El mercado de trabajo está continuamente impactado por dos fuerzas principales, los cambios tecnológicos y la expansión de la demanda de los bienes y servicios. Sus efectos sobre el empleo son inciertos ya que la primera disminuye el empleo y la segunda lo aumenta. La cuestión es la velocidad relativa del aumento de la productividad determinada por los cambios tecnológicos, que sustituyen trabajo por capital, en relación con la velocidad de expansión de la demanda. Todo incremento de la productividad aumenta a corto plazo el desempleo tecnológico, mientras que el aumento de la demanda aumenta el empleo cuando crece la producción en el ciclo económico. Si la demanda crece más que la productividad el desempleo disminuye, en caso contrario el desempleo aumenta. Tenemos por lo tanto que valorar qué fuerzas determinan las variaciones de la demanda y de la productividad. Las diferentes revoluciones industriales que se han producido desde el siglo XVIII han demostrado que las nuevas tecnologías que sustituyen a las anteriores, a pesar del impacto inmediato de la quiebra de las industrias tradicionales y la expulsión de los trabajadores, acababan por repercutir positivamente en la población a largo plazo. Permitían crear nuevos productos y servicios, ampliar el mercado y abaratar los precios generando una abrumadora diferenciación de productos y servicios de mejor calidad, con una mayor demanda que crea un mayor empleo, más especializado, cambiando también la forma de trabajar. Con la Revolución Digital muchos procesos se han automatizado y muchos trabajadores han perdido sus puestos. La producción per cápita ha crecido extraordinariamente en los países más industrializados de Europa y Norteamérica en estos últimos quince años desde la última gran crisis financiera. Casi todos ellos han ganado productividad (PIB per cápita) durante esos años, mientras que España se ha quedado estancada, con episodios de desplome durante los años de la crisis financiera (2007-2012) y también en la crisis del covid. Esta incapacidad de mejorar la productividad en España es un gran reto pendiente ya que indica una fuerza laboral poco productiva y bajos salarios como debilidad estructural.

La industria crea empleo de calidad y hay una oportunidad con los fondos Next Generation y la economía verde, para impulsar una nueva reindustrialización con actividades altamente tecnológicas y mayor inversión privada y pública en investigación y capital humano, pero el volumen de empleo siempre será minoritario en este sector. Todo el incremento masivo del trabajo viene del sector servicios. Hay incluso el temor de que, por primera vez en la historia, la nueva tecnología de la Inteligencia Artificial (IA) no creará a largo plazo su propia demanda de empleo, sino todo lo contrario, que cada vez más el trabajo será sustituido por el capital hasta llegar a ser irrelevante. La IA destruiría no solamente el trabajo manual y el menos cualificado, sino también los trabajos más cualificados y creativos. Afectaría también al salario y a las condiciones del trabajo. El FMI (Fondo Monetario Internacional) considera que el 60% de los empleos del mundo se verán afectados y el banco Goldman Sach que entre ¼ y ½ de la carga de trabajo podría ser sustituida, con un efecto en el mercado de trabajo muy significativo.

Como hemos dicho el sector servicios se ha ido expandiendo, empleando actualmente a la mayoría de la población activa de los países desarrollados y especialmente en España. Es este sector el que da trabajo a más del 70% de la población activa. Es un sector que necesita también reestructurarse e innovar para mejorar su productividad. La innovación en el sector servicios está ligada especialmente a mejorar la organización, el tamaño, la calidad, el nivel del capital humano y a impulsar nuevas formas de venta. El turismo ha destacado como una rama importantísima del sector servicios. Después de la pandemia su crecimiento es asombroso, supera los mil millones de viajes a nivel mundial. España se ha convertido en el principal destino turístico del mundo con 85 millones de turistas en 2023, casi el doble que la población española, con una tendencia al crecimiento hasta los 100 millones en 2030. Además, no se ha visto afectado por la difícil situación internacional actual ni por la subida de los tipos de interés y de la inflación. El desempleo se ha reducido de forma espectacular, con pleno empleo en temporada en muchos destinos, especialmente de la costa y las islas. Los nuevos ocupados se acercan a los ochocientos mil (un 45% extranjeros) en 2023 y la población activa en España supera los 24 millones de personas. La inversión hotelera vacacional supera los cuatro mil millones de euros cada año para responder al crecimiento de la demanda. En Balears el número de turistas es 12 veces la población residente, veinte veces en el caso de Ibiza. Este enorme crecimiento de la demanda efectiva ha generado un crecimiento espectacular del gasto turístico, de los precios por habitación disponible (RevPar) en la industria hotelera y en los ingresos de la población, especialmente de la propietaria de negocios y apartamentos y casas, logrando una muy amplia distribución de la riqueza generada por el turismo. Hay un gran optimismo de que esta expansión continuará en el futuro. La demanda efectiva es el principal determinante del aumento de la producción, la exportación y el empleo, pero hay que mejorar la productividad para conseguir mejores salarios y más bienestar. Este bienestar tiene un coste que hay que minimizar y que se refleja en la degradación medioambiental, en la falta de viviendas asequibles para la población residente y trabajadora, la masificación del territorio y otros muchos. Estos son retos que hay que enfrentar para lograr una solución equilibrada y satisfactoria para la mayoría de la población.l