Fedelich, junto a una de las obras que representan el campo menorquín. | Katerina Pu

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Es Jaume Fedelich (Ciutadella, 1943) un hombre más de taller y estudio que de galería y sala de exposiciones. De hecho, a lo largo de su extensa carrera no se    ha prodigado demasiado en enseñar su obra. «El realismo es costoso, se requieren muchas horas para un cuadro», se excusa cuando se le pregunta por esa cuestión.Pero el momento ha llegado, y a lo grande. Este viernes por la tarde (20 horas) se inaugura en la sala El Roser de Ciutadella «La Pintura Tàctil», una retrospectiva que abarca su extensa y variada producción artística desde 1963 hasta la fecha.

«Es un halago», reconoce sobre el interés que despierta su producción artística, recogida en la exposición más grande que jamás se ha organizado en torno a quien está considerado como una de las figuras más destacadas de la pintura menorquina. Y es que estamos hablando de que de las paredes de El Roser colgarán nada más y nada menos que 150 obras. Una selección que abarca las diferentes etapas creativas de Fedelich, quien a sus 80 años sigue experimentando con los colores y los pinceles como si el tiempo en realidad no hubiera pasado.

Esa curiosidad innata que atesora le ha llevado a dar forma a una trayectoria rica en estilos, todos ellos representados en la muestra de una forma cronológica. La exhibición arranca con sus obras de juventud en un apartado    titulado «Inicis». El itinerario continúa con «Gravats», «Realisme, Alter ego» (esa etapa en la que firmaba como J.F.Bosch) y acaba en «Fedelich».

El panel de entrada a El Roser con una colección de objetos personales | Katerina Pu

Un viaje por sus distintas etapas estilísticas y temáticas que termina con un apartado en el que reside buena parte del interés de «La Pintura Tàctil», la exhibición de 48 obras que se presentan por primera vez ante el gran público, y cuya esencia y textura sirve para dar título a la muestra. Así lo explica el comisario de la misma, Carles Jiménez, quien define la etapa actual, en la que comenzó a trabajar a principios de este siglo, como una evolución «hacia una concepción    más sintética y casi abstracta».

Un paso más hacia adelante impulsado por esa sensación de que «uno nunca acaba de encontrarse a sí mismo», reconoce el autor. El auténtico motor en la carrera de un artista enganchado de alguna manera «al placer del cambio, algo que siempre conduce a disfrutar más. Intento evolucionar siempre que se puede».

Lejos de acomodarse, sostiene que todo gira al final «por hacer lo que buenamente te venga por hacer».La ventaja es que a él esa inspiración casi siempre le pilla en su taller, «cuando trabajo, me encuentro bien», relata Fedelich, quien insiste que ha evolucionado «de una forma no forzada, sino natural». Eso a lo largo de una vida dedicada prácticamente por completo, en cuerpo y alma, a la pintura. «Y a la investigación», apostilla su esposa, Pilar Iglesias: «Se ha pasado muchas horas haciendo codos», relata en torno a otra de las grandes pasiones del artista, la investigación a través de la lectura, que se ha traducido en cientos de libros subrayados.

Fedelich es un hombre de arte, con pasión también por la fotografía y la ópera. En lo que se refiere a a la pintura, rememora cómo todo empezó contemplando los dibujos en el porche de su casa, cómo le inspiraron los colores del predio de sus abuelos; también las clases que recibió del pintor Torrent y la breve etapa de formación en la Academia Tárrega de Barcelona.La semilla de una prolífica y reconocida carrera que continúa creciendo. Una trayectoria complicada de definir para el propio artista, pero que bien podría resumirse con las frases de sus amigos que acompañan la muestra. Sirva como ejemplo la utilizada por otro de los grandes pintores menorquines, Matías Quetglas: «La sensibilitat sense artificis».


  • «La pintura tàctil. Jaume Fedelich». En la Sala El Roser de Ciutadella, hasta el 16 de septiembre.