Aunque catalán de nacimiento, podríamos decir que Poch es menorquín de espíritu. Un habitual de los veranos en la Isla «de toda la vida» por herencia familiar después de que sus padres instalarán su residencia estival décadas atrás en el pueblo de pescadores de Binibeca. Menorca sigue figurando en su hoja de ruta anual y cada vez con temporadas más largas, ahora desde principios de junio hasta finales de septiembre.
Tras trabajar como diseñador gráfico en una agencia de publicidad de Barcelona, hace 24 años que Poch dejó ese empleo para dedicarse profesionalmente al mundo de la pintura. Desde entonces, ha desarrollado una carrera en la que la temática de sus trabajos ha ido perdiendo altitud hasta acabar sumergiéndose en el mar. Sus primeras pinceladas se centraron en el paisaje mediterráneo, después el rumbo giró hacia la temática de los casos de los barcos, el óxido y las anclas para, desde hace unos años, zambullirse en el mar y poner su atenta mirada en el mundo de los peces.
El mar es su actual centro de atención, y parece que tiene cuerda para rato. Para Poch, que también es instructor de buceo, aunque no ejerce como tal, el mundo marino siempre ha sido su «gran pasión» reconoce. «Hasta hace un tiempo mi mirada iba desde la superficie hacia fuera, y ahora hacia adentro», resume cuando se le pregunta por la evolución de su carrera. Sobre el momento que vive, dice que «pinto retratos de peces que nos miran y que nos hacen una llamada para que protejamos el océano; hay una visión ecológica detrás de mis cuadros», asegura.
El tema de la preservación del medio ambiente es una de sus grandes preocupaciones, y los peces, como centro de sus lienzos, son el reclamo que utiliza «para llamar la atención». Lamenta como tan solo en una generación, por ejemplo, en la costal sur de Menorca, están desapareciendo muchas especies, «algunas de las cuales, por desgracia, mi hijo no verá. Entre todos tendríamos que proteger y cuidar mucho más nuestro mar», insiste.
Mientras la temática de su obra ha ido cambiando, de forma paralela ha ido perfeccionando su técnica pictórica, siempre ligada al óleo, «para mí la más noble en el mundo de la pintura». Con el paso del tiempo reconoce que ahora, de alguna manera, «hago lo que quiero con los pinceles» y que el mundo de los peces «le da mucho juego. Hay una gran gama de colores infinitos en la fauna marina, los colores son brutales y me resulta muy divertido trabajar». ¿Y el formato? Pues también ha ido creciendo progresivamente, pero en «Somos mar» hay de igual forma obras de menor tamaño para que el poder adquisitivo no sea una barrera insalvable a la hora de llegar al público.
El de Menorca no es el único mar que inspira la obra de Poch. Si la Isla es su destino estival, durante el resto del año viaja constantemente por el mundo. En los últimos tiempos por Maldivas, el Mar Rojo, Indonesia o Tailandia. Destinos en los que capta con su cámara las fotografías que luego plasma con colores en su estudio. Entre toda la fauna que retrata hay un pez que tiene un especial protagonismo, el mero, que utiliza para ilustrar el cartel de la exposición que se podrá ver hasta el 13 de agosto. «Es un pez solitario muy querido por los que amamos el mar, un animal que cae simpático y que me resulta entrañable», confiesa el artista, entre cuyos planes figura el de fijar, algún día, su residencia permanente en la Isla.
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