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Entre la gran familia que conforman los «Menorquins al Mon», hay algunos miembros que lejos de vivir fuera de la Isla en un lugar determinado, se pasan la vida de una lugar para otro. Ese es el caso de Salvador Salord, quien surca, al menos durante seis meses al año, las aguas de medio mundo a bordo de un buque. el «Stolt Aquamarine».

¿Cuánto tiempo lleva viviendo fuera de Menorca?
— Pues ahora hace ya seis años...

¿Y cómo tomó esa decisión?
— Bueno, en cierta manera lo de vivir fuera es un poco relativo ya que vivo entre la Isla y el barco. No es que esté establecido permanentemente en un país extranjero, sino que desempeño un trabajo que implica viajar. La iniciativa surgió por la ilusión y la vocación de hacer este trabajo, lo demás vino solo.

Entonces, tendrá la suerte de conocer muchos sitios interesantes alrededor de todo el mundo. ¿Qué ruta está haciendo actualmente?
— En estos momentos, la ruta es ir desde Estados Unidos a Asia, ida y vuelta, pasando por Sudáfrica, es decir dar la vuelta al mundo.

¿Y cuánto tiempo pasa embarcado?
— Pues tres meses de trabajo, y a continuación otros tres meses de vacaciones.

No parece un mal plan...
— La verdad es que no. De hecho trabajas seis meses al año. La compensación es que lo haces medio año y te pagan como si fuera uno entero.

¿Y está mucho tiempo sin pisar tierra?
— La verdad es que sí. No es lo que parece, como si yo fuera un viajante. Yo trabajo, y claro, el tiempo para poder hacer turismo es muy limitado. Sí que tenemos oportunidad de conocer los sitios cuando atracamos en puerto, pero durante mucho menos tiempo de lo que se pueda pensar...

¿Qué sitios le han gustado más?
— Pues por ejemplo Singapur, que es un sitio que he visitado bastantes veces. Japón también es un país que me gustó mucho, igual que Dubai. Básicamente solemos disponer de un día para conocer el destino en el que amarramos, y en ese tiempo no da tiempo a mucho. Para conocer un lugar lo que hay que hacer es ir de viaje a propósito, lo que hago yo es más o menos de pasada.

¿Algún destino pendiente que le gustaría visitar?
— Sí, me haría mucha ilusión conocer Australia, toda la zona de Oceanía, algo que podría lograr con la compañía con la que trabajo.

¿Aprovecha los seis meses de vacaciones para seguir viajando o se toma un descanso?
— La verdad es que no me quedan muchas ganas. En los meses de vacaciones, como menorquín que soy, me llama mucho mi tierra. Sí que viajo a veces, pero no mucho.

Supongo que cuando estudió esta carrera ya tenía planes de moverse mucho por el mundo...
— En realidad ésa era una de las cosas más atractivas. Pero hay que decir que este oficio ha cambiado mucho en los últimos años, y los barcos están muy poco tiempo en puerto. Antiguamente sí, por la operativa de carga y descarga los buques estaban mucho más tiempo atracados y los marinos tenían más oportunidad de hacer turismo. La tecnología ayuda ahora a trabajar con mucha más rapidez.

¿Qué mercancías transportan?
— Estamos especializados en el transporte de productos químicos líquidos a granel.

Mercancías peligrosas...
— Sí, mucho. Pero la seguridad es lo primero en este tipo de barcos. Nuestra preocupación es hacer el trabajo lo más seguro y sin que haya accidentes.

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¿Ha vivido alguna situación de peligro en el ejercicio de su trabajo?
— No. Claro que hay temporales, pero hay que tener en cuenta que el barco es bastante grande. Y por su diseño, y las tuberías que tiene en cubierta, le hacen estar preparado para afrontar grandes tempestades, pero siempre intentamos evitarlas buscando rutas alternativas. Peligro no, pero situaciones incómodas, claro que sí.

¿Su cometido en el barco cuál es?
— Soy uno de los segundos oficiales. En el mar, mi trabajo básicamente es durante las guardias estar al mando del barco, controlarlo y seguir la ruta trazada. Y en puerto, estoy al cargo de las operaciones de carga y descarga... Eso desde el punto de vista operacional. No es que sea el responsable superior ni mucho menos. Yo no soy el capitán... tengo los estudios, pero me faltan las horas de navegación... Por lo menos todavía dos años, ya que solo navego seis meses.

¿Su aspiración es llegar a ser capitán?
— Sí, es la idea. Pero mi aspiración no es hacer este trabajo toda la vida. Pretendo estar unos años así, adquirir experiencia y luego ya se verá... Calculo que seguiré trabajando así entre siete y diez años más para tener un buen currículum y conseguir el título de capitán.

¿Cómo es un día en la vida de Salvador Salord a bordo del barco?
— Pues bastante rutinario, sobre todo cuando se hace una travesía larga. Haces tus horas de trabajo, tus guardias en el puente y tus horas extras de mantenimiento de los equipos de seguridad, que son bastantes por la peligrosidad del trabajo. También hay que decir que nuestra jornada laboral es más larga de lo normal, de aproximadamente entre diez y doce horas al día.

¿Y el tiempo libre a qué lo dedica?
— Pues la verdad es que queda poco tiempo libre, imagínese trabajando casi doce horas, y si añadimos las comidas e incluso las rutinas de cualquier persona... Y además estando el periodo dividido, ya que tienes que dormir en dos tandas. Tiempo libre queda poco. Tenemos una sala, a la que llamamos bar, donde nos reunimos y charlamos los compañeros. Luego, llamar a casa también te ocupa bastante tiempo. Hoy día disponemos de internet, y pasas tu hora conectado con el mundo, lees las noticias, hablas con tus amigos...

Eso sí que ha sido un gran avance en los últimos tiempos...
— Es verdad. La gente que lleva muchos años en esta profesión aún recuerda los tiempos en que se enviaban y recibían cartas... Hoy día tenemos internet, el Whatsapp, el Facebook... Lo podemos disfrutar un tiempo limitado al día, aunque no a la velocidad que puedes disfrutar en tu casa... Yo estoy en contacto con mi familia. Estamos lejos, pero más cerca gracias a la tecnología.

¿Cuánta gente forma la tripulación del barco?
— Aproximadamente unas 30 personas, entre la oficialidad, la tripulación y el personal de fonda.

¿Cómo es la convivencia en un espacio tan limitado?
— Depende mucho de las personas que te encuentres, pero fácil, de entrada, no es. Es una empresa con una tripulación multicultural, y a bordo te puedes encontrar cerca de una decena de nacionalidades diferentes. Digamos que la convivencia es singular. El inglés es fundamental para trabajar en un sitio así.

¿Algún español entre sus compañeros?
— Pocos, pero hay. La compañía tiene varios barcos y pocas veces coincidimos.

¿Y mujeres a bordo?
— Pocas, pero sí que hay algunas. Por ejemplo hay una chica de Santander que está en la compañía desde hace años.

¿Cómo está el mundo laboral en este sector?
— La verdad es que no está tan bien como antes. En España queda poco, ferrys y algún barco, pero no hay una gran oferta, tampoco en el resto de Europa. Lo que hay son muchas compañías que tienen los barcos abanderados en paraísos fiscales, como es mi caso, y sí que contratan trabajadores europeos. La crisis se ha notado, pero quizás no tanto como en otros sectores laborales. Yo empecé en 2008, y desde entonces las cifras sí que demuestran que ha habido un pequeño receso.

¿Qué es lo que más echa de menos de Menorca?
— La comida, la familia y el poder hacer cosas tan simples como terminar tu trabajo e ir a un bar, sentarte y leer el periódico. O andar por la calle, dar un paseo por el campo.

¿No le gusta la comida del barco?
— No, en absoluto. No me malinterprete, pero sí que es bastante repetitiva...

Y cuando regresa a Menorca, ¿sale a navegar también?
— Sí, tengo una barquita y me dedico a la pesca recreativa, que es uno de mis grandes hobbies.