Un momento de la actuación el pasado lunes del Ensamble Cristóbal de Morales | Joan A. Gomila

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Las sonoridades ásperas y ancestrales de mi tierra han sembrado en mi un amor incondicional por el canto y la polifonía, que me ha llevado a cultivar desde la niñez la pasión por la música de los grandes autores italianos: Palestrina, Monteverdi y Gesualdo. Pero nunca podré olvidar el impactante descubrimiento de la que he terminado llamando la «maravillosa trinidad española» y que sigo considerando una de las joyas más brillantes de la cultura del amado país que me hospeda: Francisco Guerrero, Tomas Luis de Victoria y Cristóbal de Morales.

Gracias a la sensibilidad de Joventuts Musicals de Ciutadella, pudimos escuchar el pasado lunes uno de los más representativos testimonios de este estilo musical ejecutado magistralmente por el Ensemble Cristóbal de Morales que tiene el gran mérito de haber recientemente grabado, entre otras cosas, dos misas polifónicas a 5 voces discográficamente inéditas del autor que da nombre al grupo, en el marco de un proyecto interesantísimo impulsado por el museo de Lleida.

A pesar de la inmensa fama internacional de la que Cristóbal de Morales gozó a la largo de su vida y en los siglos posteriores a su muerte, asombra cuán poca música suya se conoce y se toca en la actualidad, así como es fragmentaria la información acerca de su vida. Por esta razón, conciertos como el que hemos podido disfrutar, tienen un valor y una función inestimable: transmitir el legado musical, cultural y emocional de los grandes compositores del pasado.

La luz de España en la música

Cristóbal de Morales es sin duda el mejor compositor español del siglo XVI, tanto que ya sus contemporáneos lo identificaban como la luz de España en la música. Su obra, con pocas excepciones, fue vocal y sacra, cargada de una fuerte espiritualidad para algunos cercano a un misticismo típicamente hispano paralelo al de Santa Teresa.

Sabemos que Morales nació en Sevilla, que fue siempre un hombre de la Iglesia, maestro de capilla en la catedral de Plasencia y que entró a formar parte de la Cappella Pontificia en Roma como cantor al lado de músicos de altísimo calibre internacional como Jacques Arcadelt. Estos aspectos de su vida personal, resuenan fuertemente en su música que invita constantemente a la oración, a la contemplación del Misterio en un mixto de sonoridades ciertamente hispánicas, pero al mismo tiempo influenciadas por los grandes maestros franco-flamencos, especialmente Josquin Desprez.

Los cinco cantantes han reproducido todo esto para nosotros, dirigidos por el gesto seguro y eficaz de su maestro y acompañados con sabiduría por el organista Joan de la Rubia, cuyas habilidades han destacado tanto en el tocar el maravilloso órgano de la iglesia del Socors, como el órgano portativo llegado por la ocasión de Mallorca.

Por lo que afecta a la primera parte del concierto, dedicada a la obra de Morales, cabe especialmente destacar la belleza del «Sanctus» y la musicalidad, afinación y calidez de la voz del bajo cuya interpretación de todo el repertorio ha sido realmente magistral. Más tímidas, pero siempre afinadísimas y precisas las voces femeninas, quizás huérfanas de una voz de alto capaz de dar más cuerpo y calidez al conjunto.

¿Y cuál mejor elección de la de completar esta parte más bien litúrgica con un canto monódico, piedra miliar del repertorio gregoriano, como el «Ave Maris Stella»? En este caso la fusión de las varias voces ha sido impecable, así como la precisión de los cierres y la compostura de las dinámicas.

Por si gozar del privilegio de escuchar en Menorca el repertorio del Princeps musicorum fuera poco, los músicos catalanes nos han deleitado, en la segunda parte del concierto, con una elección acertadísima de otras composiciones de los autores que han recogido el testimonio del gran maestro andaluz. Si es evidente que Morales fue un músico genial, es también indiscutible su influencia sobre la obra polifónica de sus sucesores, en especial modo Palestrina y el muy posterior Tomás Luis de Victoria, ambos presentes en la selección de este lunes.

Me han encantado las dos piezas del talentoso aprendiz de la época toledana de Morales, Francisco Guerrero. Aquí las sonoridades hispánicas son inconfundibles y bellísimas. He apreciado en especial modo «Si tus penas» donde, por fin, ha podido brillar el contratenor que hasta este momento había quedado en la sombra, dando prueba de grandísima agilidad y destreza musical. Pero es sobre todo con el «Regina Caeli» de Tomás Luis de Victoria, que todo el conjunto ha resplandecido en su plenitud. Para mí, la pieza mejor de todo el concierto. Dificilísima sin duda, pero absolutamente emocionante y magníficamente interpretada.

El recorrido a través la obra polifónica emprendido en el concierto, ha quedado bien sigilado con un guiño a otros dos grandes compositores italianos: el Summo Claudio Monteverdi y Francesco Cavalli. La que en un primer momento había interpretado como una decisión muy atrevida, considerando el salto temporal importante entre los varios compositores, se ha revelado una bellísima sorpresa. Aquí hemos podido apreciar como la técnica del cantus firmus, tan presente en el repertorio de los autores españoles, especialmente Morales, va lenta y progresivamente desapareciendo en favor de nuevos recursos.

«Alma redemptoris mater» de Cavalli es un ejemplo de polifonía ya mucho más sofisticada, luminosa, que hace pensar en el Paraiso, que nos eleva de la terrenalidad, que nos acerca a Dios, cualquier sea el concepto que tengamos de divinidad. Y no puedo pensar en una conclusión mejor.

Música y eternidad

Este concierto bien se puede considerar como un viaje retrospectivo, místico, vuelto a la búsqueda de aquella paz interior que tanto nos hace falta en nuestra sociedad acelerada y superficial, cada vez menos proclive a la escucha y la reflexión profunda. Nuestros oídos y corazones necesitan belleza, necesitan armonía y paz.

Mientras dejo este lugar precioso y acogedor en el corazón de Ciutadella, marco acústicamente y estéticamente perfecto para esta propuesta musical, me invade un fuerte sentimiento de gratitud por poder compartir estas experiencias con un público atento, entregado y respetuoso. Al mismo tiempo, estoy consciente que la investigación sobre la vida y obras de Cristóbal de Morales, así como de otros grandes del pasado, tiene aún mucho camino por delante antes de poderse definir terminada. Y a la gratitud se suma la alegría y la ilusión, motores de la vida.