March señala que las causas por las que se produce un ictus son diversas, pero resalta que las cifras ponen de manifiesto que la pandemia de la COVID-19 ha supuesto un antes y un después, ya que antes el crecimiento era lineal y desde entonces se ha incrementado de forma exponencial. Aunque la pandemia se ha dado por finalizada, la enfermedad no ha desaparecido y se siguen produciendo casos.
El citado especialista explica que «en algunos pacientes, la infección por COVID-19 desencadena una peligrosa respuesta inmunitaria en los depósitos grasos (las placas) que recubren los vasos sanguíneos más grandes del corazón. El sistema inmunitario del organismo, que evolucionó para destruir microbios invasores, provoca enfermedades cuando se activa en el contexto equivocado. Esto provoca una serie de respuestas denominadas inflamación, como la hinchazón, que se produce cuando las células inmunitarias y las proteínas de señalización se dirigen a los focos de infección». En este punto, añade que «una inflamación mal localizada puede provocar problemas cardiacos o vasculares inmediatos y a largo plazo, como la formación de placas que obstruyen las arterias, y contribuir al grupo de síntomas del COVID persistente».
Hospitalizados con COVID
March recuerda que durante la crisis sanitaria «se constató que el aumento del riesgo de eventos trombóticos (infarto de miocardio o accidente cerebrovascular) entre los casos hospitalizados de COVID-19 se debió a una interacción genética con los antígenos de los grupos sanguíneos ABO. Así, las personas con grupo sanguíneo A, B o AB hospitalizados por COVID-19 tuvieron aproximadamente un 65 % más de riesgo de sufrir eventos adversos que los sujetos con grupo sanguíneo O».
El experto resalta que «hay un riesgo cardiovascular a largo plazo asociado con la COVID-19, especialmente entre las personas con casos más graves que requirieron hospitalización. Este mayor riesgo de infarto y accidente cerebrovascular continuó tres años después de la infección. En algunos casos, el aumento del riesgo fue casi tan alto como tener un factor de riesgo cardiovascular conocido, como diabetes tipo 2 o enfermedad arterial periférica».
La vacuna no tiene relación con los ictus
March insiste en dejar claro que la vacuna contra la COVID-19 no tiene nada que ver con el incremento de los casos de ictus. «Sí está relacionado con haber padecido la enfermedad, pero no con haberse puesto la vacuna», asevera. A su modo de ver, se trata de teorías infudadas y sin base científica que han hecho mucho daño.
No obstante, recuerda que «Astra Zeneca admitió en su prospecto, y después ante los tribunales, que su vacuna podía causar un raro efecto secundario, el síndrome de trombosis con trombocitopenia, con una incidencia de un caso por cada 10.000 pacientes».
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