Que Fornells es un pueblo de tradición marinera es evidente. Félix Ripoll es un ejemplo de ello. Tiene 30 años y hace unos cuantos que se convirtió en el pescador más joven de la zona, pero él ha ido un paso más allá. Félix se dio cuenta de que cada vez se acercaban más turistas hasta las barcas preguntando si existían excursiones para ver cómo trabajan los pescadores. Ripoll explica que con la crisis, la pesca ha ido a menos. Cuenta que los restauradores compran menos langosta y a menor precio por lo que la alternativa de las excursiones le llamó la atención.
"Había demanda y decidimos ofrecer ese tipo de ruta. Sé que en otras ciudades y países se hace, así que me informé y vi que llevar a los turistas en el barco de pesca es por ahora imposible, ya que la normativa no lo permite, pero sí que podíamos ir con otra embarcación a ver cómo se pesca". Dicho y hecho. Esta misma temporada, Félix se dedicó a repartir publicidad por hoteles y otros locales, "es un primer tanteo. Nosotros ofrecemos dos rutas: una que lleva a los turistas a recorrer las playas de la costa norte, lo que es la reserva marina, con baño incluido; y otra que consiste en ir a ver cómo trabaja un pescador". Actualmente, las diversas administraciones baleares están gestionando que sea posible realizar este tipo de excursiones en los propios barcos de pesca, algo que hasta ahora ha sido un tema complicado, ya que tal iniciativa compete a diferentes organismos oficiales.
Pesca tradicional
Carmen Mampel y Felipe Santander viven en Valladolid y son dos de los turistas que llamaron a Félix para realizar la excursión. "Cuando viajamos a algún sitio, nos gusta experimentar este tipo de cosas, además de que la pesca nos interesa, sobre todo si es en un llaüt y despacito". Los dos son recogidos en el puerto de Fornells, donde se suben a una amplia Zodiac y se dirigen hasta el barco de Josep Ripoll, pescador experimentado de 40 años. A la pareja se le informa de cómo es la pesca tradicional de la Isla. "Anoche hubo luna llena, no creo que haya muchos peces". El pescador explica posteriormente su teoría y es que, en noches de luna llena, los peces ven las redes fácilmente.
Cuando Josep comienza a subir las redes, van apareciendo caproigs, brótolas, salmonetes, sargos, gallos de san Pedro y hasta una sepia y una estrella de mar, que se devuelve viva al mar. De repente, una dorada, "eso quiere decir que hay delfines. Las doradas no se enganchan a las redes si no es porque están siendo perseguidas por un delfín de forma insistente", explica Félix, quien añade que los mamíferos suelen destrozar las redes, al igual que los grandes barcos de pasajeros. Los pescadores tienen permitido llevar hasta 1.500 metros de red, que luego ellos distribuyen en grupos, sueltan por las noches y recogen al día siguiente.
Tras tres horas de recomendable excursión en la que el turista se acerca hasta la realidad de los pescadores, nada mejor que un refresco y un merecido baño en una cala preciosa. Ésta puede ser una buena alternativa para que, personas como los amables Félix y Josep, miren más allá en tiempos difíciles, y una óptima manera para que los visitantes conozcan la pesca tradicional menorquina.
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