!», corean los más pequeños de la familia Serra-Brugués, muy impresionados también con la posibilidad de ver osos. Los negros eran bastante comunes, pero el más buscado por estos viajeros menorquines era el oso grizzly, una subespecie del oso pardo. El mismo que protagoniza una de las escenas más realistas y comentadas del cine, la del ataque al trampero que interpretaba Leonardo di Caprio en la película «El renacido».
«El día de la excursión para ver osos nos levantábamos muy temprano, porque es cuando la marea está baja y ellos salen a la orilla de la playa a comer pequeños crustáceos», explica Laia. Otros animales fueron apareciendo: ciervos, varias águilas calvas, ardillas..., pero el objeto de deseo de la familia era el gran oso.
«Queríamos ver un 'grizzly' antes de irnos, ya llevábamos un par de semanas y nada. Un día yendo por la carretera un oso grizzly se nos cruzó, tranquilamente. ¡Fue un subidón!», recuerdan todos al unísono, «una gran alegría, hay señales por la carretera que advierten de la presencia de los osos, y lo vimos desde dentro del coche. Estuvo mucho rato, comiendo en el arcén».
Desvío por incendio
También Canadá, con sus frondosos bosques y árboles que en Cathedral Grove tienen hasta 9 metros de circunferencia, sufre el acoso de los fuegos forestales. Precisamente una de las jornadas más largas para la familia fue cuando se encontraron con un incendio en el viaje y tuvieron que tomar un desvío, lo que ocasionó que aquel día tuvieran que conducir unas siete horas y cubrir 400 kilómetros con la autocaravana. «Había carreteras cortadas y también evacuaron gente», afirman. Tuvieron ocasión de visitar la montaña más alta de las Rocosas canadienses, el Mount Robson, de 3.954 metros de altura.
Su ruta por Alberta les llevó a los parques Jasper y Banff; antes de entrar en Alberta también conocieron la estación invernal de Whistler, en British Columbia, que fue sede de otros juegos de invierno en 2010. «Íbamos pensando que todo estaría lleno, porque era julio, y que los camping de los parques nacionales estarían a tope, pero como es tan grande no tienes para nada la sensación de que haya gente, nada que ver con el agosto de Menorca, estábamos en el mes punta pero no se notaba», se sorprende Anselm. Una sensación que no solo achacan a las grandes dimensiones de estos territorios. «También está todo muy regulado, los campings son estatales, tienen las plazas que tienen y basta, es como un cupo», matiza Laia. La pareja hizo sus reservas en los lugares que esperaban tener problemas de alojamiento desde casa. En otros no se podía reservar, el primero que llega toma la plaza.
«Canadá cubre las expectativas, estuvimos muy contentos de la naturaleza que pudimos ver, árboles por todos lados, lagos, cataratas y fauna en libertad muy cerca de nosotros mientras íbamos por la carretera, si te gusta la naturaleza, es un destino fantástico», concluyen, destacando la limpieza en toda la ruta recorrida «ni un cigarro ni un chicle por el suelo, ni siquiera en sitios muy transitados, son muy cívicos».
3 comentarios
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Aprovecho para felicitaros familia Serra, que podáis muchos más viajes en esta vida y rechazo el politizar la noticia, jolin
... tienes razón, como el nacionalismo excluyente, racista, totalitario y centralista como el español de Madrid, también ...
Enhorabuena por ese viaje familia!! Una oportunidad de conocer otros países , otras sociedades , salir del endemismo de Menorca , que es preciosa , pero que puede ahogar. El mejor regalo para la familia. La mejor cura y antídoto para los nacionalismos excluyentes , racistas y totalitarios , como el catalán Enhorabuena!!