Por una cuestión de justicia, flauta, guitarra, voz y violín se situaron en la primera fila del concierto de Celtas Cortos el viernes en Maó | Javier Coll

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Celtas Cortos demostró la noche del viernes en Es Claustre, Maó, que conservan dos cualidades que les auguran una buena madurez, toda vez que ya han sobrepasado los treinta. Por una parte, tienen un directo potente, entregado, muy convincente, que suena bien y engancha. Por otra, su sonido es reconocible. Es decir, quizá alguno de los presentes en el concierto no supiera enumerar antes de entrar más de tres canciones de la formación pucelana, pero en cuanto uno oye cualquiera de sus temas, sabe que es Celtas Cortos. No hay otra. No hay duda. Voz y acordes con denominación de origen.

Hacer rock, pop o incluso ska, que la gente salte, vibre, con flautas y violines no es algo exclusivo de Celtas Cortos, pero Celtas Cortos lo borda, incluso con solos de que brillan con luz propia. Los instrumentos de viento y cuerda comparten protagonismo, estrellato, de igual a igual, con la peculiar voz de Jesús Cifuentes, Cifu. Son una marca del grupo bien merecida. Suenan espléndidos y no tienen nada que envidiar a la guitarra eléctrica, más convencional en el panorama musical, a la hora de animar al personal.

En el ambiente favorable que le proporcionaba estar en plena paranoia de investidura presidencial, Cifu aprovechó diversas ocasiones para apelar sin cantar a las conciencias menos conformistas, para mostrar el espíritu antisistema que rezuman las letras de sus canciones. Incluso parodió a Mariano Rajoy. Ante sí, un claustro lleno pero no apretado, quizá unas 700 personas, de las cuales una buena parte ya eran algo más que adolescentes aquel esperado 20 de abril del 90, que tardó una hora en llegar.

Pero antes del hit cumbre de Celtas Cortos, la propuesta no tuvo desperdicio. Desde temas más lentos que invitaban a algunos a pedir otra ronda de cervezas para combatir una noche calurosa mientras se dejaban engatusar suavemente los oídos, a canciones movidas que desataban las ansias de bailar, de calentar motores de cara a fechas venideras. Hubo tiempo para todo.

A pesar de la experiencia que acumulan en los escenarios. Celtas Cortos empezó el concierto con «Suelto el lastre», como si lo necesitaran antes de arrancar, aunque no lo pareció. El grupo presentó algunos de los trabajos de su nuevo disco, «Contratiempos», que Cifu definió como «invisible» por la poca presencia que le brindan los medios. En él se encuentra «Salieron las estrellas», por ejemplo, tema que conserva tres décadas después este aroma celta que envuelve un rock tan contundente como cualquier otro. Por cierto, estrellas se veían pocas. Por la humedad.

Cifu se acordaba de su anterior presencia en Menorca, aunque no la supo precisar en el tiempo, y como un guiño fue introduciendo el topónimo en algunos temas, como el oportuno, por espacio y tiempo, «Haz turismo». El concierto tuvo momentos brillantes, como la interpretación de la bella «Retales de una vida», pero nada provocó una explosión de júbilo tan mayúscula como la surgida de los inconfundibles acordes de «20 de abril» y su «Hoy no queda casi nadie de los de antes...»

Entre sudores, melodías y propuestas más gamberras como «Skaparate nacional», la noche se pasó en un suspiro hasta el protocolario adiós fingido, que de nuevo nadie se tragó por aquello de que antes de ir a dormir nos tenían que contar un cuento. Sí o sí. En efecto, Celtas Cortos lo contó, de nuevo entre el delirio general. Era ya medianoche. Momento para irse a la cama y tener lindos sueños. Todo un acierto de Es Claustre. Muy bien. Fue celta y se hizo corto.