Tolo Rosselló, durante la entrevista que concedió a este diario; el exfutbolista acumula un palmarés que apenas encuentra parangón entre el gremio de futbolistas menorquines.

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Tolo Rosselló Garriga (1944) fue uno de los grandes rostros de la mejor UD Mahón de todos los tiempos. Nacido junto al campo de San Carlos, prácticamente allí aprendió a caminar y por supuesto, a jugar y a amar a una entidad que ya es centenaria y de la que él es un pedazo de su historia. Un perfil discreto, humilde, que a menudo rechaza concederse la dimensión que realmente alcanzó. A petición de este diario, nos recibe en su hogar para evocar y revisar algunas de sus vivencias en el centenario club azul-amarillo, lo que equivale a rescatar varios de los pasajes más brillantes e importantes en la cronología del fútbol local y balear.

¿Para usted, qué ha significado jugar y pertenecer a la Unión?

—La Unión ha sido una parte muy importante de mi vida, he vivido épocas buenas, pero también de malas. Al margen de lo que pueda pensar de lo que es el club, no hay duda de que he estado vinculado muchos años a la Unión, si bien hubo un par de paréntesis. Estuve un año cedido en el Alaior, que estaba en Tercera, al terminar de juveniles, fuimos unos cuantos para foguearnos. Íbamos a entrenar en moto, y la verdad es que disfruté de grandes vivencias de esa etapa e hice muchos amigos. Y después, el año del Sporting, en el 74.

¿Por cierto, cómo jugó para el Sporting?

—Yo ni jugaba ya en esa época, tenía 30 años, mi negocio, pero Ramón Finestres y Pito Pérez me enredaron. Yo, iluso e inocente, creí que la fusión sería una cosa buena para Maó. Nos teníamos mucho aprecio, con Pito y Ramón... total, que accedí. Y por el Sporting me rompí la nariz y viví la odisea de Santa Margalida... vivencias del fútbol. No quería jugar. Pero me insistieron tanto, que era para mejorar el fútbol de la ciudad y tal, que acepté. Y me empezaron a hablar de dinero. Fue cuando pregunté, «¿pero no íbamos a hacer esto por Maó, por el bien del fútbol y poder cumplir esa fantasía de algún día tener un equipo en Segunda División?»... pero me dicen, «los otros van a cobrar», y claro, tampoco iba a ser yo el tonto. Creí en eso, en la fusión, pero luego las cosas se ensuciaron mucho. La Unión volvió a salir, como Seislán, y les eché una mano en lo que pude.

Disputó tres fases de ascenso a Segunda División con la Unión, en los años 60, una utopía hoy en día para el fútbol local. La primera, en 1966, cayendo eliminados ante el Jerez. Las crónicas de la época fueron muy críticas con el arbitraje de Menéndez de León.

—Las eliminatorias de ascenso siempre han sido un foco de corrupción, había muchas porquerías, pero también está la visión del aficionado, que ve lo que quiere ver. Mira, en Jerez, Massanet, mosqueado de las patadas que le daban, y ante una grada enorme y abarrotada, le dice al árbitro «no subirás a Segunda», que, en esa época, los árbitros también se jugaban su ascenso en esas eliminatorias, y este le contesta, yo estaba delante, «a donde no bajaré será al pozo de la Tercera en que os quedaréis vosotros». Era el ambiente que había.

1967. Campeones invictos de Tercera y eliminatoria ante el Eibar.

—Jugué la ida en Maó, me lesioné y no pude jugar en Ipurúa. Y eso que durante la semana incluso acudimos a un brujo, a ver si podía curarme, hice todo, pero al final no pude jugar. Una pena, la ilusión y el premio de toda la temporada era jugar esos partidos. Y la Unión quería subir. Mira el Menorca Bàsquet, también subió y todos decían que no iba a poder asumir la ACB. De haber logrado el ascenso, a ver quien le dice a la afición que no subimos, que renuncias a algo así. Y teníamos muy buen equipo.

En 1968 son tres y no dos las eliminatorias que exige el trayecto de ascenso. Tras eliminar a Gandía y Tarragona, caen ante el Burgos.

—En Burgos, yo no lo vi, pero el presidente, Toni des Forn (Antonio Orfila), nos contó a los jugadores que nos habían ofrecido arreglar el partido. «La Unión no compra partidos», respondió, y le contestaron, «bueno, pues ya lo harán ellos», refiriéndose al Burgos. Por otra parte, llegamos a Burgos y brillaba un sol radiante, y estaban regando el campo, a tope. No lo entendíamos. «Se seca en seguida», nos dijeron, y a la que pisé el césped, el pie se me metió un palmo dentro, del barro que había. Pero era lícito, todo el mundo hacía lo que podía, nosotros era lo contrario, no regábamos para que el campo, que era de tierra, estuviera lleno de polvo. Recuerdo que una emisora de Tarragona fue muy crítica con eso cuando eliminamos al Nàstic. Ahora sería impensable, hay que ponerse en contexto, no había cámaras, todo era muy diferente. En el cruce ante el Burgos, en San Carlos ganábamos 2-0, pero un gol en propia meta, de mala suerte, propició el 2-1. Y no es lo mismo viajar con 2-0 que con un 2-1. Allí caímos 4-1. Y el Burgos tenía un potencial tremendo, en todos los sentidos, para ellos era una promoción para no bajar, tenían que seguir en Segunda.

Y en 1973, el último ascenso a Tercera Nacional, en una taquicárdica eliminatoria ante el Aretxabaleta. 3-0 en Maó, 3-0 allí, los penaltis...

—Casi me muero. Me tocó tirar un penalti, lancé el primero, para dar moral a mis compañeros, y el portero lo para... luego ‘Chicha' Tudurí detuvo tres y nos salvó, estuvo fantástico. Con lo que había en juego, todo el trabajo de una temporada... se me cayó el mundo encima al fallar. Y ahora, cuando veo un tío que tira un penalti en esas circunstancias, como en el reciente Mundial, digo, es un valiente. Porque te la juegas.

¿Su mejor recuerdo como jugador?

—La época de García Balado (1967-68) y de Felipe Mesones (1968-70). Mesones ha sido el mejor entrenador que ha habido en Menorca, muy preparado, la prueba es la carrera que tuvo después. Nos preparó físicamente y trabajaba muy bien el aspecto técnico. Era un muy bueno. ¿Su despido? Que reestructuraron la Tercera Nacional, en 1970, de ocho a cuatro grupos, por lo que bajaban diez equipos. La Unión quedó undécima y con el descenso entran en escena otros factores, como el dinero, y el club optó por un cambio. Acisclo y Ramón Alcina cogieron el equipo y ni cobraban creo, lo hicieron por el club.

También le dirigió otro de los ‘grandes', Manolo Martín Vences, en las dos ligas que ganó, en 1966 y 67.

—Un gran entrenador, pero quizá vino algo joven; trajo grandes jugadores, muchos zaragozanos. En esos años teníamos un equipazo, hasta el punto de que los reservas, en el 66, que eran los Juan Miguel, Lorenzo, Mingo Roselló, Nito ‘Tofolet'... ganaban a los titulares, también por aquello de querer ganarse el sitio en el ‘once'. Y con ese equipo, en el 68, ganamos al Tarragona, Gandía... Vences tenía las ideas muy claras, pero era un hombre de trato brusco, duro, gritaba, regañaba, pero tenía su sensibilidad. El año que ganamos la liga de Tercera invictos, en el 67, lloraba de emoción. Él y Mesones eran entrenadores modernos para la época.

José Valle, fue quien le catapultó al primer equipo.

—Una gran persona. Me vio en un amistoso y me citó para el siguiente entrenamiento del equipo. Fue extremo del Barça y tenía un guante en el pie, la colocaba donde quería en los entrenamientos. Años después, jugamos una eliminatoria de Copa contra el Espanyol, y vino a Sarrià a vernos, todos le queríamos mucho, sabía tratar muy bien a la plantilla, tenerla contenta.

García Balado, en el 68, también ‘legó' anécdotas.

—El primer día de estar en el club, me dice, «quiero conocer a los jugadores, me han dicho que Lorenzo (Sánchez Orfila) es muy bueno». Y le llevé a conocer a Lorenzo. De camino me cuenta «yo a mi mujer, ‘catacrack' y me casé», vamos, que se había casado de ‘penalti', que se ve que en Galicia era lo habitual... Pero era muy buena persona, y cuando se enfadaba hasta hacia reír, también los jugadores éramos pillos.

¿Su peor momento o mayor decepción en la Unión?

—Al margen de la fusión, recuerdo la temporada previa, la 73-74. Yo tenía la tienda, y ya había dejado de jugar, faltaban cinco jornadas para terminar la liga, el equipo estaba en Tercera Nacional, un grupo terrible, y me vinieron a buscar. Necesitaban un lateral, y claro, yo estaba bajo de forma, pero vinieron a buscarme... total, que caí como un tonto. Cargado de agujetas, jugué, era un equipo con muchos forasteros. Bajamos en Tortosa, nos pitaron un penalti que no era... pero al jugar en esa categoría, ves muchas cosas. Los árbitros se dejaban influenciar mucho.

¿Cómo ve a la Unión en el presente?

—El fútbol ha cambiado mucho, hay muchos pueblos que son como Maó, en Mallorca, que tienen dinero, también en Ibiza. Nosotros, en nuestro tiempo, éramos primeros o segundos en Tercera Balear, en cambio ahora, mira el Mercadal, el esfuerzo que está haciendo y sufre para estar en Tercera. Vi a la Unión contra el Son Verí en la fase de ascenso, pudimos marcar primero... fue una pena.

La fusión del 74, ¿qué opinión tiene casi 50 años después de tan controvertido proceso?

—Ahora es muy fácil hablar, pero está claro que no fue un acierto. Tal vez las cosas no se hicieron bien, pero es posible que la Unión, en sus quejas, tuviera razón. Le hicieron una marranada con lo de los equipos de formación y ahí empezaron los problemas. También pensé que con los años el Sporting se haría más suya la masa social de la Unión, que haría que la gente de la Unión sintiera el equipo como suyo, y no fue así. Y, por otra parte, la Unión tenía una filosofía y el Menorca otra. Además, antes solo había fútbol, baloncesto y cine. Y la mentalidad de la gente ha cambiado, también su forma de ocio, de ver las cosas, el compromiso, actualmente, con la televisión, es difícil que la gente vaya a los campos.

La venta de San Carlos, ¿cómo la vivió?

—Lo viví con sentimiento, pero me pongo en el lugar de los que están ahora al frente del club, la deuda que había... aunque por otra parte, parece que al club le están desposeyendo de una parte, perdiendo algo.

De no haberse producido la fusión, ¿cómo cree que estarían ahora Unión y Menorca?

—Estarían como ahora, o tal vez mejor. O quizá arruinados, es imposible saberlo. Sin fusión, los equipos habrían seguido endeudándose, o estarían en regional. La Unión hubiese aguantado, no sé en qué situación estaría ahora, también iría en función de la directiva que tuviera, pero aunque fuera dando tumbos, la Unión habría seguido, su gente no le habría dado la espalda. La fusión lo rompió todo. No critico la fusión, pero mucha gente de la Unión terminó decepcionada por cómo se desarrolló todo y no volvió al fútbol. Y esa gente es difícil de recuperar. No fue, «el Sporting ha hecho cosas mal, nos vamos y salimos con nuestro nombre y tal», no fue así, pasaron muchos años, directivas con Lito Sastre y compañía que lucharon mucho por recuperar el nombre y al final, pues hemos terminado siendo un equipo de regional. Estaré contento si la Unión sube, y creo que Maó necesita un equipo en Tercera.