Un herido yace en el suelo de la terminal del aeropuerto de Zaventem momentos después de las explosiones. | Reuters

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Mientras en las televisiones, ediciones digitales de los periódicos y redes sociales se sucedían las informaciones sobre los atentados, personas de diferentes procedencias y condiciones tenían aquí, en Menorca, sus pensamientos concentrados en Bruselas. Seguían con estupefacción y con ansiedad las noticias de los ataques terroristas mientras intentaban cerciorarse, con las líneas telefónicas colapsadas, de que familiares, amigos, conocidos, no se encontraban entre los fallecidos y los heridos de las explosiones en el aeropuerto y el metro de la capital europea.

«Es Diari» reúne los testimonios de ciudadanos vinculados con Bruselas, por origen, trabajo, turismo o residencia y que vivieron con especial intensidad lo sucedido desde Menorca.

Emilie Dutordoit (profesora)

Esta joven belga, profesora de francés en la Isla, pasó una larga hora de angustia intentando hablar con su familia y, sobre todo, localizar a su padre, que trabaja como técnico de mantenimiento de aviones en el aeropuerto de Zaventem. Las líneas telefónicas no funcionaban «ni el móvil ni el fijo» y finalmente pudo, a través de Whatsapp, contactar con su padre que felizmente tenía el día libre y dormía ajeno a la tragedia. «Tuve mucho miedo», aseguró ayer, una vez pasado el susto y después de comprobar que sus allegados y amigos están bien. «Mi familia vive en Mons, aproximadamente a una hora de Bruselas, pero mi padre se desplaza cada día en coche para trabajar en el aeropuerto», explicó. En la capital belga tiene amigas que tampoco han resultado heridas pero que sí vivieron en primera persona el caos que se apoderó de la ciudad. A través de las redes, señala Emilie, una de sus amigas que viajaba en el metro en el momento de las explosiones describió «la parada brutal del tren, los gritos de la gente y también del conductor, que les decía que salieran rápido por los ataques».

Margot Sastre (sindicalista)

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Como miembro de la Ejecutiva de la Federación Agroalimentaria Estatal de Comisiones Obreras (CCOO) y encargada de temas internacionales, Margot Sastre viaja con frecuencia a Bruselas, donde mantiene reuniones con sus compañeros de la Federación Europea de Alimentación y Bebidas y de la oficina del sindicato en la capital belga. «Me siento mal», declaró ayer poco después de conocer que se habían producido los atentados. «Es mi triángulo, por donde me muevo cuando voy a Bruselas, el aeropuerto, el metro, las instituciones, veo las imágenes y todo me resulta familiar, Maelbeek es una de las tres estaciones en las que te bajas para ir a las instituciones». Sastre, miembro del comité de empresa de Quesería Menorquina, comprobó que todos sus conocidos, españoles y extranjeros, se encontraban bien, pese a la situación de cierre y emergencia de la ciudad. El próximo 13 de abril tiene previsto viajar a Bruselas para mantener una reunión de trabajo.

Samantha Sánchez (estudiante)

Piensas mucho en el destino, porque mi vuelo podía haber sido uno de los cancelados el lunes por la huelga, y teníamos pensado quedarnos a dormir en el aeropuerto si eso pasaba, somos estudiantes, no tenemos tanto dinero para ir a un hotel ni podíamos buscar un albergue a última hora», cuenta Samantha Sánchez, una estudiante de Traducción, natural de Ferreries pero que reside y también trabaja en un hotel de Barcelona.
El pasado jueves 18 viajó con otras tres amigas, dos catalanas y una aragonesa, a Bruselas. Era la primera vez que viajaba a Bélgica, una escapada para celebrar que ya están en el cuarto curso de carrera. El pasado lunes, en plena huelga de controladores aéreos franceses, regresó en un vuelo que aterrizó en El Prat a las diez de la noche. Hasta el último momento temieron que su vuelo fuera cancelado, como ocurrió con muchos otros, debido al conflicto laboral en Francia. «Cancelaron muchos vuelos, habíamos barajado la posibilidad de dormir en la terminal, pero finalmente el nuestro despegó», asegura. El aeropuerto de Zaventem estaba lleno de gente, más incluso de lo habitual, debido a los retrasos y cancelaciones acumuladas a causa de la huelga, afirma Samantha. Al ver ayer las imágenes del atentado no podía dejar de pensar que hacía tan solo unas horas ella estaba en ese mismo hall destrozado. «Lo ves muy cerca», reflexiona esta menorquina, quien señala que durante los días en Bruselas la presencia del ejército y la policía era «impactante» en todos los lugares turísticos. Una vigilancia que no ha podido evitar la tragedia.

Júlia Triay (diseñadora de moda)

Júlia, profesional de la moda que trabaja en la sede belga de la empresa C&A, reside en el tranquilo barrio de Chatelain, en la capital. Después de unos días de vacaciones en su Ciutadella natal junto a su marido, debía de regresar ayer a Bruselas. Concretamente, su salida hacia el aeropuerto atacado por los terroristas estaba prevista a las seis de la tarde desde Barcelona. El vuelo quedó cancelado y la pareja intentará viajar hoy, esta tarde, hacia Bélgica. «Estamos en shock», afirmó, «sabemos que en nuestro círculo de amistades todos están bien, pero muchos cogen el metro y trabajan en la zona europea, la de las instituciones», donde estalló un explosivo, en la estación de Maelbeek. «He hablado con mi empresa, sobre todo quieren saber si todos estamos bien, y están recabando información de la gente que tienen fuera, por trabajo o de vacaciones, han sido muy comprensivos». Júlia y Vicente llegaron a Menorca el pasado viernes; tienen su hogar en Bruselas, donde desde los atentados de París, explica la menorquina, se notaba más presencia militar en la calle y medios de transporte, porque estaban en alerta 3. Aún así a Júlia le cuesta creer lo sucedido «no esperábamos esto».