El artista menorquín, el pasado sábado en Seattle.

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«Si algo me atrae pero, al mismo tiempo, me provoca rechazo o extrañeza, sé que debo pintarlo». Así responde Carles Gomila (Ciutadella, 1978) cuando se le pregunta de dónde nace el material artístico que ha creado para su última exposición. Una colección que lleva por título «Strange Heaven» (Extraño Paraíso) y que desde el sábado se puede ver en la galería Roq La Rue de Seattle (Estados Unidos), una sala de exposiciones distinguida por estar enfocada al arte contemporáneo pero con cierta inclinación por la escena más alternativa.

El artista menorquín, cuya última exposición en la Isla fue «Creature» en 2022, da un paso más en su carrera afrontando nuevos retos, pero sin perder un ápice de ese estilo tan característico que define su obra. Reflexiona con esta nueva propuesta sobre el arte, la paradoja y el azar.

Defiende que la pintura «permite comprender emociones que la razón no alcanza». A su juicio, «la naturaleza del arte acepta la paradoja: algo puede ser bello y desagradable a la vez, pesado pero ligero, luminoso en su oscuridad. El pensamiento no puede abarcar estas contradicciones, salvo cuando se convierten en poesía». Y en ese paraíso extraño que ha surgido de su interior recopila «una colección de visiones que no entiendo del todo, pero que me generan sensaciones contradictorias. Así que utilizo la pintura para explorarlas desde diferentes ángulos», relata desde Seattle, donde sus obras se podrán ver hasta el 27 de este mes.

Destilan las obras de Gomila un cierto ambiente onírico, y en ello puede tener que ver el hecho de que desde hace años lleve un diario de sueños. «De ahí sale la semilla de cada obra. Mis obras no parten de referencias externas, como fotos o escenas del mundo real. Todo viene de mis referencias internas, y la más potente son los sueños. Me gusta lo que veo cuando no pienso».

La esencia permanece, pero con los años, la forma de trabajar del menorquín va evolucionando. «He introducido cambios importantes», reconoce, «antes sentía que debía controlar todo: tener cada decisión clara y estar al mando. Ahora prefiero soltar las riendas, no imponer nada, contradecirme. No quiero tener todo el control».

En esa línea, el artista relata como ha empezado a dejar que el azar tome decisiones por él, hasta el punto de usar dados y monedas para decantarse entre diferentes opciones. «Yo planteo las posibilidades, pero dejo que el azar elija. Y acepto el resultado sin resistencia. El azar plantea caminos que jamás hubiéramos imaginado».

Carles Gomila, junto a la también menorquina Itziar Lecea y la galerista  Kirsten Anderson.

Un proceso que le resulta liberador porque le permite quitarse presión de encima. «En vez de enfrentarme a la obra, la acompaño. El proceso es más fluido y menos controlador. Hay menos responsabilidad». Al respecto, concluye Gomila que «en la pintura figurativa, los artistas solemos obsesionarnos con que todo salga como lo imaginamos. Antes, me frustraba si no lograba plasmar mi visión. Ahora utilizo la pintura para imaginar, colaboro con ella».

El apunte

Un universo de mitos y arquetipos para conectar «con algo eterno»

«Sublime mezcla de simbolismo mítico con una pizca de la espeluznante ilustración pulp de mediados de siglo. Soñador pero provocador». Con esas palabras anuncian desde la galería Roq La Rue la muestra de Gomila. Un artista moderno pero con perspectiva clásica. «Los arquetipos y los mitos son universales. Hablan de lo que no cambia en la naturaleza humana. Conectar con ellos es como tocar algo eterno, como hablar a todo el mundo con un lenguaje emocional que todos pueden comprender». Y en toda esa galería de personajes que forman parte de su trayectoria hay uno recurrente, Medusa, que también habita en «Strange Heaven». «La Medusa es un tema que no dejo de explorar. No sé exactamente por qué me obsesiona, pero cada vez que la pinto descubro algo nuevo.