Una rata muerta entre los restos aparecidos en el puerto | Alberto Gil

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La violenta lluvia que cayó el pasado jueves sobre la Isla, en especial sobre la zona de Llevant, puso de manifiesto una vez más el problema de infraestructura, en cuanto a la canalización de pluviales, que padecen la mayoría de los cascos urbanos y que, en el caso de Maó, convirtió algunas partes del puerto en auténticos puntos negros de vertidos fecales.

El Ayuntamiento aguarda los informes de la Policía Local y de los Bomberos para conocer el alcance de los daños ocasionados por el aguacero que de manera torrencial descargó entre las 12 y las 15.30 horas en Maó, y también en las poblaciones vecinas, y que convirtió todas las cuestas en dirección al mar en auténticas riadas que buscaban su escape natural.

La alcaldesa, Conxa Juanola, recordó este viernes que el debate sobre la insuficiencia de infraestructuras, y la doble canalización de aguas limpias –procedentes de la lluvia– y las sucias o grises –que corren desde retretes, bañeras o lavaderos de las casas hacia el alcantarillado y las estaciones de bombeo que impulsan los residuos hacia la depuradora–, se arrastra desde hace años.

«Es un debate que aún no se ha abordado, y no solo para minimizar el colapso de la red, algo muy difícil con una gota fría como la del jueves, sino también para conducir ese agua limpia de lluvia hacia aljibes y poder reutilizarla», declaró la alcaldesa, quien salió al paso de algunas quejas vecinales, como las de la calle San Manuel, y afirmó que sí existen alcantarillas, pero simplemente «no daban abasto».

«Es un problema que se tenía que haber afrontado hace años», insistió Juanola, «y que se intenta resolver a medida que se hacen nuevas obras públicas, ya que no podemos levantar todo Maó», afirmó.

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