Cuando la húmeda noche todavía oculta el incipiente verdor de los campos recién sembrados del predio de Bellamirada de Baix, entre Es Mercadal y Fornells, la cuadrilla de cazadores se prepara junto a la boyera para iniciar la jornada de caza de tordos con "filats". Caras de sueño, voces aún roncas y muchas ganas de iniciar el día. Apenas se habla. Cada uno sabe lo que debe hacer. Son cazadores habituales del predio y sobran las palabras.
Aunque la temporada apenas acaba de comenzar y no concluye hasta finales de enero –con la posibilidad de cazar mañana y tarde–, la afición es grande. En silencio, con la tenue claridad del día que se intuye en el horizonte y con la ayuda de una linterna, los cazadores se colocan en sus puestos, en los "coll". Se trata de pequeñas plataformas preparadas días atrás de forma artificial con ramas y troncos en las zonas de paso de los zorzales hacia los comederos o dormideros según se trate de un "coll" de mañana o de tarde. Las artes de caza, los "filats", les esperan.
Tras acomodarse en su "coll", el joven migjorner Josep Camps, de 24 años, abre el filat, una gran red en forma de V de unos siete metros de largo por cerca de cinco de ancho en la parte más ancha sujeta con dos cañas de carbono. En silencio y en su "coll" espera el paso de los tordos que a menudo anuncia el matutino canto del petirrojo. Es una buena señal que esta vez se cumple.
El primer tordo cae en otro puesto cercano, pero Josep no se mueve. Al poco rato y con un movimiento envolvente de la red se estrena con una captura. Esta modalidad cinegética es muy selectiva y las aves que no se pretende se sueltan fácilmente si causarles ningún daño. Cada cazador puede cobrar únicamente 20 tordos al día.
Escasas capturas
Cuando el rocío de la mañana centellea con el reflejo de los primeros rayos de sol y los tonos verdes y ocres de la campiña mercadalense resurgen con fuerza entre la neblina, los cazadores saben que la jornada de caza ha terminado. Apenas ha durado 45 minutos, pero ha merecido la pena. Las capturas han sido escasas. El joven migjorner ha cobrado diez zorzales. Es lo de menos, otro día habrá mejor suerte.
De camino a las casas prediales, los cazadores comentan la jornada. "Había bastantes tordos, pero volaban muy alto. Aún no hace suficiente frío, no han emigrado a tierras más templadas como Menorca", justifica el joven Josep. La programada visita del "Menorca" al predio ha atraído a varios amigos y habituales aficionados de Alaior y Es Mercadal que aunque hoy (por ayer) no han cazado, quieren contar y compartir su afición. Joan Villalonga, los hermanos Tolo y Joan Pons, Jordi, el joven Josep Camps, el 'amo' de Bellamirada, Rosendo Pons, su mujer Martina y sus hijas Caterin y Joana, junto con otros amigos, comparten un contundente desayuno donde no faltan los "esclata-sangs", el "botifarró", los buñuelos y los tordos estofados. La caza es la excusa para compartir experiencias y charla entretenida.
Charla y experiencias
Joan Villalonga, de 72 años, hombre experimentado en las artes cinegéticas, explica su técnica de caza con "filats" y un secreto para que la red no haga bolsa cuando el viento sopla en contra, "de sencillez y efectividad probada", dice, como es la colocación de un hilo que una las dos cañas para aguantar la red.
"A mi edad suelo cazar por las tarde, cuando el tordo se recoge para dormir en el bosque porque por la mañana apenas veo y no sé dónde piso", comenta con una sonrisa. La joven Caterin, la hija del 'amo' de Bellamirada, ha acompañado hoy a su padre, aunque confiesa que aprendió a cazar con "filats" con su madre.
"Mi padre no podía venir porque a esa hora siempre ordeñaba. Cazar para mí es algo natural, siempre lo he vivido de pequeña. Siempre he visto cazadores en casa", explica. Por el contrario, su hermana Joana reconoce que prefiere estar entre caballos –su gran pasión– que cazar todos. Tolo Pons, de Alaior, explica que pasa buena parte del año esperando la apertura de la veda para cazar con "filats", "se necesita muchas ganas y mucha paciencia, pero sobre todo disfruto con el ambiente, con los amigos", relata.
En el mismo sentido se expresa su hermano Joan, quien se reconoce cazador de conejos, tordos y perdices, "siempre sin escopeta", puntualiza. El joven Josep también recalca este extremo cuando habla de su afición. "Los cazadores realmente amamos y respetamos la naturaleza y los animales. Tengo caballos, halcones, perros, palomas mensajeras y perdices. Más que la caza me gusta el tiempo que estoy en el campo y con la gente que me agrada", explica.
"Me gusta cumplir las normas. Hay veteranos cazadores que no ven razonable el límite de 20 tordos al día, pero creo que es muy necesario. Antes, cuando se pasaba hambre, se cazaba para comer y para ayudar a la economía familiar, ahora la caza es un hobby y por tanto hay que respetar la naturaleza y todas las normas", añade con convicción.
Rosendo, el 'amo' de Bellamirada, cuenta que prefiere la caza de la perdiz con reclamo y que cuando se abre la temporada del tordo, la mayoría de las ocasiones simplemente acompaña a los cazadores a su "coll" y ayuda a "vestir" (preparar) los puestos antes del inicio de la temporada. "De vez en cuando solemos hacer un almuerzo o una comida donde no faltan los tordos", explica.
Los cazadores que acuden a este predio no pagan por obtener el permiso para cazar, "a cambio me ayudan en algún trabajo, como levantar un 'enderrossall', quitar piedras o pintar alguna estancia", relata Rosendo Pons, mientras prepara varias bandejas de "esclata-sangs" a la plancha de las que cazadores y aficionados dan buena cuenta poco antes de recorrer las "tanques" mercadalenses para buscar nuevas setas y completar otra jornada de caza en Bellamirada de Baix.
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