Al acabar el año 2023 la deuda pública española alcanzó los 1.574.682 millones de euros equivalentes al 109% del PIB. Esta cifra triplica en términos relativos la existente hace 16 años (35,8% del PIB). Más allá de las dos crisis vividas, este espectacular crecimiento se debe a la tendencia crónica del sector público español a gastar más de lo que ingresa. El déficit público español (4,1%) se sitúa de forma continua entre los peores de los países europeos y, de hecho, en los últimos quince años, tan sólo en el año 2018 se ha situado por debajo del 3%, límite máximo establecido en el Pacto de Estabilidad Europeo (PEE).

Por el contrario, en este periodo las Balears han mantenido una contención en su deuda. A falta de datos definitivos, su nivel relativo de deuda estará en el 2023 entorno al 22% del PIB, cifra similar a la del 2007 (23,6%) y lejos del 29,5% alcanzado en el 2015. Lógicamente estas cifras son fruto de la estabilidad presupuestaria de los últimos años. El año 2024 debería marcar un cambio de tendencia drástico en este comportamiento al retornar las reglas fiscales del PEE y una política monetaria más ortodoxa. Sin duda, ambos acontecimientos aumentarán la importancia de mantener unas cuentas públicas saneadas y un nivel de endeudamiento sostenible a largo plazo.

La pandemia supuso una dura prueba para la construcción europea. Tras su eclosión resurgió el temor a que los mercados dejaran de confiar en los países más vulnerables de la eurozona y que se reprodujera la situación vivida en el 2012 que casi acaba con el euro. Pero en esta ocasión, los países europeos reaccionaron ágilmente adoptando políticas fiscales ultra expansivas, dejaron en suspenso las reglas fiscales del PEE e incrementaron los gastos fiscales no solo a nivel nacional sino también desde las instituciones europeas para respaldar a los países más débiles del euro (Italia y España). El instrumento europeo utilizado más conocido han sido los Fondos Next Generation que sólo en España permitían alcanzar los 175.000 millones de euros (12% del PIB).

Han pasado cuatro años y Europa quiere volver a la política fiscal de la pre-pandemia. La U.E anima a retirar las medidas de apoyo nacionales anticrisis (como las reducciones y exenciones de IVA, tasas y otros impuestos) y a retornar a la ortodoxia fiscal con la reinstauración de las reglas fiscales del PEE. Estas reglas serán a partir de ahora más flexibles y adaptadas a las circunstancias de cada país, pero implicarán también un mayor control y automatismo al aplicar unas sanciones, que, si bien ahora serán más bajas, por el contrario, tendrán más posibilidades de ser aplicadas.

Las nuevas reglas implican que España deba disminuir un 1% anual su ratio deuda/PIB (109% a finales del 2023) hasta alcanzar el 90% y un 0,5% anual hasta llegar al 60%. También deberá mantener su déficit por debajo del 3% anual (1,5% en fases expansivas) para evitar sanciones. Ante esta situación, la Comisión Europea prevé que la tendencia de España sea una caída de su deuda hasta el 2026 (106%) pero rebotando hasta el 110% en 2034. El Banco de España también prevé un comportamiento negativo similar si se mantiene la política económica actual, prosigue el envejecimiento poblacional y se agotan los efectos fiscales de la inflación.

Pero no sólo retorna la ortodoxia fiscal. De forma más desapercibida, el Banco Central Europeo ha anunciado que a partir del segundo semestre del 2024 dejará de reinvertir 7.500 millones mensuales en deuda de sus estados miembros. Más aún, a partir del 2025 dejará de reinvertir en deuda pública tras su vencimiento. Lógicamente, esta medida implicará un aumento de tipos y un mayor coste de la deuda cuyos efectos se dejarán sentir más intensamente en los países más respaldados durante la pandemia. De nuevo, España Francia e Italia deberán estar más atentos a su prima riesgo en un mercado que penalizará siempre a los países con mayor déficit y deuda.

España debe mejorar la efectividad, calidad y composición del gasto público, favoreciendo la sostenibilidad fiscal y dotándose de instrumentos fiscales más ágiles frente a situaciones de incertidumbre. Los recursos y el margen de maniobra serán cada vez más limitados y no siempre Europa podrá salvarnos.l