El barcelonés veranea en Ciutadella desde hace 30 años y desde la Isla se prepara para sus desafíos.

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Ya ha corrido Chicago, Boston, Londres y Nueva York y el próximo 29 de septiembre correrá en Berlín, para acabar su hazaña de lograr las emblemáticas seis maratones ‘Majors’ el 2 de marzo, en Tokyo. Esto es lo que ya ha logrado y todavía tiene en mente conseguir el corredor ciego Ricardo Iranzo (Barcelona) –encima a sus 72 años de edad–, y que desde el 1994 veranea en Ciutadella, donde incluso tiene casa, en Son Oleo. Este barcelonés, desde hace ya tres veranos y siendo un corredor prácticamente ciego, entrena cada día por Son Blanc y, sin duda, su ceguera le hace excepcional pero lo más increíble es que tiene 72 años y está corriendo las ‘Majors’, las maratones más importantes del mundo.

Cada año Iranzo –cuya ceguera es a causa de un glaucoma que le descubrieron con 52 años y que actualmente le tiene totalmente ciego de un ojo y del otro le queda un 10 por ciento, con una discapacidad del 77 por ciento–, prepara sus carreras en Menorca, ya que la mayoría han sido justo después del verano. De conseguir acabar las seis ‘Majors’, será la primera persona mayor de 70 años en conseguirlo con su discapacidad, logrado en dos años y medio;o sea, corriendo cada 5-6 meses una maratón y en las que en todas, excepto en Boston que no le salió como esperaba por problemas de salud, las acabó en un tiempo que le ha permitido entrar en todas por debajo de 4.20; un ‘tiempazo’ para su edad.

Enamorado de Menorca

La historia de superación de Ricardo Iranzo es realmente para narrar en primera persona, como el catalán hace a través de «Es Diari», justo antes de irse a entrenar, un día más, con Berlín en la mente como penúltimo peldaño para la media docena de ‘Majors’. «Empecé a entrenar con mis cuñados y con uno de ellos (Juanjo) inicié las ‘Majors’, pero estas dos que me quedan las voy a hacer con una amiga de la farmacia (Fabiola); muy ‘cracks’ los dos e imprescindibles para poder conseguir el reto. Ellos son mis ojos y de verdad muy valiosos», exclama Iranzo, al que le encanta siempre ir a entrenar por Son Blanc y Camí de Ses Taronges. «No me puedo arriesgar a inventar nada nuevo, las caídas son algo habitual en mi situación», dice, reconociendo la gran ayuda también de Miquel, del Ca Nostra, donde va a entrenar de vez en cuando para fortalecer.

Dice el atleta ciego que se prepara desde la Isla, «porque el circuito es tan bueno y me lo conozco tan bien que incluso voy solo –sobre todo el de Son Blanc– que conozco hasta las piedras que me encuentro. Otro tema es que la mayoría de las ‘Majors’ son en otoño y los entrenamientos finales siempre son en Ciutadella», nos detalla el corredor, que practica desde los 30 años, «cuando no había casi afición. En su momento logré un maratón en Barcelona por debajo de tres horas (2.54) y ahora estoy lejos de eso pero disfruto muchísimo. Soy un gran aficionado a todo el deporte pero correr se dio de forma casual».

Como en muchos otros casos de la vida, para Iranzo el deporte también ha sido balsámico. «Correr para mí es salvar la depresión que en un principio me provocó la ceguera; poderme demostrar que soy capaz de lo que me proponga y que los demás vean que querer es poder. También soy competitivo y eso me ayuda», se sincera. En realidad, «al cumplir 70 años, me propuse ir a hacer un maratón al extranjero y empecé en Chicago; allí vi gente con una medalla que no había visto antes, me explicaron que era la de las ‘Majors’–seis carreras más importantes del mundo– y otro amigo de la agencia con la que viajaba me dijo que sería la primera persona en mi situación y edad en lograrlo. Eso me motivó la verdad y mi mujer María me animó muchísimo a correr y conseguir la medalla», nos relata, explicándonos el porqué de su desafío mayúsculo de sumar el seis de seis en las maratones del planeta.

Ricardo Iranzo, al que habitualmente podemos ver corriendo por Ciutadella, se lo monta ‘solito’, en cuanto a preparación. «Soy totalmente autodidacta, partiendo de que en mi vida profesional he estado muy ligado a la nutrición en el deporte. A nivel de entrenamientos me conozco muy bien, con 72 años no invento nada y sigo mi propia pauta que me la marca mi cuerpo», acaba.

El apunte

«No pretendo ser ejemplo, sino ser feliz»

«No pretendo ser ejemplo, aunque a medida que pasan los años me doy cuenta de las dificultades con las que me encuentro; me he caído muchísimas veces, he sufrido más de lo que te puedas imaginar, como lesiones», nos admite el barcelonés. «Y sí, a pesar de todo me compensa, me motiva y por qué no, si puedo ser ejemplo para alguien seré más feliz», exclama desde Son Oleo.