El Roser adquiere para la ocasión una aspecto diferente en una propuesta que está comisariada por Enric Tubert. «Intento crear un clima determinado, de meditación, y estos espacios religiosos me lo prestan», reconocía ayer mientras ultimaba los detalles del montaje. Una puesta en escena que llama la atención por contar con una iluminación distinta, más tenue, de lo que suele ser habitual en la sala de exposiciones.
«Quiero que el ritmo sea lento, y también la mirada, un espacio introspectivo», insiste, «como si fuera una capilla, porque para mí el arte es algo religioso». Eso es lo que pretende, aunque no está seguro de poder conseguirlo, confiesa. «Lo que busco en el arte es misterio y me gustaría devolver el favor a las obras que a lo largo de la historia me han transformado… Me gustaría provocar algo similar», apunta.
Ese aire de misterio se respira perfectamente en una exposición que no se sirve de ningún tipo de cartelería, mensaje, título o texto explicativo como acompañamiento de cada una de las obras. El pintor defiende la teoría de que cuando existe este tipo de información adicional «una parte de tu cerebro se está distrayendo, no estás realmente abierto al cien por cien». Sostiene también que «hay que aprender a mirar» y que «la escenografía es importantísima, quiero que el espectador interactúe con el espacio, en un lugar en el que hay una narración de principio a fin».
Rehúye hablar de mensajes, pero salta a la vista que gran parte de su obra gira en torno a la anatomía del hombre, con especial atención al rostro, y en la exposición se reivindica por encima de todo el misterio y cuestiones de calado alrededor de la existencia humana. Si en «Hybris» alude a la arrogancia y la desmesura humana, en «Cosmos» pretende sugerir el cuerpo como un resumen completo del universo. Dos propuestas que reivindican el misterio y se exhiben como un ejercicio de investigación hacia nuevas aproximaciones visuales a la pintura.
Un universo el de Isern que tiene como punto de partida un pensamiento clave. «El hombre no hace el arte, el arte hace al hombre». Con ello se refiere a que hay un tipo de conocimiento que solo se transmite visualmente, que es inaccesibles a las palabras «y que pertenece a un consciente colectivo ancestral» que a su juicio «ayuda a fabricar al hombre».
«Para mí el arte es cuando se juntan la belleza con la verdad», resume el artista, siempre dado a dejar un camino abierto a la interpretación propia: «Para mí la razón, el raciocinio, es muy limitado, tienen mucho más poder otras cosas, como la intuición», argumenta quien es de la opinión de que «no hay nada peor que un artista que intenta explicar su obra, por que así la está limitando».
Isern cree firmemente «en el poder de la visión y de la imagen», elementos «que a lo largo de la historia nos dan información de cosas sagradas, esenciales, sobre las grandes preguntas de la vida, como la existencia humana, el dolor, la eternidad, o el infinito, que son las que tiene que afrontar el arte». El artista huye de las etiquetas, porque limitan, pero reconoce que su obra es figurativa: «Lo que hago con mi arte es un homenaje a la figura humana y necesito seguir hablando desde ella. Creo que es lo más importante, hablar de nosotros, de lo que nos pasa, de lo que nos une, de lo que nos reúne», concluye.
Sin comentarios
Para comentar es necesario estar registrado en Menorca - Es diari
De momento no hay comentarios.