Lara, con el majestuoso paisaje del cráter del volcán extinto Xinantécatl, en el estado de México

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Acaba de regresar de un intercambio universitario que le ha permitido zambullirse en una de las ramas de sus estudios que más le atrae, el arte prehispánico en América. Lara Catchot ha tenido la oportunidad de residir en una de las ciudades más antiguas de México, Cholula, en la municipalidad de La Puebla, también escenario de hechos sangrientos durante la conquista española. Ahora es una ciudad de ambiente estudiantil, que atrae visitantes por poseer algunas de las pirámides más grandes del mundo.

¿Cómo surgió su viaje a México?
— Desde hacía tiempo me llamaba mucho la atención conocer América Latina y una conocida universidad me informó sobre la beca que ofrecía este centro, donde te dan alojamiento y comida gratuita, así que pensé que era una gran oportunidad y la solicité. He permanecido de intercambio desde agosto hasta diciembre de 2016. Ahora regreso a Barcelona para finalizar la carrera, después me quiero especializar en arte y en México hay mucho arte en la calle, como murales, y arte prehispánico, un tipo de arte que no puedes ver en Europa y que me interesa mucho.

¿Ha cubierto sus expectativas con esta estancia?
— He notado mucha diferencia en las clases y en el campus, sobre todo porque en Barcelona estudio en una universidad pública y en México, privada. El nivel de estudios era más bajo y la forma de evaluación algo diferente. Vivía en el campus de la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), que está en un pueblo muy tranquilo y de ambiente universitario, Cholula.

¿Se encontró con unas buenas instalaciones?
— El campus me pareció increíble, no hay uno así en España. Es enorme, con césped, cafetería, gimnasio..., fue una de las cosas que más me impactó al llegar e instalarme. México es un país de contrastes, fuera del campus las carreteras tienen baches y las aceras están descompuestas, pero una vez entras, dentro todo está ordenado y en perfecto estado.

¿Ha notado esas diferencias sociales al recorrer el país?
— Hay problemas y como en todos lados, también hay gente que intenta cambiarlo, pero sobre todo lo que sucede es que hay una gran cantidad de población que se encuentra en el umbral de la pobreza, y que no tiene si quiera la posibilidad de intentar cambiar la situación. Puedes ver a una parte de la población muy adinerada y a otra, mucho más numerosa, que vive un estilo de vida muy sencillo.

Ahora está viviendo un estallido social por la subida del impuesto sobre el combustible, el 'gasolinazo'. ¿Se ha visto afectada por esos disturbios?
— No, lo de las últimas revueltas no lo he vivido porque ha sido justamente en las últimas semanas y yo ya estaba de regreso. Pero he hablado con amigos que están allí y me han dicho que esta todo bastante caótico y que hay muchos saqueos en la ciudad, que incluso se han dado toques de queda.

Y la victoria de Donald Trump ¿cómo se recibió en su entorno?
— Con mucha preocupación y consciencia de que el futuro de México está muy unido a Estados Unidos. Se ha vivido en las calles, como anécdota, unos días después de que Trump ganara las elecciones, me encontré con unos jóvenes que golpeaban una piñata —aquí son artesanales y muy típicas—, con la cara del presidente norteamericano.
(Trump amenazó de nuevo en su primera rueda de prensa con la construcción de un muro en la frontera costeado por México, lo que provocó la reacción del presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, quien aseguró que su país no pagará ni aceptará nada que atente contra su dignidad. Las relaciones bilaterales se enrarecen).

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Pese a las cosas en común con México, ¿ha notado un choque cultural?
— Sí, existe, aunque es evidente que tenemos mucho en común, lo primero el idioma, que es el principal factor que hace que las relaciones sean mucho más fáciles y que sea más cómodo moverse. Pero, aún así, la cultura es muy diferente, por ejemplo, el ritmo de vida es mucho más relajado. Aunque la gente trabaje muchas horas, es muy importante para ellos el ocio y la vida en la calle.

Como mujer, ¿ha notado otras diferencias?
— Sí, en la educación en general hay mucho machismo, que se fomenta desde la infancia, aunque como en todo hay excepciones claro. Pero esto lleva a otro problema fundamental en México que es la inseguridad de la mujer, que rara vez puede ir sola por la calle tranquilamente.
La inseguridad también ha crecido debido al narcotráfico, que hoy es uno de los principales problemas del país. Desde mi punto de vista, he notado mucha preocupación por parte de los propios mexicanos, que aseguran que años atrás México era un país mucho más seguro y ahora hay que tener mucho cuidado, saber exactamente dónde se puede y no se puede ir...Otra cosa que me chocó mucho al llegar fue la flexibilidad ante la ley y las normas, la gente es mucho más relajada.

¿La acogieron bien?
— No tengo ninguna queja, la verdad es que comparado con Europa, es mucho más fácil relacionarse con la gente. Las personas son mucho más abiertas y te ofrecen constantemente ayuda en todo lo que pueden. También he encontrado muchos españoles viviendo en México, que si tiene algo positivo es que hay mucho, muchísimo ocio, con un ritmo de vida más tranquilo. Es un país repleto de comida, arte y vida en la calle.

Su campus está en una de las ciudades mexicanas más antiguas, rica en historia precolombina, ¿cómo es Cholula?
— Es un pueblo importante y que tiene bastante cultura propia, ¡su pirámide azteca es una de las más grandes del mundo! Aunque con el paso del tiempo se formó una especie de montaña natural sobre ella, y por este motivo, con la colonización, se construyó una iglesia católica sobre ella. Cholula son en realidad dos pueblos, que con el crecimiento de la población se han unido; está San Pedro, donde se halla la pirámide, que es el pueblo más tradicional y familiar, y que es uno de los pueblos que tiene más iglesias ¡cuenta con más de 300! Una en cada esquina, vaya. Y luego está San Andrés, donde está la UDLAP, que es el pueblo universitario, donde la mayoría son estudiantes y hay muchos sitios para salir.

¿Cómo fue su llegada?
— Hubo algún momento difícil, aunque ya estaba acostumbrada a estar fuera de casa y de Menorca, porque llevo más de cuatro años viviendo en Barcelona, viajé a México sola y al principio no conocía a nadie. Pero una vez instalada ya empecé a conocer a la gente de la universidad, que había formado un grupo de estudiantes mexicanos que nos ayudaron en todo y nos organizaron actividades durante la primera semana. He conocido a mucha gente, tanto del país como extranjeros, con los que he convivido y he viajado.

¿Qué lugares ha conocido?
— He podido viajar regularmente los fines de semana, ya que en México es más barato moverse en autobús o en coche. Mi último viaje fue a Chiapas, conocí las Cascadas de Agua Azul y las ruinas de Toniná. He visitado las pirámides de Tehotiuacán, en el Estado de México, en el volcán el Nevado de Toluca, y en la playa Mazunte de Oaxaca. El hecho de vivir en el campus también me facilitaba hacer otras cosas, ya que las distancias eran cortas, aunque también salía mucho del recinto universitario para ir al centro.

¿Y después de su aventura mexicana?
— Ahora lo que quiero es terminar mi carrera y especializarme en arte y educación.