Han pasado más de 50 años, ¿cómo ha cambiado la Fundación en este tiempo?
—Iniciamos todo el trabajo en 1969, en Anantapur; una zona desértica. En aquellos años en la India, como en muchos países, había una pobreza extrema. Cuando llegamos no teníamos nada, ni equipo, ni casa, ni fondos. Después de un año buscando fondos, pusimos en marcha un proyecto que fue cavar cien pozos para los campesinos; que cobraban en especies, vivían en choza y comían un plato de comida al día. No creían en la educación, no tenían esperanzas. Hemos tenido un progreso increíble. Ahora muchísimos chicos han podido llegar hasta la universidad, tienen trabajo y ayudan a sus familias. Las mujeres antes ni salían de casa ni tenían propiedades y ahora conocen su potencial, tienen cuentas bancarias y casas, que se han construido desde la Fundación.
¿Qué papel ha jugado Baleares?
—En 1996, Vicente pensaba en crear una organización en España para apoyar nuestro trabajo en Anantapur y los apoyos los encontramos en Baleares. Estoy muy feliz de estar aquí, porque nuestros orígenes están aquí. La solidaridad balear es una solidaridad de más de 30 años. Algunos de nuestros proyectos más importantes están financiados con fondos de las Islas.
¿Dígame alguno de ellos?
—Un hospital para tratar a personas afectadas por el VIH y otras enfermedades infecciosas como la tuberculosis. Los primeros cinco años el hospital sirvió para que la gente que tenía VIH y SIDA viniera a morir en paz. Es uno de los mejores de nuestro estado. Hemos trabajado mucho en la prevención y los tratamientos. En los últimos diez años, hay muy pocos casos que sean de nuestra zona y los pacientes que llegan con VIH son de otras partes. En el último lustro, no ha nacido un solo bebé que haya dado positivo en VIH, porque los padres están en tratamiento para controlar la enfermedad.
¿Qué otros trabajos están desarrollando?
—En los últimos años estamos trabajando en una zona de comunidades tribales de fuera de Anantapur, al norte del estado. Son personas que han vivido muchos años en el bosque, sin acceso sanitario ni educativo. También estamos trabajando con un grupo de personas transgénero. En la India, desde hace tres años, se les considera criminales por ley. Sus familias les repudian, piden en la calle, muchas se prostituyen, padecen VIH o son alcohólicas o se drogan. Cada dos meses vienen y les damos alimentos y les hacemos chequeos médicos. También les facilitamos una vivienda y algunas tienen pequeños negocios.
¿Cómo es el equipo humano que hay detrás de la organización?
—El 99 % son personas locales. Son casi 3.000 personas con una gran motivación. Viven el trabajo, para ellos la Fundación es suya. Conocen a la gente, son de los pueblos, están muy orgullosos de, siendo personas muy humildes, poder ayudar a progresas a otras en la vida. Las mujeres son un pilar fundamental. En los primeros años no representaban ni el 10 % de la organización y ahora son el 51 %. Tenemos un 45 % de representación femenina en los puestos de liderazgo.
¿Lo de Vicente y usted fue amor a primera vista?
—Yo era periodista y tenía 20 años. Vicente trabajaba como jesuita en los pueblos ayudando a las personas más desfavorecidas. Su lucha causo rechazo en un sector de la sociedad y no le querían renovar el visado. Muchas comunidades se manifestaron para que pudiera continuar con su labor social y mi jefe me mandó a entrevistarle porque era noticia. Fue una entrevista que duró toda la vida. No me enamoré de él durante la entrevista, pero me convenció e impactó. Él pensaba que cada persona tiene la responsabilidad de aportar algo al mundo. Me convertí en su primera voluntaria en Anantapur. Nunca tenía ideas pequeñas, siempre eran grandes y ambiciosas. Estaba convencido de que la pobreza tiene solución y que cada uno de nosotros podemos poner un granito de arena. Ser parte de la solución, me convenció de eso y, después de a mí, a mucha gente.
¿Erradicar la pobreza es posible? ¿Cómo?
—Sí, se puede conseguir creyendo en las personas y sus capacidades. Con determinación para superar obstáculos, siendo muy práctico en el trabajo que se hace, sin tener la cabeza en el ayer ni en ideas que no tienen resultado. Con educación y conocimiento. El conocimiento es oro, si no sabes lo que necesitas para tener control sobre tu vida, ¿cómo vas a vivir?
¿Se puede ser feliz con poco?
—Sí, es algo que aprendes muy rápido en la India, que no necesitas muchas cosas materiales para ser feliz.
Hoy recibe el Premio Ramon Llull ¿A quién se lo dedicará?
—A toda la gente de la comunidad de Baleares y de Anantapur, que se lo merecen. Son un ejemplo de la solidaridad que necesitamos en el mundo. Gracias a estas personas tenemos los resultados que tenemos en Anantapur. Ahora hay estabilidad y la gente piensa en un futuro.
6 comentarios
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Gran, enorme!
manu menorcaY la película sobre su vida que interpretó Imanol Arias refleja muy bien esa parte de la historia. La iglesia lo apoyaría con la condición de que fuera allí a evangelizar. Y Vicente no quería eso.
... Vicente no fue un misionero, pues abjuró de ser religioso al ver que la religión no sirve para ayudar a la gente... dejó la orden de los jesuitas y actuó por libre... captó fondos para poder ayudar a la gente, como hace la iglesia, pero SIN la iglesia, que nunca da un duro para nada, y eso supongo es lo que entendió Vicente... deja un gran legado, y según como yo lo veo, pintó la cara a la religión organizada, mostrando que es la persona humana la que ayuda a otras personas humanas con necesidades...
Se hospeda en un 5 estrellas????
Gran HOMBRE....Gran MUJER. GRAN LABOR.
Educar no solo para salir de la pobreza sino para evitar recaer en ella. Este fué siempre el lema de Vicente Ferrer, y siempre ha sido un rotundo éxito en todos los territorios de la India donde la ha aplicado, aun con la resistencia de sus clanes y a veces de los propios gobiernos locales. No ha sido fácil....en absoluto. Es la única Fundación/ONG con la que he colaborado activamente en mi vida y siempre he estado orgullosísimo de ello.