Gestión insostenible. Sobre estas líneas se puede ver cómo los restos vegetales del alga, que llegan a la costa con las corrientes, cubren gran parte de la playa de Tarifa, en Cádiz, donde el ayuntamiento se ha declarado incapaz de costear su continua retirada. Crece tanto y tan rápido que la gestión es altísima. | MARÍA ALTAMIRANO

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Coloniza los fondos marinos hasta recubrirlos por completo y, al no ser apetecible como alimento para los peces, provoca un éxodo que reduce la biodiversidad al mínimo. Su capacidad para reproducirse es tan alta que constantemente libera restos vegetales que emergen a la superfície y que son transportados por las corrientes hasta la costa, donde llegan a recubrir playas enteras. El alga marina Rugulopterix okamurae, la especie exótica invasora considerada por la Unión Europea como la más peligrosa del Mediterráneo por los impactos socioeconómicos que causa, es una amenaza que cada vez preocupa más en Baleares.

Desde que se detectara en Ceuta en 2015, ha proliferado por toda la costa andaluza, que es la más afectada del país, pero también por Murcia, Alicante y Canarias. También está en el litoral del norte de África, Sicilia y Portugal. El problema es tan grave que el Ayuntamiento de Tarifa (Cádiz) se ha declarado incapaz de costear su retirada de las playas. Las alarmas en Mallorca saltaron a finales del año pasado en el Institut Mediterrani d’Estudis Avançats (IMEDEA-UIB-CSIC), cuando se detectó el alga en el Port Olímpic de Barcelona.

«Al haber una conexión náutica tan constante con las Islas, creemos que puede ser un vector de introducción aquí», alerta la investigadora Fiona Tomàs. «Siendo Baleares un lugar donde la economía basada en el mar es tan importante, tanto por el turismo como por la náutica, hay que evitar que llegue a nuestras costas. Debemos actuar a tiempo porque tenemos los conocimientos y podemos hacer una gestión preventiva efectiva para evitar una invasión o, al menos, minimizar sus impactos», asegura la científica especializada en algas invasoras.

En Catalunya se ha podido identificar la presencia de la especie, originaria de Japón, China y Corea, porque la Agència Catalana de l’Aigua hace más de 20 años que dispone de un sistema de seguimiento de algas invasoras. Un control exhaustivo inexistente en Baleares.

En el océano Pacífico, de donde procede, el alga convive con muchas otras especies sin causar problemas en el ecosistema. Sin embargo, tras llegar al Mediterráneo entre las aguas de lastre que transportan los buques de mercancías, ha proliferado de forma sorprendente. En la laguna de Thau, cerca de Montpellier, está presente desde 2002, pero jamás ha salido de esa zona.

«Aunque todavía no se haya detectado aquí, Baleares es una zona altamente favorable para que prolifere, y la Administración debería buscarla para identificar cómo minimizar la dispersión en las Islas», aconseja María Altamirano, catedrática de Botánica y Fisiología Vegetal de la Universidad de Málaga, y una de las investigadoras que más ha estudiado esta especie en España. «Si se encuentran en una zona, se pueden hacer cuarentenas, y es importante informar a todas las personas que navegan para que sepan identificarla y avisen a las autoridades», explica. A donde llega en poco tiempo lo coloniza todo, y cuando llega a ese punto, no se puede hacer nada. Altamirano también advierte de que los restos del alga se quedan enredados en las redes de pesca, que acaban destrozadas o se necesita una semana para limpiarlas, lo que está suponiendo grandes pérdidas en la costa gaditana.

Científicos, gestores y entidades ambientales reclaman mayor bioseguridad

Unas cincuenta personas, entre científicos, gestores ambientales y entidades conservacionistas debatieron el jueves pasado sobre la necesidad divulgar y prevenir el impacto de las especies invasoras marinas y terrestres en Baleares. Una de las reclamaciones más demandadas en el evento organizado en Casa Esment por el IMEDEA fue el de fortalecer la bioseguridad en los puertos y aeropuertos; es decir, mejorar los controles para evitar la proliferación en las Islas de especies exóticas que puedan ser invasivas para el ecosistema y tan nocivas como el alga Rugulopterix okamurae, que centró gran parte del debate.

La necesidad de intensificar y mejorar la divulgación de una cultura científica entre la ciudadanía, escolar y adulta, también fue un elemento abordado. Para ello, se prevén establecer estrategias comunicativas y una coordinación entre organismos investigadores para lograr una mayor concienciación y capacidad de actuación.