Lorena junto a compañeras con las que comparte mesa y muchas risas. En la universidad vive en un pequeño estudio que paga el centro | L.A.

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No duda en calificar su situación como de «exilio laboral», nada que ver con la búsqueda de nuevos horizontes y aventuras. Más bien Lorena Angelats (Maó, 1986), después de cursar estudios superiores, se cansó de trabajar «horas sueltas» o como camarera puntual en lugar de ejercer su profesión como filóloga. Eso le hizo lanzarse a buscar empleo por todo el mundo y lo halló en China. Hizo las maletas con ciertas ideas preconcebidas que, reconoce, ya son historia.

¿Cómo llegó a China?
— A través de una empresa española que promueve prácticas, tiene acuerdos con la universidad. A mi me pagaron viaje y un minisueldo para comida, que es barata. Pero conozco gente que ha venido a China pagando 2.500 euros para estar tres meses, trabajar y ganar experiencia. Increíble, la situación para los profesores es ahora bastante complicada.

¿Cuánto tiempo buscó un empleo antes de decidir emigrar?
— Dos años, y no lograba ni cotizar ni hacer curriculum. Así que decidí irme, igual que hizo mi abuelo menorquín, que tuvo que emigrar a Suiza y después regresó, la historia se repite.

¿Por qué hacia oriente?
— Empecé a mirar por internet, buscaba en todo el mundo pero decía «China no», reconozco que tenía ese prejuicio, porque está muy lejos, por el estilo de vida... por eso me apetece contar mi experiencia, me he llevado una sorpresa para bien. Además ahora mismo es el país que genera una mayor demanda de profesores de español. También Estados Unidos, pero ya está más cubierta.

¿A qué se debe?
— En China sobre todo es debido a los acuerdos comerciales que impulsan con países de habla hispana, sudamericanos. Y los profesores de España tienen prestigio y reputación en China.

¿Es mejor ir con una agencia?
— Te ayuda al principio, sobre todo para arreglar el tema de los visados, el papeleo, que en China es difícil. Estuve unos dos meses de prácticas a través de la agencia pero luego ya me contrató directamente el centro, la Hunan International Economics University.

¿Cómo es el nivel de vida?
— Pues con un sueldo aproximado de 650 euros (aquí son más de 5.000 yuanes) te da generalmente para vivir y ahorrar, más que si ganaras mil euros en España. También, aparte de la universidad, ahora me salen algunos encargos de clases particulares con las que puedo redondear el salario.

¿Qué tipo de gente quiere clases?
— Yo en concreto he dado clases a ejecutivos, por ejemplo técnicos e ingenieros, de una empresa petrolera que tiene negocios en Ecuador. Son cursos rápidos por los que te pagan bastante bien. Son gente muy preparada que necesita nociones del idioma para moverse por aquel país.

¿Cómo es ahora su vida?
— Vivo en un apartamento, le llaman así aunque es más bien un dormitorio grande, pero cabe todo, en plan miniestudio que está dentro del campus. No puedes esperar grandes lujos, las casas no están preparadas para el frío, a pesar de que donde yo vivo nieva, pero las ventanas no cierran bien, no hay buen aislamiento y la única calefacción es de aire caliente. Bueno, también te das cuenta de lo que realmente te hace falta para vivir. Es otro estilo, los propios chinos viven así, sus casas están medio vacías, no es que yo esté en peores condiciones que ellos, para nada.
(Ante el reto y los costes de dar calefacción a un país tan poblado, en el siglo XX el gobierno comunista estableció la calefacción como derecho básico que sufragaba el Estado pero con limitaciones geográficas, quedando así excluídas las provincias del sur).

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¿Preferiría vivir en una zona más occidentalizada?
— No lo sé, yo aquí al menos tengo mucho espacio para mí, y conozco gente que está en Pekín y viven en sitios mucho más pequeños, a no ser que tengas mucho dinero. Eso también es importante, en esta ciudad vivir es más barato, además el apartamento y los gastos me los paga la universidad.

Decía que se le han caído algunos estereotipos ¿cómo cuáles?
— Pues yo ahora por ejemplo entre una cosa y otra estoy dos meses de vacaciones (la entrevista se realiza en una visita a la Isla, al finalizar un trimestre universitario); yo iba con esa idea que tenemos de que los chinos están explotados, pero veo que no. En la universidad las vacaciones de invierno son como las de verano, alrededor de mes y medio.

¿A qué se debe ese parón?
— Para ellos se celebran ahora unas fiestas que son muy importantes, las del Año Nuevo, también le llaman la Fiesta de la Primavera ¡pero no llegan el buen tiempo ni las flores! Su división del año es distinta, hubo una clase entera en la que no se enteraban de nada cuando les explicaba las estaciones en español (ríe).
(Acaba de empezar el año 4.713 en el calendario chino, se despide el año del caballo y entramos en el de la cabra).

¿Ha notado un fuerte choque cultural?
— Sinceramente no. Yo fui con cero expectativas, creo que es lo mejor cuando vas a un país tan diferente, no esperar nada. Y me he llevado una sorpresa muy buena, son gente muy hospitalaria, muchísimo, te abren su casa. Algunas alumnas me han invitado a sus pueblos y casi obligatoriamente has de dormir en casa de sus padres, es un honor para ellos, te llenan de comida y tampoco tienen tanto, pero lo comparten. Nada que ver con la imagen que tenemos del inmigrante chino en España, que es como serio ¿no?

Sobre todo se cree que sus condiciones laborales son duras.
— Yo creo que hay un estrato social que sí tienen unas condiciones duras, por ejemplo obreros, algunos comerciantes..., pero también hay una pequeña burguesía con jornadas laborales mejores que las que hay en España. Al menos así sucede con los padres de mis alumnos, aunque claro, estoy en una universidad privada, tienen un poder adquisitivo mayor que el del campesinado.

¿Hay universidad pública?
— Sí, sí, y es mejor que la privada, tiene más prestigio y necesitas más nota para entrar.

¿Cómo son sus alumnos? ¿Estudian distintas carreras?
— Estudian la carrera de español, se centran en el idioma, no llega a ser como una filología pero son cuatro años. Se está implantando ahora, hemos empezado el tercer curso, yo doy clases a los que serán la primera promoción de graduados en español.
Tengo 50 alumnos en la clase de primero (en total, en todos los cursos, son 220) y son muy buenos estudiantes, además aparentan menos edad de la que tienen, parecen todos más jóvenes, tanto física como mentalmente.

¿Y eso por qué?
— Son tímidos, se ponen rojos en seguida cuando hablas en clase de cosas como salir y bailar..., o temas que en España eran tabú en la generación de nuestros abuelos, pero que ahora ya están superados y en ellos están plenamente vigentes. Por ejemplo, cuando les enseñas palabras relacionadas con sexualidad, de salud, de ropa interior...
Más de 200 dispuestos luego a ¿dar clases también?
— Tienen objetivos laborales claros, sus familias pagan mucho por sus estudios; lo que quieren es trabajar como intérpretes en empresas chinas, no tanto ser profesores porque está peor pagado. Español de negocios sobre todo. No hay tantos que quieran vivir fuera, les da miedo salir.

Y usted ¿piensa en volver?
— El curso acabará en junio y por un lado quiero volver, lo que pasa es que aquí veo tantas oportunidades de trabajo..., algo que ¡nunca había visto hasta ahora! Además mis alumnos son buena gente, respetuosos, cariñosos, pienso en lo que me cuentan algunos profesores de Secundaria y Bachillerato en España y creo que ahora mismo me llevaría un chasco. Es difícil elegir, pero creo que me quedaré un poco más, quiero aprender chino y sacar el máximo rendimiento a esta experiencia.