Misa. La capilla de la Base Naval fue el escenario de una sencilla y emotiva Eucaristía - Gemma Andreu

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Los trinos de los pájaros rivalizaban ayer con el "Santo" que la Coral del Centre Cultural de Alaior interpretaba a las siete y media, hora a la que estaba previsto el traslado de la imagen de la Virgen del Carmen a la embarcación desde la que presidiría la procesión marítima con la que las gentes del mar de Maó conmemoraron un año más la festividad de su patrona.

A las puertas de la capilla de la Base Naval, la tarde, luminosa y perfumada de mar y resina, anticipaba que la tradición se cumpliría, pese al ligero retraso, con la devoción y la intensidad de siempre. El canto de la Salve Marinera minutos antes de las ocho preparó a los presentes para la salida de la imagen de la Virgen portada por una dotación de la Estación Naval. Las bengalas tomaban el relevo, lanzando al aire un aviso innecesario, el de lo inminente de la procesión.

Para entonces, la expectación había crecido y en torno a las instalaciones navales un buen número de embarcaciones esperaban que la imagen de la Patrona de los Mares comenzase a marchar sobre las aguas del puerto de Maó. Xauxa, Río Alfambra, Belle Moon, Villa Mercedes, Argo, Oceanis, Anita o Zaca, lanchas, veleros o llaüts. Una estela de barcos grandes y pequeños, lujosos y humildes, de última generación y antiguos, pero mimados por sus celosos dueños, se dispusieron a escoltar a la Virgen del Carmen.

Y si la mar es de quien pesca, bucea o navega por obligación o por devoción, es también de quien vive a sus orillas, de quien encuentra en su inmensidad vasta y misteriosa preguntas y respuestas, solaz y calma. En los muelles, en el Paseo Marítimo, en las casas de "s'altra banda", en Calasfonts o el Fonduco, fueron muchos los que salieron al paso de la procesión, con aplausos que se perdían entre el rumor de los barcos y el estruendo de bocinas y sirenas.

Un solitario, menguado y desafiante "fester" –desde Demarcación de Costas se había advertido de la inconveniencia de encender fuego– saludó a la comitiva desde el Lazareto, mientras que en Calasfonts fue el calor de la gente que esperaba en el muelle el que recibió la imagen de la Virgen, como el canto de la Salve Marinera lo hizo desde la Isla del Hospital.

Una sorpresa en forma de hilera fucsia y brillante animaba la procesión marítima en el Fonduco, donde se habían dispuesto numerosas bengalas para saludar el paso de la "Estrella de los Mares" en su camino de vuelta a la Estación Naval. Guiño en forma de bocinazos desde las embarcaciones amarradas cerca de la Sirenita de Mô, aplausos en los muelles.

El sol se resistía a abandonar la celebración de la gente del mar, enganchándose en los tejados, en las copas de los árboles, demorándose allá por la Colàrsega, pero su retirada anunciaba que la procesión estaba llegando a su fin. Atracaba su barca en la Estación Naval y una plegaria se elevaba al cielo –protección ante el mar bravío, pan para quien no lo tienen, saber cuidar los mares–. Se despistaban los pescadores, pero algunos de ellos junto con miembros de la dotación devolvían la imagen de la patrona a la capilla. La Salve Marinera volvía a sonar en las voces de la coral alaiorenca despidiendo el acto.