La joven menorquina, en una audición en la Wiener Saal de la International Stiftung Mozarteum, antiguo edificio de su universidad. | E. F.

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Eura Fortuny (Es Castell, 1992) pasó diez años de su vida formándose en el Conservatorio Profesional de Música de Menorca, otros cuatro años en la Escola Superior de Música de Catalunya (ESMUC) y ahora, persiguiendo la perfección en su instrumento, la viola -en el que se inició de la mano del profesor menorquín Joan Fèlix-, reside en la ciudad de Mozart. En realidad, no llegó a Salzburgo deslumbrada por sus prestigiosos festivales de música clásica o porque allí naciera el genio, sino más bien en busca del mejor maestro. Lo halló en el intérprete Thomas Kiebl, quien ha girado durante décadas con orquestas de Estados Unidos y da clases en la Universität Mozarteum Salzburg.

¿A qué edad comenzó a estudiar música?
— Hay discusiones en mi familia sobre eso (ríe), pero debía ser a los 3 o 4 años, después entré en el Conservatorio a los 8.

Toda una vida ya, a pesar de su juventud, entre pentagramas, y además ganando algunos certámenes, como el Concurso de Cuerda de la Escola de Música de Barcelona en 2009. ¿Por qué decidió irse a Austria?
— Porque los músicos, como siempre, funcionamos diferente. No es como pasar la Selectividad y con esa nota vas a cualquier sitio, nosotros debemos pasar una prueba en cada universidad o conservatorio superior al que queramos entrar, tienes que tocar. Y lo que interesa más no es a qué universidad vas sino quién será el profesor que te dará las clases individuales. Se supone que será de él de quien más aprenderás.

Y eligió a Thomas Riebl ¿o también la eligieron a usted?
— Bueno yo estuve mirando profesores y decidí presentarme a las pruebas en Salzburgo y me cogieron. Primero pude entrar en la universidad con otro profesor y luego tuve muchísima suerte porque en el grupo de alumnos de Riebl hubo una baja y pude entrar yo.

¿Nota mucha diferencia en cuanto a afición y cultura musical clásica en relación a España?
— Bueno, en lo relativo a la calidad de los concierto no, la verdad, al menos en relación a Barcelona que es donde estudié los últimos años. Hablo con los compañeros de allí y te das cuenta de que los músicos o un grupo preparan un repertorio y lo van rodando por todos los países.
La diferencia de Salzburgo, y también de Barcelona, con Menorca es que aquí se ve a gente más joven en los conciertos, quizás es porque hay centros superiores y los que estudiamos en ellos tenemos claro que queremos seguir con la música en nuestro futuro. En la Isla es bastante raro ver niños, adolescentes o veinteañeros en un concierto de música clásica.

No sé si les gusta o no, pero en los conciertos veo pocos jóvenes. En Austria sin embargo en cada concierto que voy encuentro a gente de mi edad.

¿Y el resto del público? ¿El que acude por placer pese a no ser ducho en la materia?
— No diría que hay aquí más afición que en Menorca, yo creo que en la Isla hay mucha tradición musical. Incluso diría que allí hay bastante público, por ejemplo, en el último concierto que tuve allí, con la Orquestra de Cambra Illa de Menorca en el 'Principal' de Maó, el teatro estaba casi lleno, había mucha gente. Me refería más a las edades.

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¿Por qué eligió tocar la viola?
— No recuerdo bien si empecé a investigar (ríe) sobre el instrumento antes de entrar al conservatorio o después. Lo que sí sé es que mi padres contactaron con otros padres que tenían hijos estudiando instrumentos y me llevaron de casa en casa a probarlos, tocarlos..., a ver si me gustaban. Y nada, después de ver un clarinete, un violoncelo y algún violín, fuimos a la casa de una chica de Es Castell que tocaba la viola. Y aquel fue el instrumento que me gustó.

¿El máster lo financia usted o ha obtenido una beca?
— He tenido mucha suerte porque me han concedido una beca, aunque no me llega ni mucho menos para todo el curso, ya que tengo que estar aquí dos años para hacer el máster. Es una beca de la Joven Orquesta Nacional de España (JONDE), ya que cuando participas en una serie de encuentros con ellos tienes derecho a pedir esta beca. Yo había participado en esos encuentros y he obtenido la ayuda, pero además he reunido el dinero de trabajos que había hecho antes y los que hago aquí para ir sobreviviendo.

¿Es difícil vivir de la música?
— He hecho diferentes conciertos y participado en miniproyectos de una o dos semanas, remunerados, pero no puedo confiar en mi trabajo como músico ni en los bolos, porque aún hay algunos que hice hace dos o tres años y que no he cobrado. La vida de músico es así de cruda. Me ha salvado el haber ido dos veces con la Orquesta Nacional de España a Madrid. La ONE convocó pruebas para academistas, músicos no profesionales, y si te cogen recibes formación y además es remunerado.

¿Vivir de ello? Bueno, hay gente que lo hace, pese a no tener un trabajo fijo, hay orquestas que funcionan con encuentros y miniproyectos y van viviendo. Yo espero que me salgan bolos este verano con la gente de la escuela, aunque en verano es más difícil. Pero de momento he conseguido un trabajo en el castillo de Salzburgo en un establecimiento vendiendo helados. No he pedido dinero a mis padres y quiero seguir así.

Pero imagino que en futuro querrá ganarse la vida solo con su instrumento, con cierta estabilidad.
— Sí. Quiero buscar un trabajo que me permita dedicarme a la música antigua, clásica y barroca, y lo ideal es que sea de músico, pero ya veremos. Los autores que más me gustan son Mozart, Bach, Haydn y Vivaldi.
En Austria y Alemania por ejemplo existen muchas academias de las orquestas profesionales, es una salida, un trabajo fijo en el que no cobras como el resto de miembros de la orquesta, pero es estable.

Al margen de la música ¿cómo se siente en Austria? ¿Cómo es su vida diaria?
— Una semana mía nunca es igual, entre el máster y la música, la última por ejemplo ha estado llenísima, pero básicamente mi día se reparte entre las seis horas de ensayo, las clases y el estudio personal, comer y dormir. Tengo clases de viola, ensayos de cámara, clases de alemán y de método corporal. Lo primero que hago cada día es tocar y estudiar, generalmente por las mañanas. Las clases cambian de día y hora.

¿Qué aprenden sobre su cuerpo para poder dar el máximo con la música?
— Aprendemos que el cuerpo es nuestro principal instrumento, nos enseñan la técnica Alexander y el método Feldenkrais. Es importante sobre todo para evitar lesiones; yo una vez sufrí dedo con resorte (una lesión que afecta a los tendones flexores) en el índice de la mano izquierda y tuve que ir a un centro especializado de Terrassa para curarme. En esta clase realizas como un escáner de ti mismo, de cómo te colocas, las sensaciones que tienes y trabajas el cuerpo con movimientos simples; y al finalizar la clase te escaneas otra vez.

¿Nota mucha diferencia entre su vida en Barcelona y la de ahora en Salzburgo?
— La verdad es que, salvando las distancias, estar en Salzburgo, que es una ciudad relativamente pequeña, de unos 150.000 habitantes, ha sido un poco como volver a Menorca, de dónde salí cuando tenía 18 años, aunque eso no quiere decir que no vuelva, porque tengo allí mi familia. Salzburgo está entre montañas, un poco cerrado, ha sido volver a un sitio más reducido, después de vivir en Barcelona eso se nota.
Por lo demás, vivo en una residencia, donde comparto habitación con una chica austriaca y me siento muy bien. Me relaciono sobre todo con gente de fuera, alemanes, suizos, coreanos, polacos, búlgaros, eslovenos y otros españoles, como una compañera valenciana que estudió en Mallorca.

¿Cómo es su tiempo libre, si le queda?
— No me gusta ir de fiesta, pero sí hacer excursiones y leer, en catalán sobre todo; también nos solemos juntar los de la residencia para cocinar los fines de semana.