El equipo del 88. | ARCHIVO ES DIARI

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Durante esta primera quincena del mes de julio se cumple medio siglo del controvertido proceso de fusión entre CD Menorca y UD Mahón, que deparó, entrado el verano de 1974, el alumbramiento del ya desaparecido Sporting Mahonés.

Un proyecto de unificación de los dos clubes, a la sazón los mejores, más laureados y poderosos de la Isla, que nunca, desde su génesis hasta su epílogo, pudo escapar a la polémica.

A continuación presentamos, en síntesis, los pasos que se llevaron a cabo en una operación que además de amalgamar casi por igual a partidarios y a detractores, indefectiblemente marcó un antes y un después en la cronología del fútbol mahonés y por extensión, del menorquín.

Antecedentes

La primera tentativa o planteamiento para convertir los dos clubes en uno ocurriría en abril de 1959, aunque se desestimó con celeridad, dado el grado de disconformidad que mostraron sendas aficiones.

El CD Menorca databa de 1920 (o cuanto menos, quedó formalmente constituido en esa fecha) y la UD Mahón de 1922. Al poco de que el fútbol radicara en la Isla, a finales del siglo XIX, siendo gracias al puerto de Maó uno de los primeros enclaves de España en que este práctica británica se alojó, la que se estableció entre menorquinistas y unionistas se convirtió en la mayor y más vívida rivalidad que el escenario local ha conocido en términos futbolísticos.

Recorrido

Hasta 1974, honor que todavía nadie ha podido arrebatarle, la UD Mahón presentaba el mejor palmarés en el circuito local, destacando fundamentalmente sus cinco títulos de campeón de Tercera Balear, un ciclo ininterrumpido de veinte años con rango de Tercera Nacional (actual Primera RFEF) y sus seis participaciones en la fase de ascenso a Segunda, tres de ellas de modo consecutivo (1966-68, pereciendo en la de 1968 ante el Burgos en el último momento).

El periodo que comprendió entre 1986 y 93 fue el mejor en la cronología del sportinguismo. | ARCHIVO ES DIARI

El Menorca no le iba a la zaga, y sus tres presencias en la liguilla de ascenso a Segunda, igualmente en los años 60 –la edad de oro del fútbol mahonés e insular–, quedando en la de 1964 contra el Calvo Sotelo de Puertollano, a un solo gol de la hazaña, así lo atestigua.

La realidad es que, como acontece con otros muchos enclaves y clubes, Unión y Menorca se ‘retroalimentaban’. Los logros de uno, motivaban los del otro; si alguno de los clubes incorporaba un fichaje de nivel, el otro respondía… por no hablar del ‘cisma’ que se llegó a generar en ciertos casos cuando el trasvase era de San Carlos al Estadio Mahonés o a la inversa. Un antagonismo absoluto, considerado nocivo por algunos, positivo y necesario por otros…

La causa

La desaceleración económica que arreció a nivel mundial a inicios de los años 70 del siglo anterior (conocida, en nuestra época estudiantil, como la primera crisis del petróleo, que eclosionó en 1973), combinada con el constante incremento del precio de los futbolistas propicia un marco cada vez más exigente para los clubes locales, aunque eso no es óbice para que, en 1972 el Menorca, y en 1973, tras una heroica eliminatoria contra el CD Arechavaleta vasco, la Unión, retornen después de una efímera estancia en Regional a una durísima Tercera Nacional (formada por cuatro grupos, precuela de la posterior Segunda B).

Ascenso del 87. | ARCHIVO ES DIARI

Pero su presencia en la misma agota con rapidez, al término del curso 1973-74. En el caso de la Unión, su descenso se intuye desde el arranque de liga (marchó penúltimo casi todo el año), mientras que el del Menorca, mucho más sorprendente en función del potencial que atesoraba entonces, sucede en una eliminatoria contra el Universitario de Oviedo. Ambos descienden al escenario insular, con una deuda considerable, agravada por la coyuntura económica nacional y mundial.

El proceso

El descenso azulgrana se produce el 16 de junio de 1974, por lo que en apenas tres semanas se materializa un proceso de fusión que, sin entrar a enjuiciar la conveniencia o no del mismo, sí cabe señalar que, cuanto menos, se precipitó un exceso. El Menorca, por ejemplo, abocó a sus socios a la votación sin tan solo haber cerrado el ejercicio económico del curso 73-74 y por tanto, sin conocerse el estado de sus cuentas (según las informaciones de la época, el club azulgrana arrastraba una deuda de unos cuatro millones de las antiguas pesetas; la Unión, de 1.5 ‘kilos’).

Pero el paradigma de la Unión fue más sangrante incluso, pues sencillamente gran parte de su masa social estaba en contra de la fusión (el mero hecho de ‘crear’ las clausulas para mantener sus equipos de cantera y su situación jurídica y patrimonial, ya delata que en el club de San Carlos no veían con buenos ojos eso de echar el cierre y unirse al Menorca) y se dice que el unionismo fue literalmente engañado por un concejal de aquellos tiempos para que se votase en favor de la unificación de los dos clubes.

En el trasfondo de todo, además, subyacían las necesidades económicas de algunos directivos del momento, que habían hecho aportaciones a los clubes avalando de su propio patrimonio (para sendas entidades tales deudas, se acordó, serían enjugadas por el nuevo club) y sobre todo, el ‘affaire’ en torno a Jardines Infanta, majestuosa finca y sala de fiestas en el centro de Maó que desde 1961 alojaba la sede del CD Menorca, rendía pingües beneficios al club azulgrana y que no podía ser vendida a no ser que este desapareciera.

La presión que se hizo desde el Ayuntamiento (no democrático), con intereses particulares en aquella venta (rostros históricos de Unión y Menorca señalaron directamente al alcalde de la época, en un reportaje de hace diez años en estas mismas páginas), también se presume otro factor determinante para acelerar una fusión entre Menorca y Unión que con toda probabilidad, de haberse demorado simplemente un par de años más, lo que habría empujado a ambos clubes a ‘malvivir’ –y a tomar conciencia de lo que se avecinaba– en Regional desprovistos de músculo financiero, sí habría podido materializarse de forma sólida, con el respaldo de todas las bases y sin excesivas complicaciones. Pero no justo después de bajar ambos de Tercera Nacional.

Ascenso del 87. | ARCHIVO ES DIARI

Los comicios

Después de una serie de reuniones, una activa campaña en la prensa de la época –claramente en favor de la fusión– y de que se descartara definitivamente también la posibilidad de potenciar al Atlético Mahonés como alternativa para armar ese gran club de Maó que pudiera optar al soñado ascenso a Segunda División, en tanto que habría resultado hasta contraproducente, si el objetivo era erradicar la rivalidad entre Menorca y Unión, permitirles seguir respirando y compartiendo hábitat con un ‘tercer club’ (y un dato no menor y sí revelador, que un importante sector de los partidarios de la fusión no eran socios azulgranas ni gualdiazules, por lo que carecían de potestad ninguna en un proceso en el que, paradójicamente, apretaron, y mucho, en pos de la desaparición), el 5 de julio de 1974, el salón de actos de la Casa Sindical acogía la votación del CD Menorca. De sus 995 socios, acudieron a votar apenas 260, posicionándose 203 a favor de la fusión (57 en contra).

Un día después, el 6 de julio de hace medio siglo, el Salón Victoria enmarcó los comicios de la Unión, con 258 asistentes sobre 625 con derecho a voto, apoyando la fusión 175, por 83 votos contrarios, siempre según los resultados oficiales.

Es evidente que de entre la masa que votó, la mayoría respaldó la fusión, pero las cifras desvelan también que del total de socios de ambos clubes votó menos del 32 por ciento, y con solo un 23 por ciento de ese total a favor de tan drástica decisión como era unir dos clubes que en el medio siglo previo habían convivido en un marco de absoluta rivalidad y animadversión… un porcentaje residual y que, forzosamente, auguraba no pocas dificultades para que el nuevo club se afianzara y llegara realmente a convertirse en el equipo de todos los mahoneses.

El nuevo club

Una vez superado el proceso electoral (que tampoco pudo desprenderse de cierta polémica, como que hubo socios que votaron dos veces en la asamblea unionista, o de que menores de edad, lo que no era legal, habían votado en la del Menorca), el 17 de julio de 1974 queda oficialmente formalizado el Sporting Mahonés, del que además CD Menorca y UD Mahón serán sus equipos nodriza, entre otros aspectos. El farmacéutico, fallecido el pasado mes de enero, Ernesto Félix Bosch, fue su primer presidente, y rostros de gran relevancia dentro del unionismo y del menorquinismo se agrupan en torno a él para conformar su primera junta directiva.

Un 'once' clásico de la Unión de inicios de los años 70, en el campo de San Carlos. | ARCHIVO ES DIARI

Lógicamente, al reunir en su plantilla a lo mejor de Unión y Menorca, el Sporting se convierte en un equipo ganador desde sus albores. Se hace con las primeras tres ligas de Regional en que toma parte (1975-77) y desde su irrupción en Tercera autonómica, luego de un efímera presencia en la también efímera Tercera catalano-balear, en los albores de los años ochenta del siglo anterior, siempre compite con los mejores equipos del Archipiélago.

Su primera gran cumbre, sin duda, deviene en la temporada 1986-87, cuando gana su único título de Tercera División y abre el que será el primero de los dos ciclos en la antigua Segunda B. El primero se prolonga de 1987 hasta 1993 (legando la mejor etapa del sportinguismo). El segundo, entre 2009 y febrero de 2012, cuando el club renuncia, por motivos económicos, a seguir compitiendo, en lo que fue el principio de un final que se confirmó en la primavera de 2013, con el cierre definitivo del Mahonés y la puesta en liza del Sporting de Mahón.

Algo falla

No procede escamotearle al Sporting su condición de gran fenómeno del fútbol menorquín a lo largo del más reciente medio siglo. Pero que algo falló en el proceso de fusión entre Menorca y Unión, partiendo de la premisa de que el proyecto se impulsó para contar con un club ‘de todos y que compitiera siempre en el escenario nacional’, también es evidente.

El primer capítulo, en ese sentido, nos remite a octubre de 1974, transcurridos tres meses de la fusión, cuando la UD Mahón denuncia el acta fusional acusando al Sporting de incumplir diversas clausulas de la misma, especialmente el que atañe a los equipos de cantera. En San Carlos se niegan a que sus juveniles tengan que competir como Unión del Sporting Mahonés, tal y como exigía la federación, cuando quedó claro que se iba a la votación a conciencia de que el club, a excepción de perder la plaza en Regional para su primer equipo, mantendría su independencia institucional y en su labor de cantera.

De ese capítulo, derivan muchísimos más, como la aparición de la UD Seislán en enero de 1975, como ‘tapado’ de la Unión, y un año después, del CD Isleño, su idem del Menorca, lo que además da pie a un prolongado (y lógico) proceso en los tribunales, que culmina con el reconocimiento en 2001 de la libertad deportiva para poder reactivar a sus primeros equipos con su ancestral denominación a los dos clubes históricos.

Hay que reconocer también que el Sporting, a causa de su controvertido origen, vivió en un permanente estado de convulsión a nivel interno (las presidencias de Dolores Pons, a la que echaron por medio de una moción de censura en 1982, y de Gaspar Melsión, pese al buen rumbo en lo deportivo, se desarrollaron bajo un constante clima de agitación) y mientras sí convirtió al Menorca/Isleño en una suerte de filial, la guerra con la Unión no dejó de crecer ni de recrudecerse.

El Menorca de 1964, campeón de todo a nivel insular y balear aquel año, en que además rozó el ascenso a Segunda División. | ARCHIVO ES DIARI

Esa dispersión de un sector de unionistas y unos pocos menorquinistas también, necesariamente lastimó los intentos de poder unir bajo un único escudo a todo el fútbol de la ciudad, pero fue también la constatación de que el escenario para ello seguramente no era, o no supo generarse, el adecuado.

Y que el Sporting, pese a que contó con un respaldo mediático y periodístico sin precedentes en el contexto deportivo insular, no caló en el corazón de Maó como sí lo hicieron Menorca y Unión también se comprobó en numerosos episodios, pero sobre todo    cuando en 2004 el club blanquiazul, desprovisto de respaldo social y económico, hizo entrega de sus llaves al Ayuntamiento (una acción inimaginable por parte de Menorca o Unión), lo que dio paso a la etapa de Antoni Gomila en la presidencia, y después, a partir de 2008, a la de Paco Segarra, exfutbolista del Barça y del Celta, al que muchos responsabilizaron, producto de su gestión económica, de la desaparición del club.

Pero el simple hecho de tener que recurrir a un desconocido empresario catalán para la presidencia –cierto que en una época en que la masiva incursión del fútbol de elite en la televisión ya hubo destrozado el fútbol amateur y semiprofesional como siempre se había conocido–, sirve para demostrar el poco interés que en los momentos más críticos, y a excepción de unos pocos fieles, mostró el aficionado y el tejido social y empresarial local para con el Sporting Mahonés.

En ese sentido, y a modo de epílogo, rescatamos una cita del que fuera grandísimo jugador de la Unión y de varios clubes catalanes, además de primer director deportivo en la historia del Sporting y figura nada sospechosa de ser contraria a la fusión, Ramón Finestres Juanico (1941-2019), recogida en una fantástica entrevista al diario Ultima Hora Menorca, en marzo de 2012, a las pocas semanas de que el Sporting se retirase en mitad de temporada de la competición de Segunda B.

«En mi época de jugador en la Unión, ni un solo directivo, ni uno, habría permitido que se retirase el equipo. Ni uno. Habrían sacado dinero de cualquier sitio, de donde fuera».

Pues quizá fuera esa la diferencia más sustancial –el apego a la causa– entre un par de clubes, Unión y Menorca, que aun a pesar de sus vicisitudes ya superan el centenar de años, y otro, el extinto Sporting Mahonés, que no ha podido ni celebrar sus primeros cincuenta, que precisamente cumpliría en estos días. Medio siglo de la fusión del 74, un antes y un después en la cronología del fútbol mahonés.