Ir al supermercado y meter en el carro de la compra una barra de pan que apenas supera los 30 céntimos de euro se está convirtiendo en una costumbre cada vez más extendida entre los ciudadanos. Incluso también se puede ir a repostar gasolina y al pagar hacerse con una baguette, o en algún bar, además de tomar un café o una caña, uno se puede ir con el pan a casa. Son costumbres nuevas, permitidas por la normativa, pero que están socavando de manera prácticamente irremediable el sector de la panadería tradicional menorquina.
Así lo asegura el presidente de la Asociación Profesional de Pastelería, Panadería y Afines de Menorca (APAME), José Ángel Giménez. "No podemos hacer nada ante esta competencia, nos sentimos totalmente impotentes", sentencia. Admitiendo que la normativa permite estas actividades, Giménez asegura que "no creo que sea muy normal que un alimento como el pan se venda en gasolineras, no sé sanitariamente si es lo mejor". Ahora bien, el propio Giménez apunta que "las posibilidades de protestar son muy pocas, menos aún en Menorca, una isla muy pequeña en la que siempre nos toca aguantar".
El presidente de los panaderos apunta que "éste es un tema a tocar en la Confederación Española del sector, pero al ser ésta grande e incluir también el ramo de la pastelería, se hace muy complicado abordar el tema".
Giménez entiende que la costumbre de consumir el pan de supermercado se debe no tanto a una elección de este producto en detrimento de otro, sino a la comodidad que supone ir a hacer la compra y llevarte ya el producto a casa sin tener que pasar por otra tienda. Si a esto le añades los precios a los que se comercializa, la competencia se hace imposible. "Los supermercados se pueden permitir estos precios porque lo que pierden con el pan lo ganan con otros productos que la gente compra ya que pasa por allí", explica el presidente de los panaderos menorquines.
Esta nueva competencia ha supuesto un descenso importante de las ventas de pan tradicional en la Isla, aunque en APAME no disponen de cifras oficiales. No obstante, Giménez explica que además de perder negocios, esta nueva costumbre va a suponer la pérdida del propio producto típico. "Dentro de quince años nos arrepentiremos de haber hecho lo que estamos haciendo, porque perderemos el pan de siempre, el que dura varios días. La gente joven ya no busca el pan de toda la vida, se queda con la baguette fácil, ésta que es muy buena cuando se come en la primera hora pero que luego pierde el encanto muy rápido. El pan bueno ahora ya lo tienes que buscar, no lo encuentras, y por fuerza vamos a llorar mañana lo que estamos haciendo hoy. Estamos yendo para atrás, no para adelante", concluye Giménez.
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