La consellera, a pesar de que se ha mostrado dispuesta a aguantar la polémica, lleva mucho tiempo tocada y hundida. | J. TORRES

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A pesar de que en la escena pública ha querido demostrar que se crecía ante las adversidades, lo cierto es que la consellera Joana Maria Camps lleva ya mucho tiempo tocada y hundida. Ahora su paciencia parece haber llegado al límite. Baraja dimitir, si es que no lo ha hecho ya.

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El golpe de gracia lo recibió después del pleno del martes, cuando desde el Consolat se le pidió que desapareciera del mapa, que es lo que ha hecho hasta ahora. Las broncas en la Conselleria han sido constantes, incluso en los últimos días. Su relación con Guillem Estarellas, el auténtico conseller en la sombra, ha sido nefasta. La presión personal que está viviendo es enorme.