"Emprendizajes en Cultura", su última publicación, hace un análisis detallado de los programas de promoción de industrias culturales en España. ¿A qué conclusiones llega?
Durante la última década ha acontecido un cambio significativo en la forma de entender el papel de la cultura, que ha dejado de percibirse como un derecho de la ciudadanía a un recurso económico que debía ser explotado. Esto ha conducido a un cambio en el papel de las instituciones públicas que han dejado de promover el acceso a la cultura para centrar la atención de sus programas en el desarrollo de planes de promoción de las denominadas industrias culturales. Muchos artistas, diseñadores, fotógrafos, músicos, realizadores, etcétera, se han tenido que adaptar a esta nueva realidad que ha dado pie a muchas contradicciones, el libro recoge esta transformación y las principales problemáticas a las que se enfrentan las empresas culturales.
¿Cómo se casan, o deberían casarse, economía y cultura?
La historia contemporánea está repleta de casos en los que la cultura ha tenido que acercarse, muchas veces a regañadientes, a la economía para poder subsistir. De forma creciente se ha postulado que la cultura ya no ha de valerse de la economía sino que la cultura ahora está en el centro mismo del crecimiento económico. La reciente terciarización de las ciudades occidentales, el auge del turismo cultural, la idea de capitalidad cultural o la aparición y crecimiento de las industrias creativas son claros ejemplos de ello. En todos estos casos la cultura se ha tornado un recurso para el desarrollo o el crecimiento económico de ciertas regiones a la vez que trata de seguir siendo una herramienta para favorecer el pensamiento crítico y para sublimar ciertas emociones.
¿Cuáles son los nuevos modelos culturales y empresariales?
Principalmente han emergido una multitud de microempresas constituidas por tres o cuatro socios dedicados a la producción a pequeña escala de objetos culturales o a la prestación de servicios de carácter cultural. Agencias de diseño, promotoras musicales, empresas de programación, productoras audiovisuales o empresas de gestión cultural han ocupado el espacio que hasta ahora pertenecía a asociaciones sin ánimo de lucro o a trabajadores autónomos que vivían en los márgenes de la economía.
Con todo en los últimos tiempos el concepto de cultura va cambiando, ¿hacia dónde?
Recientemente con el nacimiento del movimiento de la cultura libre, la recuperación de la noción del procomún y frente a la crisis económica actual, están apareciendo proyectos empresariales que perciben la cultura como un elemento a explotar pero también a nutrir. Estamos siendo testigos de la aparición de redes de distribución de contenidos culturales (los sistemas P2P) mucho más ricos y diversos que los que nos hacían llegar las viejas distribuidoras. Todo esto contribuye a cambiar radicalmente el modelo de producción cultural, obligándonos a repensar los sistemas de gestión y las formas de extraer beneficios de la cultura.
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