Tras el detallado y sincero speech de Julia Pascual (Presidenta de JJMM de Maó), Salvador y Marco se convirtieron en los protagonistas. Ya la manera de aparecer en el escenario demostró la complicidad que estos dos grandes artistas poseen. Desparpajo y cercanía con el público desde el comienzo, lazos invisibles que provocan risas y aplausos, buena combinación que consigue su objetivo: mantener al respetable enchufado.
El eclecticismo del programa, sostenido a través del toque jazzístico que Mezquida borda y Sobral disfruta y complementa, es denso: sal y miel, albahaca y camamil·la, intensidad y entrega, gusto y sensibilidad, delicadeza y nostalgia... otra salva de aplausos me devuelve a la realidad... a una realidad onírica, a un espectáculo que por momentos refleja nuestras vidas, vidas caleidoscópicas, vidas llenas, vidas desgarradas, amor y odio a partes iguales.
Efectos sonoros envuelven la atmósfera, Marco despliega su visión musical natural y humilde mientras raya la genialidad, fuerza, locura, sincronía, complicidad... Salvador percute con su cuerpo integrándose cual siamés, la energía no para de subir, no para de convencer, para, un suspiro después, retraerse y dejarnos a todos con un hilo de vida. Otra gran salva de vítores, un público entregado...
Ahora llevamos cinco minutos de diálogo con el público, entretenido y cercano, directo y sin tapujos, ahora los conocemos más, los sentimos más cercanos. El tema «You'd be so nice to come home to» aumentó considerablemente el ritmo del bombo a negras, que a través de un potente y sincopado swing (Salvador
con caja y escobillas) hizo que los pies, cabezas y hombros comenzaran a moverse a mi alrededor. Otra gran ovación como merecida recompensa, comentarios de la calidad y el magnetismo de los artistas se cuelan en mi radar, los asistentes están felices y relajados, disfrutando del momento, viviendo la cuarta dimensión, el aquí y el ahora, poca cosa más se puede pedir.
También destacar el juego de luces y la estética del espectáculo, muy acertada, buena simbiosis que sin duda realza la puesta en escena y el directo. Salvador acaba de saltar del escenario y está a medio metro de mí mientras el público asistente ha creado una base sonora (recreando el sonido de las aves de un paraje ecuatorial) sobre la que los dos artistas cabalgan y disfrutan como niños pequeños. El título del espectáculo no engaña, cosa de dos, un «yo me lo guiso, yo me lo como» canalla y cercano que está milimétricamente medido para llegar con franqueza y pasión al ávido espectador que responde a los inputs lanzados desde el escenario al instante.
Tras otro momento íntimo sobre el escenario (del cual todos nos hicimos partícipes), los dos artistas nos regalaron un tema propio, musicalizado por Marco y con letra de Salvador. Sonó con delicadeza y nos transportó a un verano sinfín, a la sutil gracia de la inocencia juvenil. Otra gran ovación como colofón a la visceral interpretación. También destacar la idoneidad del repertorio, una selección de piezas sólida y coral que convirtió la experiencia en un camino plácido y estéticamente coherente, fácil y ameno de transitar. Buen trabajo chicos, mi más sincera enhorabuena. El respetable se pone en pie, el humo del escenario alcanza las primeras filas del patio de butacas mientras una enorme ovación llena cada rincón del Teatre Principal. Casi dos horas de espectáculo que se han pasado volando, el teatro lleno, los asistentes encantados, magia para todos los públicos sobre el escenario, éxito absoluto.
Felicidades a JJMM de Maó. Felicidades por apostar por la música y los músicos de calidad. Enhorabuena por otro exitoso festival. Enhorabuena por el trabajado realizado. Para acabar, y parafraseando a Julia Pascual: sin música no hay vida. Nos vemos pronto. Disfrutad de lo que queda de verano.
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