Toca hablar de fútbol. La polémica desatada con el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, ha desviado el foco de quienes realmente lo merecen en estos días de vino y rosas para el deporte español, y que se trata, obviamente, de las integrantes de una selección femenina que ha suscrito historia. Aunque sea tan solo por la condición de precursoras que se han labrado a pulso la totalidad de jugadoras del combinado campeón mundial, su lugar en el olimpo futbolístico español está garantizado.
Y no por el mero hecho de ganar, con todo el peso histórico que ello conlleva, sino por que, huelga decirlo, de su conquista se desprende una franja que señaliza un antes y un después en la batalla de géneros con trascendencia mas allá de lo deportivo.
Un logro del que no cabe desplazar en absoluto al seleccionador Jorge Vilda. Solo él sabe del arduo trayecto que ha dejado tras de sí, que entre otros episodios incluyó aquella impactante, por inusual, petición de su despido por parte de quince jugadoras, muchas de las cuales estarán a estas horas tirándose de los pelos, sin dejar de referir a la fantástica gestión de vestuario y de las más diversas situaciones que ha llevado a cabo un técnico que, extrañamente, apenas está teniendo el reconocimiento que merece.
Asimismo, este éxito repercute para confirmar aquella máxima de que cuantos más y mejores recursos se destinan al objetivo, más y mejor equipo es posible amalgamar, y a la que la selección femenina ha contado con idéntico plan de acción en términos logísticos y organizativos que el colectivo masculino -y que sus propias adversarias, en el sentido de que el nuestro es un país rezagado en parangón a otras naciones que amontonan lustros apostando por el balompié femenino-, los resultados no se han hecho esperar.
Una consecución de la que, hipócrita sería negarlo, cabe hacer partícipe en alto grado al equipo de trabajo de la Federación, con su presidente Luis Rubiales al frente, aunque este ha terminado por asumir un triste papel en lo que debió ser siempre una historia de alegría, con su grotesca y bochornosa celebración tocándose sus partes en el palco de autoridades, encima agravado por la petición de reparación y de «medidas ejemplares» por parte de la clase política y de Jenni Hermoso, cuyo radical cambio de discurso, por cierto, no deja de ser llamativo, pasando de un «no ocurre nada» tras la final en manifestaciones a la cadena Cope, a divulgar una nota totalmente devastadora, en la que incluso habla de ‘acoso sexual' del dirigente y que, lógicamente, desbarata cualquier posible atenuante para un Luis Rubiales al que su comportamiento, absolutamente impropio de un dirigente de una institución como la Federación, le ha dejado acorralado y sin más margen que largarse.
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